viernes, septiembre 28, 2012

INFILTRADOS Y PROVOCADORES



Fue hace ya muchos años, 1987, Reinosa.

Aunque yo estaba estudiando en Santander, alguna de las visitas al hogar familiar coincidieron necesariamente con los desafueros de un estado de excepción no declarado de cuyos responsables, Barrionuevo, Roldán, Pallarés, no me olvido. La extraña y desagradable sensación de estar siendo permanentemente espiado y controlado por los helicópteros, la impotencia de los controles aleatorios que la guardia civil realizaba por las calles a cualquiera que les cayera en gracia, la sensación de rabia e injusticia por el acoso a un pueblo, a una sociedad, a una ciudadanía que no merecía semejante trato. El miedo también, el miedo de que en cualquier momento el polvorín estallara, como de hecho estalló el Jueves Santo, dejando un muerto, muchos heridos, miles de destrozos y tanta confianza rota.

No me voy a extender en aquellos sucesos. Pero sí en una anécdota, en algo mucho más que una anécdota, que presencié con mis propios ojos una de esas tardes, un domingo, en el que tras la tensión habitual entre manifestantes y el despliegue desproporcionado de guardias civiles equipados como para intervenir en la Guerra del Líbano, pareció que llegaba el punto final. Iba a misa, por aquel entonces todavía era creyente y practicante, y se me ocurrió pasar antes por cerca del cuartel de la GC, por aquello de echar un vistazo. Lo que vi, me da igual que algún lector no se lo quiera creer: un grupo de guardias civiles, en general bastante jóvenes, desde la altura en la que se situaba el cuartel, arrojaban, ante la mirada divertida y complaciente de sus mandos, piedras y objetos metálicos contra los manifestantes que continuaban reunidos y a tiro. No tardó en primer objeto de vuelta, el mismo objeto que se buscaba como disculpa para hacer ejercicio, para salir con las tanquetas y las armas a responder al ataque ciudadano.

A lo largo de estos meses, las redes sociales, las herramientas que nos ofrece la tecnología para certificar hechos como el comentado, el de la provocación a la violencia de quienes tienen como responsabilidad el sostenimiento del orden público y la paz social, no la generación de la algarada, se han venido sucediendo y documentando. La foto muestra el episodio de Barcelona, en el que esos discretos "perroflautas" que apenas disimulan el disfraz fueron grabados azuzando a los manifestantes, iniciando disturbios para luego proceder a cambiar de bando y colaborar en las detenciones. Los videos nos muestran perfiles similares el pasado miércoles en Madrid, y se ha hecho tristemente popular el "Que soy un compañero, coño" de uno de estos agentes que, apaleado por sus colegas, trataba de impedir la tunda. ¿Había sido atacado por los UIP porque estaba arrojando objetos y protagonizando algún episodio violento? Malo ¿Era un atacado al azar, alguien al que le había tocado por puro capricho de un agente recibir candela? Peor.

Por supuesto. Se veían venir incidentes. Y quienes convocaron ese 25S que no me ha convencido demasiado nunca deberían haber contado con mayores medios o iniciativas de control de extremistas y violentos varios. Propios y ajenos, que tanto monta monta tanto.

Pero me enfada, me indigna, me preocupa, me estremece, me horroriza la constatación, una vez más, de que alguien obtiene ventajas del conflicto violento, de que alguien saca rentabilidad del quebrantamiento de la paz social y de la gresca. Y que ese alguien esté en el propio gobierno, en sus delegados, en los mandos policiales o en los agentes que deberían cuidar por el bien común.

Sé lo que ocurrió en Reinosa. Sé lo que he visto, esta vez a través de las redes, en Madrid. Y no me gusta.

jueves, septiembre 27, 2012

COLORES



Hace hoy justo dos años nos anunciaba el doctor Rivera que el cáncer de Leo continuaba activo, y se estaba manifestando de nuevo con una especial virulencia. Anunciaba una quimio mucho más agresiva y la entrada en un nuevo tiempo de incertidumbres.

