martes, enero 30, 2007


LA ATENAS DEL NORTE ... O UN POQUITO MENOS

Entre los mitos fundacionales de nuestro Santander está el que nos presenta la ciudad como "La Atenas del Norte". Si nos paramos a analizar las razones por la que tan pomposo título nos es autoadjudicado, podríamos descubrir algunas razones, que tal vez fueran ciertas en el pasado pero que hoy ni siquiera nos permitirían ser "Un barrio periférico y protoalfabetizado de la Atenas del Norte". A ver ... que lo de nuestro Festival Internacional estuvo muy bien, tiempo ha (resultó ser árbol caducifolio), lo de la Escuela de Altamira fue cosa de los 40, lo de Menéndez Pelayo y su pandilla cosa del fin de siglo ... XIX. Y así podríamos continuar.

La realidad de hoy es bien diferente. Tristemente diferente, me atrevería a decir. Hace unas semanas, un estudio nacional, de la SGAE si mal no recuerdo, nos ponía entre las comunidades a la cola del gasto en "consumo" cultural. Y no sé, pero para mí que eso no resulta muy ateniense, sobre todo si utilizamos Atenas como concepto de sumum cultural.

Claro que una primera y superficial aproximación puede disfrazar la realidad y aparentar que aquí, culturalmente hablando, pasa algo. Vamos, como el estuco decorado disfrazando las paredes de ladrillo o el pan de oro dando brillo a las maderas cascadas de los retablos. Y es que hace ya tiempo que la cultura, en Santander (y si pusierámos Cantabria no cambiaría mucho la cosa, aunque tal vez crecerían los lados oscuros del corazón), se llama subvencionar un par de grandes fastos decorativos que poco o nada dejan en la ciudad, no gastar nada en la ciudadanía de Santander y sus necesidades / posibilidades de actividad cultural, no establecer programas estables ni serios, no mencionar la pluralidad, los espacios alternativos, los espacios oficiales (en realidad Santander debe de ser la única capital de provincia sin un teatro o un gran centro cultural de titularidad municipal de nuestro santo país), nadie se acuerda de los nuevos lenguajes expresivos, culturas urbanas, etc. Pero tampoco de los lenguajes clásicos.

Casi que prefiero, por ahora, no ir detallando sector por sector, que no quiero agotar a mis lectores. Tiempo habrá de eso si queréis debatir algo o en otras entradas. Baste decir que, a mi juicio, el Santander posible debe abrir un amplio debate sobre la cultura y la ciudad. Y que de ese debate deben salir decisiones municipales sobre cultura e integración social, cultura y convivencia, cultura y nuevos lenguajes, cultura y calidad, cultura como espacio vital. Y un largo etcétera.

De momento, sigue la campaña electoral proponiendo parques y paseos, además de paseos y parques. Pero sigue olvidando que santanderinos y santanderinas tenemos ganas de hacer muchas cosas, no sólo de pasear o sentarnos al sol. ¿Qué tal una apuesta en serio por equipamientos culturales de proximidad para ir abriendo boca?¿Programas y presupuestos estables?¿Gestión flexible y abierta?

Cuando os presenté el blog decía que vivir en Santander ha sido para mí una apuesta personal. Por eso quiero una ciudad en la que vivir, pero vivir violentamente, apasionadamente, haciendo de cada día una experiencia nueva. Y para eso hay que pensar en los ciudadanos más que en los turistas, en los contenidos más que en las fachadas. Porque nuestro Santander posible debe ser ante todo un Santander para vivir.

lunes, enero 08, 2007


La ciudad de los trenes perdidos

Dicen que nunca es tarde, si la dicha es buena. Al parecer el equipo municipal vigente ha decidido estos días (tan curiosamente cercanos al periodo electoral) ofrecerse como imagen transformadora de nuestro Santander. Para ello, su nueva cara, De la Serna, abandera una serie de proyectos y planes que, de hacerse ciertos, provocarían un importante cambio en el rostro de nuestra querida y doliente ciudad.

