martes, septiembre 22, 2015

UN DÍA PERFECTO


No sé quién acuñaría esa vieja idea de que el verdadero Paraíso es nuestra infancia. Pero el reencuentro con los viejos compañeros y compañeras del Colegio Antares de Reinosa viene a servir como aval de la misma, del grupo de estudiantes que en todo o en parte cursamos la EGB entre 1971 y 1979 en un colegio que abría sus puertas precisamente en 1971 y que quiso ser un referente pedagógico moderno, humanista, libre, abierto. El caso es que nacidos en nuestra mayor parte en 1965, habíamos decidido celebrar juntos el medio siglo, y manos a la obra el pasado sábado, en plenas fiestas de San Mateo, nos encontramos para tomar unas cañas, comer en buena compañía y jugar a reconocer y a ser reconocidos.

Durante la preparación del encuentro, comenté a algunos profesores con los que tuve ocasión de hablar, Mari Ascen, Mari Tere o Pepe Espurz, que algo habrían hecho bien cuando el recuerdo del colegio estaba bien asentado en tantos y tan bien. 54 compañeros pudimos responder a la convocatoria, a los que habría que sumar los ocho o diez que no pudieron estar presentes ni en la comida ni en otros momentos del día por problemas laborales, el pequeñísimo grupo al que no pudimos localizar y, cómo no después de tanto tiempo, los ausentes Carlos, Moisés, José Antonio, Ester, Monchi.

Ante estos eventos tiene uno siempre sus nervios, sus reservas, sus dudas. Pero desde el primer momento, en el primer punto de encuentro que tuvo lugar a las 12:00 en la mítica bodega de Pepe el de los Vinos, la sensación fue la de que el tiempo no había pasado, de que simplemente recuperábamos las conversaciones y la confianza que habían quedado suspendidas en junio de 1979 (algunos no nos habíamos vuelto a ver desde entonces). Así fue con Jesús Ángel, Mateos y Marta, con los que configuré el primer cuarteto en llegar. Muy pronto con mi querida princesa y así poco a poco con los que se iban acercando al Pepe, al Ábrego, a la foto delante del cole, al Golf de Nestares  donde también las hermanas Torices habían organizado a la perfección la acogida y la colación ... 

Está claro que fuimos felices en el Antares, claro también que con el paso del tiempo esos pequeños espacios que se nos fueron extraviando cobran un valor especial, se nos hace evidente que los amigos de entonces, los de la infancia, los del patio del colegio, fueron los primeros y siempre serán los mejores, porque forman parte de nuestra historia privada. Allí con ellos se quedaron los primeros amores, los primeros disgustos, risas y lágrimas, juegos y estudios, pedacitos de vida y de corazón que hoy nos resultan si cabe más entrañables.

No puedo sentir más que agradecimiento por la oportunidad de haber sido niño en Reinosa y en el Antares, gracias a mis padres, a mis profesores. Pero sobre todo gracias a vosotras y a vosotros que poblasteis mi infancia de alegría, que siempre me hicisteis sentir querido, importante, especial. A vosotros que abandonasteis por un día los achaques y las responsabilidades y volvisteis a ser niños y niñas a mi lado, como si lleváramos puesto el uniforme y las mismas ganas de vivir y de soñar que entonces: Elena, Metodio, Orzowei, Marchena, Mateos, Belén, Mariluz, María, Michel, Milagros, Juan Carlos, Gus, Maricruz y Maricruz, Azu, Yolanda y Yolanda, Irene, María Jesús, Ana José, Maribel, Rocío, Marisol, María Jesús, Eva, Luisa, Santi, Jaime, Berto, Daniel, Jesusa, Pedro Antonio, Manolín, Lolo, Maribel, Rosa, Marta, Marián, Jesús, Juanjo, Tito, Nieves, Montse, Jesús Ángel,  Ana Belén, Blanca, Elisabet, Carmen, Mamen, Esperanza, Ana Isabel, Angelines, Virgilio. Y cómo no a Yolanda (otra más), a Rosi, a Mariví y a Marisol, a Ana, Geni, Maruja, María José ... en fin, a quienes no pudisteis estar el sábado pero sabéis que sois parte de esta familia bajo la eterna luz de aquella estrella roja.


miércoles, septiembre 16, 2015

HABLANDO DE ARTE


En una de mis redes sociales, en medio de uno de esos eternos, recurrentes y cuasi bizantinos debates sobre el "Toros sí, toros no", escribe un amigo algo así: "¿Cómo no va a ser la tauromaquia un arte, si multitud de pintores, poetas, escultores, fotógrafos, novelistas la han cantado fascinados por ella y la han utilizado como fuente de inspiración?". 