Leo quiso un par de días después una foto después de pasear un poco al sol, delante de la casa de los Calderón, vestida ya con los colores del otoño, con ese talento suyo para la escenografía, con esa obsesión por dejar rastro fotografía tras fotografía como si algo le dijera que le quedaba poco tiempo. Aunque no dejó ni un sólo día de luchar, aunque siempre estuvo convencido de que superaría la guerra a pesar de que ese 27 de septiembre de 2010 hubiera perdido una batalla importante. ¿Cómo olvidar sus ojos de asombro, su voz temblorosa y casi infantil preguntando en un susurro al doctor si de verdad no quedaba esperanza, si se iba a morir, cuando sólo tres semanas más tarde la realidad volvió a golpear duro? O tal vez quería simplemente evitar preocupaciones a quienes le quisimos, a quienes le queremos. De nuevo, ¿cómo olvidar ese "yo me voy a poner bien, porque quiero vivir, porque tengo ahora muchas cosas por las que vivir, así que no me mires así que vas a preocuparme" cuando no podía evitar mirar de reojo con los ojos asustados cómo día tras día se iba convirtiendo en apenas una pizca.

Esta foto, la última foto de Leo, la compartió en su Facebook escribiendo "La vida son colores. Colores. Eso pongo en mis días. Y les doy gracias a todos porque me ayudan a conseguirlo".

La vida y la muerte marcan nuestros calendarios. Sólo la vida y la muerte con seguridad nos dejan fechas exactas para el recuerdo. Pero el 27 de septiembre de 2010, el 27 de septiembre, se ha quedado también clavado en la memoria. Tal vez porque desde entonces Leo y yo hemos estado muriendo cada día. Tal vez porque desde entonces el tiempo se ha parado y la vida se ha quedado para siempre sin colores.

martes, septiembre 25, 2012

COSPEDAL UN RATITO


       
Tengo que confesarlo: María Dolores Cospedal (ya sabéis que es de esas que en un arrebato egótico se autoimponen el "de" para darse importancia) me supera. He escuchado sus mentiras descaradas sin que le creciera la nariz ni le subieran los colores, afirmando que sus programas decían lo que no decían. He visto sus mantillas devotas y su hipocresía cabizbaja de procesión en procesión, en el exhibicionismo hipócrita de quien se perdona todo a sí mismo pero pretende dar lecciones morales al resto del universo y se aprovecha de la vieja alianza entre el trono y la cruz para que nos vaya quedando claro que en su ansia de poder no hay pantomima que se le resista. He sido testigo como todos los ciudadanos de cómo abría la caja para engrosar los haberes no merecidos, con especial descaro aquel sueldo de senadora que cobraba puntualmente sin pisar por la cámara alta y sin haber presentado una sola moción o propuesta, sin haber abierto una vez la boca en toda la legislatura.

Dignos antecedentes para quien con boca de jarro dispara que el 25-S (con el que por otra parte y como sabréis no siento cercanía alguna: siempre me aterrorizó el naïf) es idéntico al golpe de estado de Tejero el 23-F. Sobre todo para quien, llevaba tiempo sin encontrar el momento de ponerme manos al blog para comentarlo, minusvalora la actividad política tanto que después de hacer cálculos de puro rédito electoral para saber bien cómo puede mantener su mayoría en Castilla-La Mancha, si aumentando diputados, recortando diputados, o depende de la hora del día o las copas de la noche, concluye que hay que retirar el sueldo a los diputados autonómicos. Toma, toma y toma. Sírvame demagogia de salón con tres cuartos de populismo de garrafa y un par de guiños rebeldes de mayo. Con un poco de sifón.

Está de moda el odio a la política y sobre todo a los políticos. Así que siembra sobre campo abonado el proclamar que un diputado no debe cobrar por su trabajo y su responsabilidad, su muy alta responsabilidad. Para escandalizarse con mohín de cartón-piedra cuando se le dice que se trata de una medida absurda que sólo implicaría que, a la manera de la antigua Roma, los patricios quedarían al cuidado de los asuntos públicos (ese otro viejo maridaje entre zorras que cuidan gallineros) y los curritos a lo suyo, que es trabajar para que haya muchos impuestos que solucionen la crisis y permitan que Cospedal siga con sus tan pingües como probablemente inmerecidos ingresos. Y para pagarle a la señora la seguridad pública de su búnker habitacional de luxe y el agua gran reserva que por lo visto se echa al gaznate a precio de vodka en los Consejos de Gobierno.