La cosa es que los cambios sugeridos por los populares nos suenan a escuchados, y no precisamente en sus labios. No será difícil que recordemos cómo Piñeiro se dirigía con su educación habitual a Juanjo Sota con la frase que llegó a ser folklórica esa de "Anda, calla, Sotuca, que no dices más que chorradas", espetada en pleno pleno (municipal). Derroche de respeto por los demás, que lo llaman. En una de esas ocasiones, las carcajadas de las bancadas populares se dirigían a la propuesta de la construcción de un funicular que uniera el Río de la Pila con General Dávila, salvando un importante desnivel en una zona de media de edad más que alta. En otra, las burlas venían ante la propuesta de unificar las estaciones, retranquearlas en dirección a Montaña o Marga y generar todo un pulmón de parques y servicios en el espacio dejado.

¿Les suenan estas propuestas -y otras, pero dos valen como ejemplo- a los lectores de este mi blog que es también suyo? Ahora parece que los populares nos quieren inventar la pólvora, presentando a la ciudadanía con la inestimable ayuda de ciertos medios de incomunicación con serios problemas de memoria histórica, como propios los proyectos robados. Más robado si cabe el de la unificación de las estaciones, ya que en realidad se trata de un proyecto del Ministerio de Fomento (socialista), y que Íñigo de la Serna proclama como su propuesta estelar para Santander.

De todas maneras, decía al principio que bienvenidos sean los populares a la modernización de la ciudad. La han gestionado (mal) durante muchos años. Y son muchos los trenes que los santanderinos y santanderinas hemos perdido por su ineficacia. Mientras Piñeiro protestaba agriamente ante los hombres del tiempo por decir que en Santander llueve (oh climatológica afrenta a nuestras posibilidades turísticas) y más agriamente aún ante los organizadores de la Copa Davies, por atreverse a decir que a Santander le falta glamour, otras ciudades españolas, muchas, aprovechaban los diferentes fondos de cohesión europeos para emprender grandes procesos de transformación y crecimiento urbanístico. Crecieron así centros culturales, espacios ciudadanos, recuperación de cascos históricos, museos, edificios emblemáticos, mientras en Santander tirábamos nuestro pequeño Estoril que fue el Sardinero adobado con sus vías principales de acceso, derribábamos (uy, se cayó) casas con puntito negro en unos planes generales que nunca llegaba a aprobarse, poníamos pvcs en las ventanas del Paseo de Pereda (que al fin y al cabo es conjunto histórico artístico) y gastábamos los dineros proporcionados por la Unión Europea para la rehabilitación del Cabildo de Arriba en el famoso Parque del Agua, que iba a ser un estupendo modelo de nadie sabe muy bien qué (menos mal que en Bruselas no me leen: a ver si nos van a hacer devolver los minolles).

Pero ahora, por fin, y ya que nos va a costar a todos mucho más y no tendremos demasiadas ayudas externas a las que acudir, por fin nuestros responsables municipales (me entrecomillen lo de responsables, porfa) han decidido apostar por una ciudad moderna. El Cabildo de Arriba, como las viviendas sociales de la Remonta, porque así se ha empeñado el gobierno socialista que, siempre según Piñi y su troupe, tanto maltrata a Santander (será que las viviendas sociales van a restarnos glamour), y en no poca medida gracias a la maltratada ministra Trujillo y sus reuniones con Gorostiaga. En el caso de las estaciones, gracias a los dineros nacionales de Fomento.

Como siempre, llegan tarde, después de habernos hecho perder casi todos los trenes. Pero tal vez todavía nuestro Santander posible, tolerante, cívico, abierto al futuro, tenga un vagón al que subir y una buena locomotora que lo guíe. Aunque no creo que esa locomotora lleve gaviotitas pintadas: si así fuera, vayan pensando que más de lo mismo.

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