miércoles, marzo 30, 2011

IMPUESTOS REVOLUCIONARIOS


Decían en Roma, en la clásica que no en la capital de Berlusconia, que la mujer de César no sólo debía ser honrada, sino además parecerlo. Reescribió Maquiavelo en Florencia el adagio, proponiendo que nada importaba que la mujer de César fuera o no honrada, siempre y cuando lo pareciera.

Corren vientos extraños, con cierto tufo a la podrida Dinamarca de Hamlet, que han obligado a una nueva reescritura en Santander. Qué más da que la mujer de César sea honrada, o no, o mediopensionista. Y sobre todo, qué más da que lo parezca o no si la ciudadanía no sólo aguanta todo sino que además ríe las gracias (y sí, me he leído "Indignaos" de Stèphane Hessel, como me leí en tiempo y modo "Antes del fin" y "La resistencia" de Ernesto Sábato).

No es la primera vez que en los pomos de nuestros domicilios particulares aparece una bolsita de plástico con una revista anónima en su interior, editada con buen papel, de esos de muchos brillos, con grandes e impactantes fotografías y de autoría anónima. En efecto, en las pasadas elecciones municipales, allá por el 2007, en mi escalera nos lo encontramos colocado puerta a puerta un sábado sabadete, víspera de la convocatoria electoral y en consecuencia jornada de reflexión. Pero claro, como Nadie había editado el panfleto y Nadie era responsable, Nadie estaba infringiendo la legalidad vigente con aquella sucesión de infografías, inauguraciones y primeros y sonrientes planos todos ellos dedicados a uno de los candidatos.

Esta vez, el panfleto tiene menos fotos del candidato (dará por supuesto que ya es debidamente conocido tras luchar bravamente durante cuatro años por no desperdiciar una sola foto), pero repite algunas de las viejas fotos -así pensamos que es fruto de su gestión lo que ya nos vendió la corporación anterior-, incorpora nuevas infografías -para que creamos que es realidad lo que, como la vida, es de momento sueño, y se apropia de obras que han sido financiadas por otras administraciones o incluso realizadas íntegramente por otras administraciones. Pero que revestidas de ese Azul Gaviota Reidora corporativo que tanto encandila a Ann Bottle transmiten un exacto y claro mensaje.

Se ha repartido, al menos por mi barrio, en tiempo adecuado. Por lo que no sé qué recelos habría para distribuirlo firmado. Claro que a lo mejor no ha llegado todavía a todos los hogares, y las nuevas remesas entrarán ya en proceso de dudosa legalidad y obvia falta de principios. También es cierto que se reparta cuando se reparta, supongo que será mejor no contabilizar los costes, que de seguro no serán bajos, de los miles de ejemplares editados y repartidos como ayudas a un determinado partido y a un determinado político de las empresas que imaginamos han cubierto su cuota, pagado favores varios o anticipado mercado cuatrianual hacia el futuro, a través de publicidad.

Hacía ya tiempo que se venía escuchando por esos bares capitalinos algo sobre los dineros solicitados de empresa en empresa (todas ellas con adjudicaciones o pendencias en el ayuntamiento que al parecer con estos modos napolitanos "ahora es más") como para que nos haya pillado de sorpresa el anónimo regalo.

Pero así son la cosas. No basta con la financiación regular, no basta con las publicidad institucional que pueda corresponder para explicar a la ciudadanía la gestión realizada. Y no bastan porque una y otra han de realizarse con transparencia.

Supongo que porque para muchos, o para algunos, o para los que sea, los fajos de billetes y las fotografías con brillantina resultan más excitantes con cierto olor a podrido.

sábado, marzo 26, 2011

CARTA DE CUMPLEAÑOS


Querido Leo:

Recuerdo que alguna vez te hablé de "Cartas de cumpleaños", ese libro de poemas con el que Ted Hughes recupera momentos, emociones, experiencias de su vida junto a Sylvia Plath, indagando tal vez en las causas del sucidio de la escritora, celebrando los momentos compartidos, recordando y recordando. Ese libro que me fascinó desde que descubrí por vez primera algunos de sus poemas y que he devorado tantas veces en la edición de Lumen.