“No entiendo por qué eso va a suponer que se dediquen a la política nada más que los que sean ricos. No entiendo por qué una persona que tenga su oficio y que se gane la vida con su oficio, una persona que tenga un negocio, que tenga un bar y tenga empleados o no los tenga, y pueda sacar un rato libre, o un fontanero, un electricista o una persona que tenga un taller, no entiendo por qué no se pueden dedicar a la política. Estoy radicalmente en contra” nos dice Maricospi de Cospi. En una gramática parda y torpe que no nos acaba de dejar claro qué es lo que pone a su señoría radicalmente en contra. Pero que nos delata lo que piensa de los políticos y del servicio público: que siempre se podrá sacar un rato libre para cumplir, comosi ejercer de diputado fuera podar los bonsais, tomarse unas cañas o dar un paseo a la sombra de una sombrilla de encaje y seda.

Me pregunto qué responsabilidades sobre su dedicación y trabajo podríamos pedir a los diputados que no van a cobrar, que no van a poder centrar su día a día en la actividad pública, y que deberán estar más pendientes de liquidar el IVA y asegurar la clientela del bar que de sus altos intereses. Que deberán encontrar "un rato libre" para desplazarse desde Ciudad Real o Guadalajara a Toledo para debatir sobre asuntos que no habrán tenido tiempo de estudiar. Me pregunto si no crecerá, todavía más, la alarmante corrupción, y no serán multitud quienes se entreguen al poder de los sobres. Si habrá alguien capacitado que vaya a renunciar a su escaso tiempo libre para dedicarlo a una actividad que, de entrada, le supondrá todo un saqueo de oportunidades en una larga lista de incompatibilidades durante y post mandato. De hecho, me permito recordar que hay antecedentes de cámaras y tiempos en los que en vez de sueldo había dietas de desplazamiento y asistencia en la que el resultado a fin de mes era más suculento que ahora.

Yo, que creo en la política y en los políticos (que no en la demagogia ni en los profesionales de la política crecidos a la teta de los aparatos), que creo en la transparencia, que creo que debería haber un régimen todavía más severo de incompatibilidades y de exigencias, de controles y de responsabilidades, que creo que la política es, debería ser, una de las más absorbentes y altas dedicaciones de un ciudadano, con o sin bar, creo en justa correspondencia que ese trabajo tiene que estar remunerado y remunerado de manera correcta y justa para las responsabilidades asumidas, entre otras cosas porque esa remuneración es la garantía de que puedan ser los mejores, vengan de donde vengan, quienes se ocupen de esos asuntos que hoy están en manos de gentes como Cospedal. La bien pagá, que desde hace tiempo le dicen.

lunes, septiembre 24, 2012

PRAY FOR LORETO


Llevaba tiempo ya como la crónica de una muerte anunciada. En esta ciudad imposible en la que uno asumió hace ya tiempo que las administraciones están sordas y ausentes para toda voz, toda propuesta, toda opinión, que no emane de la propia iluminación de sus gestores y los diversos intereses asociados. En esta ciudad en la que todo proyecto se forja en el silencio y la opacidad, cobra luz sólo cuando la marcha atrás o la modificación es punto menos que imposible, cuando ya se ponen a trabajar los engranajes de la maquinaria propagandística y se acumulan las cartas al director para celebrar las buenas nuevas sin el más mínimo espíritu crítico, con las mismas firmas siempre repetidas, fáciles, demasiado fáciles, de rastrear hasta encontrar la madre de todas las opiniones.

Loreto se marcha para siempre. La vieja draga varada en Gamazo que había conseguido preservar ese aire portuario y canalla, ese olor a salitre y a brea entre las gradas del dique seco, junto a la singular casa de bombas. Los nuevos aires demandan nuevas vistas, paseos amplios en los que está por llegar pero cercano el día en el que no sabremos si caminamos por A Coruña, por Alicante, por Manacor o por nuestro Santander imposible.