Nadie, imagino, cuestiona que la pintura, la poesía, la fotografía, la escultura, la danza, la novela sean arte, al menos formas de expresión artística, con independencia de cuáles sean sus fuentes de inspiración. La guerra no es arte (diga lo que diga Sun Tzu) pero sin duda lo son Guerra y paz o La carga de los mamelucos. La pedofilia no es un arte, pero sí lo es Lolita; no son un arte los taxis, pero sí pueden dar contenidos a hermosos poemas de Luis García Montero. 

Surge, en todo caso, la cuestión principal en torno a qué sea el arte. La maldita polisemia, de nuevo, y la necesidad de establecer una especie de diccionario básico con el que compartir palabras y mensajes con los otros intentando evitar el ruido, la ambigüedad, la incomunicación. Así que, sin encajar del todo en ninguna de las nueve entradas que la tal palabra le provoca a la Real Academia de la Lengua, voy a comentar el contenido que para mí es esencial en la determinación de su contenido práctico: la transformación de la realidad física y la revelación que tal transformación necesariamente desata en nuestra percepción del mundo.

Incluso en sus concreciones más clásicas, realistas y naturalistas, todo gesto artístico selecciona y altera la realidad circundante, la carga de sentidos, símbolos, preguntas, la modifica y la configura como una respuesta de un ser humano único y concreto que trabaja desde una sociedad, un espacio y un tiempo igualmente determinados, a los interrogantes propuestos desde el universo sensible, desde la vida. La pintura utilizará sus mejores herramientas, la forma, el color, la composición, la perspectiva, para atrapar el instante tal y como de él se ha apropiado el artista. La danza escribirá formas y emociones desde la estilización o la violencia de los movimientos corporales. La música inventará desde el sonido físico todo un catálogo de emociones nuevas que a veces puede aparecérsenos como infinito. No hay arte sin transformación de una materia, como tampoco lo hay sin desvelamiento. El genio del artista, si así queremos llamarlo, su intuición, su talento, su pericia, es capaz de conquistarnos cuando la obra, cuando la materia transformada, golpea nuestra consciencia. En sus mejores manifestaciones, para nuestra historia personal existe un antes y un después del encuentro con la obra de arte, también así para un hipotético yo colectivo que genera desde la epifanía de la gran obra una catarsis plural y un cambio de códigos sociales y estéticos. Desde el pasmo hasta el síndrome de Stendhal, la furia del arte nos deja sin aliento ante una Quinta de Tchaikovsky, un soneto de Góngora o las formas gigantescas de Anselm Kiefer. Aprendemos entonces que el mundo se nos expone con pliegues, sombras, recovecos que no habíamos sabido encontrar y que el artista-demiurgo es capaz de poner ante nosotros, cuestionándonos, llenándonos de preguntas. 

No veo ni transformación ni desecamiento en la violencia contra los toros, tampoco en la ejercida contra cualquier otro animal, pero de esas otras no pretendemos hablar como de arte. No es transformación, no en el sentido que exponía, el único cambio que de verdad se produce en esas digamos fiestas, el bienestar en dolor, la vida en muerte. Sólo gestos, códigos y ritos repetidos año tras año, festival tras festival, sólo liturgias cada día mas vacuas de las que nada cabe sentir en el fuero personal como llave de un nuevo conocimiento. Es posible que el público de tales hazañas sienta pavor, emoción, tensión, ante los lances presenciados una y otra vez y de sobra conocidos, como también el trueno puede asustar infinitamente al niño o el vértigo removerá nuestras tripas cada vez que nos asomemos a la ventana de un piso muy alto. Pero las descargas de adrenalina nada tienen que ver con el tránsito y el conocimiento, sí, sin embargo, con la perpetuación de los códigos más viejos, probablemente los menos nobles, del ser humano.



lunes, septiembre 07, 2015

CAFÉ ESPEJO : UN NUEVO POEMA PARA UN NUEVO LIBRO


No siempre resulta fácil encontrar el tono, los tonos, pero poco a poco han ido surgiendo los poemas que ya no tendrán que esperar mucho para convertirse en el libro que le debo a Leo y que llevará por título "33 Instantáneas". Quiero hablar de nuestra vida juntos, después de encontrarnos por fin en Barajas aquel Viernes Santo de 2009, quiero hablar de lo que fue el amor y de lo que fueron el dolor y la pérdida, construir ambos tiempos que a veces se entrecruzaron a partir de recuerdos específicos, de imágenes concretas en su mayor parte recogidas en fotografía.