Me gustaría ser algún día capaz de tejer otras cartas de cumpleaños, otra larga serie de poemas en las que seas tú quien brilla, el protagonista absoluto desde el centro del escenario. Tal vez sea capaz, cuando se amanse el dolor y cuando las palabras vuelvan a significar emociones y pensamientos bajo control y no sólo furia y ausencia desbocándose. Aunque yo no tenga el talento de Ted Hughes y el resultado no vaya a ser, claro que no, tan brillante.

Hoy hubieras cumplido 33 años. Hoy deberíamos haber estado juntos, bajo esta primavera perfecta que ha aterrizado a tiempo en Santander, comiendo a tu salud en algún sitio lindo y preparando una pequeña fiesta pueden que en Trashville, para que pudieras estrenar coqueto como siempre la camisa o el jersey que ayer te habrían regalado Mayka y Milagros.

Pero no fue posible. Tú, el fuerte, el capaz de enfrentarse sin miedos a las aventuras y los riesgos, el que venía de una historia difícil y de un difícil arraigo, el que miraba de frente y que se hacía transparente en la alegría y en el enfado, el que se comía el dolor para no molestar a los demás, el superviviente que estaba seguro de superar sin problemas lo que sería con el tiempo sólo otra prueba, no pudiste con el cáncer. ¿Recuerdas cuando me decías, Regi, no estés triste, no me mires así: Yo me voy a curar, porque tengo muchas cosas por las que vivir y quiero seguir vivo? Y fui yo, el blando, el torpe, el que se rompe con tanta facilidad el que tuve que quedarme para comprobar lo difícil que es enderezar si ti el rumbo, para comprobar con qué injusta facilidad el mundo puede de pronto desplomarse, y cuánto cuesta hacer pie de nuevo.

Contigo encontré algunos de los momentos más maravillosos de mi vida. Había llegado a creer que el amor no estaba hecho para alguien como yo (como te enfadabas cuando te lo decía y me recriminabas que me "tirara para abajo", que eso te convertía en un tonto y que tú sabías muy bien con quién estabas y por qué), había llegado a resignarme a tantas cosas, que fuiste como un huracán de alegría. Dormir a tu lado, abrazándote, ver la televisión apoyándome en ti, encontrarte en la calle y darte un beso, tratar de sorprenderte, de mimarte, de no dejar pasar un día sin decir "te quiero". Aprendiendo a pensar en plural, a pensar en "nosotros", a pesar de tantos años escritos en clave de "yo", a pesar de lo difícil que fue al principio acompasar nuestros ritmos.

Te sorprendería cómo se me han ido durmiendo tantas ilusiones y tantos compromisos. Supongo que algunos proyectos habían llegado antes de ti, para llenar vacíos; otros, cuando ya estabas conmigo, porque quería que estuvieses orgulloso de mí, que sintieras que yo también podía brillar un poco. Y eso a pesar de ser consciente de que cuando tú entrabas en un espacio y sonreías, ya no cabía más luz. Se me ha ido cayendo de las manos la aventura política, se me ha ido pudriendo Santander en el corazón, tanto que creo que necesito salir de aquí y encontrar otra raíz bien lejos, tengo aparcada la poesía, ahora que la necesitaría tanto, con las pruebas del libro que dejé sin corregir para estar pendiente de ti en los últimos meses en la misma carpeta y en el mismo punto.

Han sido meses de amigos, de grandes y buenos amigos, esos a los que una vez llamé "hadas" y que no me han permitido caer. Entre ellos las dos mujeres tan especiales que tú me "regalaste". Y tu hermana Marilia, siempre pendiente. Tanto que ya les prometí a ella y a tu madre, y a Lorelei, visitarlas en Uruguay, y aprovechar para pasear solo por las calles de Rivera en las que fuiste niño y que tan poquito te gustaban, por las de Montevideo que sentían tus pasos cuando yo tuve la suerte de conocerte. Las de esa Colonia del Sacramento que querías enseñarme como hermosa memoria del tiempo colonial. Porque cada viento bebido en la tierra de la que llegaste será como compartir de nuevo un poco de tiempo contigo. A solas. Como será estar a solas contigo el proyecto de Italia, que se frustró pero que tendrá que llegar.