Cierto, la draga es una vecina no demasiado antigua. Ocupa su lugar desde finales de los 60 o principios de los 70. Y desde su lugar ha luchado contra el Ábrego, contra la humedad, contra el óxido. Contra la desidia sobre todo. Contra la incapacidad para imaginar de gestores en general poco capaces y con alto grado de miopía social y cultural. ¿Cómo íbamos a pretender que vieran en Loreto y en todo su entorno un espacio para la recuperación y la dignificación, cómo pedirles un mínimo esfuerzo para que el área de Gamazo fuera un espacio señalado de arqueología industrial en el que la memoria del puerto, de ese puerto que ya no está allí pero que fue el sentido de la ciudad, de su nacimiento y de su evolución, de sus mejores galas y de algunas de sus más terribles catástrofes? Hubieran sido posibles espacios de ocio y de recreo junto a espacios culturales, hubieran sido posible centros de interpretación sobre la actividad ribereña, sobre la carpintería de Rivera, sobre la caza de la ballena, sobre el hermanamiento de mercancías y pasajeros con las Américas. Memoria, identidad, el alma de un Santander capaz de asentar y de explicar su propia personalidad.

Nunca olvidaré ese momento en el que la draga Loreto cobró nuevo protagonismo y nos abrió la puerta a soñar con nuevas misiones y nuevos proyectos en su entorno. Celebraba la Galería Siboney su décimo aniversario, y eligieron sus responsables la draga y el puerto para toda una fiesta cultural en un espacio al que los ojos oficiales de la ciudad no sabían mirar. Fue mágico escuchar aquella noche a esa extraña sirena que es Fátima Miranda, observar el cuerpo en movimiento del singular bailarín que es Cesc Gelabert. Pero claro, en esa ceguera institucional ¿sabe alguien quiénes son Miranda y Gelabert?

Pasaremos de nuevo por Gamazo, echaremos de menos a Loreto y a todo lo que hoy está muriendo entre los dientes de la grúa que va arrancando pedazos de su carne metálica y corrompida. Echaremos de nuevo ese escenario particular donde entre la draga, los tinglados, la casa de bombas y el dique seco la ciudad y el puerto podrían haberse abrazado de nuevo gracias a la cultura. Lo que pudo haber sido y no es. Otro de esos trenes que aquí siempre perdemos.

miércoles, septiembre 12, 2012

EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE SANTANDER MIRA HACIA EL FUTURO (3)


Y vamos a continuar hasta la docena en esta serie de reflexiones en torno al FIS que se nos presenta después de la cesantía de Ocejo. Al menos de momento.

9. RECUPERAR LA CALLE. El traslado, necesario, del Festival Internacional de Santander de la Plaza Porticada al Palacio de Festivales de Cantabria trajo muchos beneficios y algunas pérdidas. Entre ellas, aquel Festival que se imponía a los ciudadanos como parte del propio entramado urbano, aquel en el que era posible intuir parte de la maravilla interior dando un paseo a pesar de que no quedaran entradas o de que el presupuesto no llegara, aquel en el que era posible por muy pocas pesetas obtener un lugar en la bancada de la C lateral. El espacio cerrado ha fomentado la sensación de que el Festival es un espacio cerrado en vez de una fiesta cívica. Y tal vez sería el momento de invitar otra vez a la ciudadanía a tomar parte en el mismo.

Es evidente que no es posible ampliar el aforo de la Sala Argenta. Pero sí puede ser interesante el desarrollo de una parte del Festival a pie de calle. Una toma de la calle que implicaría un mayor dinamismo, una presencia festiva y real, y sobre todo la captación de nuevos públicos. Modelos existen muchos en los que fijarse, desde el Fringe del Festival de Edimburgo a los Proms londinenses, desde las propuestas de calle de Avignon o Barcelona a la presencia cotidiana de artistas en Praga o París. De hecho, en la propia Santander han sido, creo, celebradas y exitosas las salidas a la ciudad del MAF y algunas otras propuestas. Recuperar la calle será para el FIS recuperar la vida, el tono, la implicación con el territorio y con la gente.

10. RECUPERAR EL TIEMPO. Puede que una de las falacias más burdas del discurso oficial de Festival e Instituciones en los últimos años haya sido precisamente el de que el FIS era un gran escaparate cultural que aportaba gloria y oropel a Santander y Cantabria, y que por lo mismo actuaba como relevante imán para el turismo.

La realidad y la lógica, siempre tan duras, nos explican (más allá de lo ya comentado sobre el mínimo o nulo interés del FIS para los medios de fuera de Cantabria) qué difícil resulta atraer turismo cuando la programación se presenta solo unos pocos días antes del inicio de su calendario. No sólo porque no es posible organizar unas vacaciones en fechas especialmente difíciles (agosto) con sólo unas semanas de anticipo, sino porque además no se prevén formas de adquisición de entradas a través de banca, Internet o intermediarios que no sean Caja Cantabria. ¿De verdad alguien se cree que una familia va a planificar sus vacaciones en Santander pensando en el Festival sin saber cuál es el programa y sin saber si va a disponer de entradas? ¿Podemos ser un poco serios?

