lunes, agosto 04, 2008

EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE SANTANDER ABRE CON UN MEDIOCRE PROGRAMA PATCHWORK

Intentaré no comer demasiado terreno al blog con mis crónicas del Festival Internacional de Santander, pero aquí os iré reseñando y evaluando algunas notas tanto sobre los ¿criterios? de programación como sobre los resultados artísticos del FIS.
El pasado día uno inició su camino la 57ª edición del macroevento escénico con la presencia de la soprano Eva Mei, el bajo Giacomo Prestia y la Orquesta Filarmónica de Kiev bajo la dirección de un jovencísimo Valerio Galli, con uno de esos que yo he dado hace tiempo en llamar "programas patchwork".
Una programación rigurosa, respetuosa con el público y digna de la categoría que pensamos debería tener el Festival Internacional de Santander, tanto por su historia como por los dineros públicos que allí se invierten, exige seriedad en la programación y los contenidos, exclusividad en la selección de los intérpretes, riesgo en las apuestas. De no ser así (y hace mucho que el FIS está en las antípodas de lo expuesto) nos quedamos con un simple fuego artificial pensado para el lucimiento de un cierto público de crónica rosa local y para aumentar egos. Pero llegar al barateo de esos programas donde no hay trabajo musical alguno es ya un puro escándalo. Esos programas que son como una colcha de patchwork y que se limitan a coser sin ton ni son arias de ópera independientes, a ser posible conocidas y hasta canturreables, en los que para descansar las voces que probablemente no hayan esfuerzo alguno se intercalan un par de preludios y oberturas, igualmente populares. Tienen otra evidente relación con el patchwork, además de la costurera, y es la estética: poca propuesta tan kitsch y hortera puede subirse a un escenario.
Eso sí, algunos programadores lo llaman "gala lírica" y lo cultivan como pretexto para atraer estrellas (o menos) del canto a las que regalan unas vacaciones suculentamente pagadas y sin esfuerzo alguno por su parte. Otros, en fin, lo llaman "concierto didáctico". Y en este caso sí tiene valor, como ejercicio de introducción a la ópera o a las voces pensado para niños y adolescentes.
Abrir un ciclo con el renombre (más pretendido que real a estas alturas) del Festival Internacional de Santander con un Patchwork (y no va a ser el único este año) me parece, directamente, un insulto a la inteligencia de los aficionados.
Olvidando el concepto (concetu, más bien) y pasando a la interpretación, Giacomo Prestia se mostró como un bajo de potencia vocal admirable, color interesante y matices expresivos. Exceso de vibrato y aglunos problemillas de afinación en su primera comparecencia fueron corrigiéndose en un recorrido por las más trilladas propuestas de bajo de carácter. Excelente su Felipe II del "Don Carlo" de Verdi o su incursión diabólica por el "Fausto" de Gounod.
Eva Mei tiene una voz seductora y una simpatía escénica fuera de lo común. Sigo hace tiempo su carrera y me parece un desperdicio tenerla en Santander para prácticamente nada. Pero como excelente profesional que es, cantó, se esforzó y hasta trató de dar cierta interpretación dramática a esas piezas inconexas que nos trajo. Impecable en el repertorio belcantista (qué bonita su coqueta lectura del "Don Pasquale"), su gran fuerte por el momento, se esforzó por encontrar una voz adecuada para la Violeta de "La Traviata" y estuvo exquisita en "Thaïs".
De la orquesta, decir que no molestó tratándose de una orquesta bolera (no de boleros sino de bolos) que viene año tras año para rotos y descosidos varios, es ya decir bastante. El director, inexistente, pero con buena planta y decorativo. Supongo que con eso el Ocejo que el año pasado exclamara ante la prensa lo buena que había sido la edición del FIS porque la gente iba elegantísima se habrá dado por contento.
Un día, si quieren, les hago comentario de ambiente también. Por el momento, aplausos, ovaciones, dos orejas, digo dos bises, y final de fiesta. Entre los bises, Eva Mei cantó con tierna voz el aria de Lauretta del "Gianni Schicchi": O, mio babbino caro. Es un aria preciosa sí, pero tanto programa patchwork y tanto bis siempre con lo mismo me tienen ya un poco hasta los puccinis del babbo ese.
Que no se me olvide. De la novela del Abate Prevost han nacido cuatro óperas, una contemporánea de Hans Werner Henze ("Boulevard Solitude"), una casi desconocida de Auber ("Manon Lescaut") y dos bien populares ("Manon Lescaut" de Puccini y "Manon" de Massenet). Pero ... nada de Verdi por aquí, nada de Verdi por allá. Quiero decir que con lo que cobran por las entradas y lo sedicentemente listos que son, al menos podrían poner bien los compositores en los programas (ellos y algunos críticos tambaleantes tan listos como sus adorados directores).
En fin, quedémonos con la voz preciosa de la Mei y vayamos preparándonos para la próxima. O tempora, o mores.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sobre esto te dejé una mini contestación en Los Panes (antes de haberte leído). Ya lo hablaremos más largo y tendido. Besos.

Anónimo dijo...

Desde que el programador proclama publicamente y sin recato alguno las bondades inabarcables de su propia programación, sobran comentarios.

Rukaegos dijo...

Supongo que la desvergüenza de ciertos personajillos no tiene límites. Hablaré en breve de sus autopiropos.

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