Cinco meses ya, Leo, cinco meses. Y tú aquí, en las calles, en los bares, en los cajones, en las comidas, en las canciones, en las esperanzas, emboscándote para no marcharte nunca, para seguir dando voz a toda la gana de vivir que llevabas dentro.

Y yo queriéndote y queriéndote y sintiéndome huérfano cada día, muriéndome de frío en la cama, descuidándome y echándote tantísimo de menos.




martes, marzo 22, 2011

ESTAMOS LEYENDO ... "LA EDAD DE LA IRA" DE FERNANDO J. LÓPEZ



Soy consciente de que al Putojacktwist le gusta casi todo lo que lee, o al menos que sólo reseña en sus crónicas culturales de DosManzanas lo que le gusta. Y es que frente a perversos polimorfos como el escritor de este blog, da gusto encontrarse con personas amables que siempre saben encontrar el lado luminoso: no vean la tranquilidad que nos da saber que nuestras próximas escrituras en forma de libro podrán contar con su probada benevolencia.

El caso es que fue en uno de sus imprescindibles "Desayunos en Urano" de los viernes donde encontré la referencia a la novela de Fernando J. López y en sus palabras en las que encontré más que suficientes motivos para proponerme su lectura. Alguna conjunción astral quería que accediera al libro, porque esa misma tarde, de fisgoneo por Estudio, me la encontré de frente y, ya se imaginarán, me faltó tiempo para comprarla. Y para dar prioridad a su lectura.

Ya tuve un pequeño debate hace unas semanas sobre mi posible obsesión con la homosexualidad. Así que voy a tratar de explicar el poder de atracción que de entrada tuvo para mí "La edad de la ira". Sí, habla, entre otras muchas cosas, de los invisibles, de un estudiante gay en un instituto y una familia nada gays, y ya se sabe que los adolescentes, al modo de los ángeles, no tienen sexo. Y también de un profesor de secundaria gay, y ya se sabe que los padres se escandalizarían y armarían la de dios-es-cristo si supieran los terribles riesgos que sus hijos corren cerca de estos viciosos desalmados. Tal vez por eso yo, que fui adolescente gay en un instituto nada gay, y fui profesor gay de adolescentes en un centro donde, a pesar de todo, mi orientación no ofrecía problemas, supe con la reseña de José Luis que por primera vez podría verme, leerme, identificarme de forma más o menos plena con algunos personajes y situaciones de la novela. Salir del silencio es importante, abandonar la sombra, olvidar la invisibilidad. Aunque sea tan tarde, y aunque en cierto modo se nos haya condenado previamente a vivir una especie de adolescencia eterna en busca de nuestras referencias.

Pero "La edad de la ira" es mucho, muchísimo más que una novela en la que dos personajes principales sean homosexuales. De hecho, su mayor atractivo reside en un viaje inmisericorde a las bambalinas de un instituto de Secundaria en la actualidad, un viaje bien fundamentado desde la propia experiencia docente de Fernando J. Lopez que nos propone la reconstrucción de "los motivos del lobo", de las causas de un brutal crimen que se nos cuenta en las primeras páginas y que intriga a un periodista hasta el punto de llevarle al IES Rubén Darío, su antiguo instituto, para tratar de comprender la violencia que late bajo esa edad de la ira. Los compañeros y compañeras del instituto, sobre todo varios profesores, irán narrando su experiencia con el asesino y nos irán abriendo grandes interrogantes no sólo sobre la autoría del crimen, sino sobre sus propias valoraciones ante los engranajes oxidados que impiden que nuestro sistema educativo fluya.

La novela es una de esas con verbo fácil, estructura sencilla, que se lee de un tirón y que se preocupa más por contar una historia con claridad y pasión que por adentrarse en pastizales formales. Lo que no impide que Fernando J. López haya creado un particular mosaico construido a partir de fragmentos, conversaciones, informes y correos electrónicos, redacciones de clase, que nos permiten organizar el material narrativo desde nuestra propia mirada, y al mismo tiempo dar verosimilitud a las diversas voces que toman la palabra y concretan su propia experiencia en las vidas y en las aulas. Una historia limpia, en la que tengo la impresión de que el autor está detrás de muchas reflexiones, no sólo tras el curioso periodista, que adopta modos de novela negra pero rompe varios de sus códigos esenciales. Y sobre todo que da vida y voz a personajes secundarios de nuestra sociedad, a esos profesores y estudiantes implicados en un tiempo tan delicado del desarrollo humano como la adolescencia. Esa adolescencia de la que todos hablamos, a la que todos juzgamos, pero que tan pocas veces intentamos entender.