Otra cosa será que quienes de costumbre o por casualidad se encuentren veraneando en Santander puedan aprovechar para asistir a alguna velada del Festival. Pero desde luego un Festival con un programa sólido y una gestión más sólida aún debería tener una gran proyección económica.

11. EVALUACIÓN. A la hora de analizar la vitalidad y el desarrollo del Festival, no basta con la reunión de un patronato y de las instituciones que colaboran con el evento. No, si permanecen sordas a la voz del público y de la sociedad en general. La realización de encuestas de satisfacción de público son, hay otros medios también claro, un buen indicador si se hacen con rigor. Roza el ridículo poner una urna para que de forma anónima y en un cutrepapel se pueda opinar, roza el ridículo evaluar la repercusión económica del Festival preguntando sin orden ni concierto a algunas damas si esa tarde pasaron por la peluquería o si se habían vestido de manera especial para la velada. Hablamos de una evaluación seria capaz de generar resultados estadísticamente mensurables y razonables. No es el único medio pero sí uno más para saber si el Festival se encuentra en el buen camino.

12. LA DIGNIDAD DEL DETALLE. Un poco cajón de sastre va a resultar esta duodécima reflexión, pero allá va. La importancia de las pequeñas cosas es parte de la importancia de las grandes. El Festival debería mimar los detalles. ¿Es presentable un Festival Internacional en el que a cambio de una entrada de 150 euros recibes un programa que viene a ser un folio doblado en papel satinado y prácticamente sin información? ¿Es presentable que en esos programas haya faltas de ortografía o errores de bulto en los nombres de artistas y compositores? ¿Cómo es posible que en los folletos generales aparezcan intérpretes y autores pero no obras, de verdad alguien piensa que al público le da igual lo que vaya a escuchar o presenciar esa noche?¿Libretos y textos originales y traducidos de lo que se vaya a cantar/interpretar no forman parte de una experiencia conjunta?¿Qué hay de aquella vieja puntualidad que tan a rajatabla se llevaba en La Porticada? ¿No es posible a estas alturas encontrar una forma de que durante los diez o veinte primeros minutos de una representación o un concierto no se estén escuchando permanentemente los disparadores de las cámaras fotográficas de la prensa?¿Un diseño más actual y atractivo de cartelería, programas de mano y en general los recursos de comunicación e imagen?




lunes, septiembre 10, 2012

EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE SANTANDER MIRA HACIA EL FUTURO (2)


Y después de un par de días, continuamos apuntando algunas ideas en torno a lo que según mi opinión debería ser la historia hacia el futuro del Festival Internacional de Santander.


6. ESTABILIDAD PRESUPUESTARIA. He defendido aquí y en otros foros que una costumbre pendiente a favor la transparencia de la gestión pública debería ser la realización de auditorías independientes, que permitieran conocer el estado de la gestión antes de que una nueva etapa diera comienzo (de hecho, en otros casos, antes de que se realizaran nuevas elecciones). Pienso que además en instituciones que no consisten en cuadrar cuentas, sino que se definen además por otros rasgos, esa auditoría debería investigar comparativas de precios, sobrecostes, etc. Pero como ya dejé de creer en los Reyes Magos no creo que nunca se nos vayan a aclarar las presuntas oscuridades que corren desde hace tanto tiempo de boca en boca, incluso a muchos kilómetros de Santander.

En todo caso, existe una deuda pendiente considerable, que no debería obstaculizar la labor de los nuevos responsables del FIS. Cierto que habrá que darla respuesta, cierto que estamos en un momento de crisis especialmente delicado, pero cierto también que si de verdad queremos que el Festival encuentre un espacio propio y una revitalización las estrategias de cierre contable no deberían ser un obstáculo para una nueva frescura. De la misma manera, opino que debería buscarse el modo de que el Festival tuviera una dotación estable asegurada, aunque fuera sobre mínimos, que le permitiera tomar decisiones y dar forma a proyectos con antelación adaptada a las agendas de las primeras figuras.