He publicado algunos poemas en el Facebook, pero mi blog también se merecía alguna primicia. Allá va este CAFÉ ESPEJO para todos vosotros.

CAFÉ ESPEJO

                Para José Luis Serrano

Nacha Guevara actúa con Favero,
su pianista de siempre en el Teatro
Fernando Fernán Gómez de Madrid.

Desde los quince años yo la adoro,
a la Nacha de Noche que a caballo
va o en coche.
                         Y tú te la imaginas
como un loco personaje de la tele
con acento del Río de la Plata,
un cutis imposible y muchos años.
Entusiasmado, apruebas el proyecto
(aunque el sol de Castilla te da miedo
en este mes de julio -protección
total para tu piel de seda blanca-)
y sólo tu sonrisa vale el viaje.

Nos veremos allí con José Luis
y con Mikel, y tomaremos algo
después del espectáculo, una cena
improvisada y tres o cuatro copas.
Pero ahora estás tan guapo que te invito
a merendar primero en el Café
Espejo (quiero sentir tu mano,
comprobar sus latidos, su calor
después de tanto y tanto escalofrío)
y tú quieres como siempre alguna foto
bajo las viejas lámparas de lágrimas,
entre madera y mármol, con el niki
de punto blanco y gris y Octavio Aceves
de involuntario atrezzo allá en el fondo.

Un actor consumado, un escenario
de comedia de época, tu gesto
concentrado en quién sabe qué quimeras.
Tan frágil, tan hermoso, que ahora creo
que nunca como allí te quise tanto.

jueves, septiembre 03, 2015

REFUGIADOS



Alguien llama a tu puerta.

De manera apenas consciente te quitas las zapatillas para no hacer ruido al caminar, apagas la luz no vaya a ser que te delate al filtrase por las rendijas, bajas el volumen del televisor hasta ese límite en el que te permite escuchar tu telerrealidad favorita pero imposible de percibir fuera de la salita. Con cuidado te acomodas en tu sillón preferido y esperas. Un par de minutos y, de nuevo, el timbre. Tienes la sensación de escuchar una queja, un gemido, un llanto apagado, te levantas con calma y te acercas de puntillas por el pasillo hasta el recibidor. Pero nada, falsa alarma, o a lo mejor el gato de la vecina o algún crío en la calle, nada importante.

Han llamado por tercera vez, el toque ha sido un poco más nervioso, más apremiante. Tanto que te da un poco de miedo y te aproximas a la mirilla, solo para comprobar que no hay peligro, que no es necesario llamar a la policía.  Miras y al otro lado nada más que ojos, ojos que miran hacia la puerta cansados, aterrorizados. Resignados. Un nuevo golpe, que suena a decepción, a hartazgo, un golpe agotado. Regresas a tu sillón y a tu programa.

En la televisión la telerrealidad da paso a otra telerrealidad: familias que escapan de la guerra, de la tortura, de la muerte, familias que han visto quién sabe qué horrores o que han preferido no esperar a verlos, ríos de personas que llaman a todas las puertas aunque saben que serán mayoría las que nunca abrirán. Vas hasta la cocina y regresas con un bocata de jamón y una cerveza, no sabes bien por qué pero estas historias siempre te han dado hambre. Entre mordisco y mordisco te compadeces de la triste caravana y tu cabeza se pone cavilar. ¿Por qué tienen que enseñarnos estas imágenes de tan mal gusto a la hora de la cena? ¿por qué no se quedan en sus países? ¿por qué me molestan a mí y no llaman mejor a la puerta del vecino?

Se te hace tarde, recoges el plato y la lata, apagas el televisor y te vas a la cama. Hoy también dormirás a pierna suelta, tranquilo, escandalosamente tranquilo.
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Un Santander Posilbe by Regino Mateo is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
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