7. SIGLO XXI. Frente al estatismo absurdo de quienes consideran que no es posible transformar una sola coma de las herencias culturales, todo tiempo, todo gran artista, ha sido capaz de integrar la historia y los mitos que le precedieron y de darles nuevo sentido, adaptado a un tiempo diferente y una mentalidad diferente.

Con algunas brillantes excepciones (Penderecki, Kantor o Bèjart , por poner un ejemplo de cada una de las artes en las que el Festival ha venido interviniendo) la mayor parte de la contemporaneidad más interesante y consolidada ha vivido ajena al gran evento veraniego. Así, en música nada o prácticamente nada hemos sabido en los programas de Gubaidulina, Pärt. Corigiliano, Menotti, Taverner, Gorecki o Glass. Y hemos sabido demasiado de Tomás Marco. Pero, curioso, incluso hacia el pasado el Festival ha permanecido opaco, ignorante de nuevas corrientes y prácticas interpretativas, ignorante del redescubrimiento de grandes compositores que en realidad eran prácticamente desconocidos (¡qué diferencia la valoración actual de Händel o Vivaldi tras descubrirse y reivindicarse tanta obra dormida en archivos!).

Generar interés, abrir el espacio, es también proponer, provocar, reinventar y llenar de fuego los escenarios. Porque en el arte buscamos también el espejo que nos estremezca y nos ensalce o nos rompa, buscamos en este tiempo convulso e inseguro nuestra propia insignificancia. No solo la exaltación arqueológica de las glorias y caídas pasadas. Y esto significa necesariamente compartir la mirada de nuestros grandes creadores y la reinvención de los clásicos.


8. PROGRAMACIÓN PROACTIVA. Desde hace mucho tiempo hay una impresión generalizada de que son los agentes, unos pocos agentes, y las giras internacionales las que marcan la práctica totalidad de los programas.

La existencia de una dirección nueva, esperemos que articulada ante un proyecto de crecimiento y no como una mera proyección personal, tendría que dirigir. Esto es, tendría que tener claro cuál es el mensaje, cuál es la intención de cada edición, y trabar a partir de ahí los mimbres de la cesta, sin limitarse a una pasiva recepción repetitiva de lo que otros programan, otros deciden, otros marcan.

La falta de criterio que ha implicado reiteración de artistas y de obras, pero que además ha perdido la oportunidad de reivindicar con ciclos o incluso ediciones dedicadas a las grandes celebraciones internacionales de la música, el teatro o la danza, frustró fechas que tendrían que haber sido centrales, como la conmemoración de Argenta o la de Händel. Este mismo año, el bicentenario de la Constitución de 1812 podría haber significado una gran fiesta del Romanticismo desde múltiples lecturas, y no limitarse a abrir con la Octava de Beethoven. Elección correcta y hasta obvia, pero desde luego insuficiente.

miércoles, septiembre 05, 2012

EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE SANTANDER MIRA HACIA EL FUTURO (1)


Puesto el punto final a la satrapía de Ocejo en el Festival Internacional de Santander son muchos los interrogantes que ahora se abren, algunos de los cuáles irán encontrando respuesta inmediata con la previsible reunión del Patronato a principios del otoño. Otros deberían formar parte de un debate social amplio y enriquecedor, capaz de definir cuál es el Festival que queremos, el que necesitamos, el que podemos. Capaz, en suma, de devolver la ilusión alrededor del vetusto y ausente evento, de recuperar su carácter de fiesta colectiva, y de dotar de renovados bríos, de esperanza y de futuro a la aventura que Ataúlfo Argenta iniciara junto a José Manuel Riancho en el lejano 1952.


Desde este blog me atrevo a poner en abierto algunas de las cuestiones que me parecen relevantes y que tal vez sirvan nada más para un debate privado en esta habitación desordenada. Organizadas de cinco en cinco.

1. DEFINICIÓN DE LA ESTRUCTURA JURÍDICA. A lo largo de estos años, ha sido patente que la personalidad jurídica del Festival está anticuada, que no responde a las necesidades y criterios de una mirada contemporánea, mucho menos a las exigencias que hoy la sociedad plantea a una institución que gestiona dinero público y que por tanto está al servicio del común y no de intereses privados. Esta modernización del status jurídico del Festival necesariamente debe contener unas normas precisas sobre nombramiento y responsabilidad del director y el equipo responsable, sobre el control que alrededor de la gestión y resultados deben ejercer quienes sostienen económicamente el evento, la garantía de libertad en la definición del proyecto artístico y su desarrollo, la limitación temporal en el desempeño del cargo, y seguramente muchos otros extremos que estarán apreciando ojos más avezados.

2. DEFINICIÓN DEL PROYECTO/PROYECTOS. Me parece importante que el Festival orbite en torno a uno o varios proyectos coherentes y de medio recorrido. Considero que el pastiche o el patchwork están fuera de onda desde hace tiempo, que la capacidad de un gran evento para atraer la atención exterior y la satisfacción interior pasa por la adquisición de una personalidad propia y diferenciada. Una singularidad que defina al Festival no sólo frente a otros eventos de cercanas características, al menos en España, sino también frente a las programaciones regulares que están hoy al alcance de la mano si no en Cantabria sí en Bilbao, San Sebastián, Oviedo, Madrid o Burgos, ciudades todas que están recibiendo a un público cántabro ya demasiado desencantado con los ardores locales. No se puede seguir sosteniendo que la identidad del Festival sea “la calidad” (ese es un mínimo exigible, no un objetivo per se) o “la excepcionalidad” (sobre todo cuando se habla desde la repetición de propuestas y artistas o desde la presentación de lo que es normal a lo largo del año en tantos programas).

3. ACCESIBILIDAD. De entre las críticas que han sido frecuentes en los últimos años, una ha sido la de los precios imposibles de las entradas. El Festival ha tenido una financiación esencialmente pública, y por tanto sus precios deben ser sí o sí precios públicos. Es impresentable que las instituciones de todos financien un chiringuito vip para la exhibición de vanidades políticas, económicas y variopintas. Basta echar un vistazo a programas similares a los del FIS en estos años atrás para que resulte evidente que idénticos programas con idénticos artistas suponían en otros foros entradas un 40-50% más baratas que en Santander. Sin contar descuentos específicos para determinados grupos. Una parte de la relación sentimental entre Santander y su Festival se basaba en la capacidad de atracción de la música, la danza y el teatro hacia públicos que mostraban curiosidad o fascinación y que descubrían un particular universo. Una función en cierto modo iniciática que se ha perdido, en buena medida por, me repito, unas entradas a precios escandalosos.

4. MARCO TERRITORIAL. Uno de los puntos de consideración obligatoria en cualquier estrategia moderna de gestión cultural es la relación entre la institución/programación y el territorio en el que se desarrolla y, en este caso, del que depende. Resulta necesario abrir un diálogo fructífero entre el Festival y la sociedad santanderina y cántabra, y en especial un diálogo entre el Festival y los artistas de Cantabria. Que se perciba la mayor propuesta musical y escénica de nuestra región como un espacio ausente, como una oportunidad imposible para los intérpretes y creadores cántabros es, sin duda, una fuerte pérdida. Desde la excelencia, pero también desde el riesgo, el Festival tiene que abrir espacios de crecimiento y proyección, tiene que ser también oportunidad. Y tiene que ser también impulso: que tras 61 años de grandilocuencia Cantabria sea hoy, por ejemplo, la única comunidad autonóma que no cuente con una formación orquestal, sea en formato grande, sea medio, sea pequeño, sea estable sea temporal. Vale, estamos en crisis. Pero no siempre lo hemos estado. Y el Festival no ha sido capaz, no ha querido o no ha estado interesado en provocar y aportar vitalidad.

5. COMUNICACIÓN. Frente a la narración oficial del Festival, que lo propone como gran referente cultural y gran embajador de Cantabria, la realidad, la triste realidad, es que desde hace años ni la crítica, ni los medios, generales o especializados, muestran mayor interés por lo que ocurre en los agostos festivaleros santanderinos. Sumergirse en las hemerotecas es constatar un amplio silencio que desde luego contradice el discurso autocomplaciente. Encontrar la definición, la personalidad, la singularidad es, sin duda, un buen camino para una nueva carta de presentación capaz de atraer el interés. Pero no es la única tarea pendiente. Hay toda una estrategia de comunicación y de relaciones públicas abiertas por desarrollar frente al estatismo, las puertas cerradas y la conformidad con las valoraciones cada vez más escasas de los viejos amigos.




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