Decir de un libro que se ha disfrutado, que se ha leído con una pasión que se encendía para dialogar con la pasión obvia del autor es ya mucho. Sin duda, un pequeño gran hallazgo para sumergirse durante unas horas y quedar bien mojado de frescura.

viernes, marzo 11, 2011

MOMENTOS ESTELARES: VOLARE, OOOOHHHH


Me dice Glendamaría que tampoco es necesario hacer mucha sangre, y que todos los que me conozcan lo tendrán claro. Pero por si acaso, tengo que afirmar que el deporte no es lo mío.

Y mira que me he esforzado por intentar mantener el equilibrio sobre esos vertiginosos artefactos de dos ruedas en el reinosano Parque de Cupido. Que he intentado atravesar a nado el trecho entre el Billy Budd y la Isla de Santa Marina sólo para darme cuenta de que los ataques de asma a media travesía son más bien peligrosos. Que estuve a punto de fichar por un circo después de un fabuloso partido de fútbol escolar en el que conseguí mantenerme varios minutos sobre el balón con una sola pierna antes de estromparme en un charco de barro (¿por qué será que llamábamos El patatal al campo de la competición?). Pero cuando es que no, es que no.

Campurriano de ancestros y crianza, era cuestión de tiempo que a alguno de los nenes de la tropa se le ocurriera intentar esquiar. Y cuestión de tiempo que Papa-Rukaegos nos apuntara a un clús de montaña, nos equipara como Alberto Tomba manda y nos enviara a las montañas nevadas aunque, por fortuna, sin banderas al viento, que los tiempos eran ya muy otros. O dejémoslo en un poco otros.

Tuve un cierto éxito en mis prácticas de alisapistas culero en mis primeros entrenamientos. Haciendo todo un esfuerzo por dejar claro que el equilibrio, físico o mental, y yo no tenemos nada en común. Y descubriendo la mantecofobia de un monitor capullo de la Escuela Española de Esquí que se pasaba las mañanas gruñendo a voz en grito "¿Dónde coño está el gordo?". Razón más que suficiente para que el gordo se camuflara adecuadamente entre las nieves del suelo y se mordiera la lengua pensando en cómo gestionar todo aquel rencor a futuro y echando de menos todo el repertorio de insultos y comentarios mordaces que a buen seguro aprendería algún día en los libros que semejante engendro nunca leería.

Pero no fueron las caídas tontas, ni las caídas listas, ni cuando me perdí en la pedregosa pista de Las Ollas una tarde de impenetrables nieblas, ni cuando me enredé con el telesquí y subí a rastras la mitad de La Tabla, los episodios que justificaron un momento estelar. No. Ese espacio privado y privilegiado corresponde sin duda a mi pasión por el vuelo. Que amaneció de pronto justo el día en que por vez primera tomé el telesilla para subir hasta el extremo más alto de la pista bautizada como El Chivo. Con bellísimas vistas sobre el Valle de Polaciones que ni siquiera enturbiaba la evocación de las albarcas de Revillapresidentix.

Se suponía que las sillas eran mucho muchísimo más fáciles de manejar que las perchas del telesquí. Y que cuando llegabas al fin del trayecto, un pequeño empuje de cadera y culo te desplazaba amablemente por una ligera rampa que te conducía entre caricias frías al nacimiento de la pista. En esas instrucciones y ensoñaciones andaba yo cuando de pronto la puta silla llegó a destino sin que yo me enterara, y comenzó de nuevo a elevarse.

Supongo que pensé que la silla iba a atravesar luego alguna turbina devoradora de patosos, o a chocar contra las poleas, o a provocar un colapso nervioso en el personal que me miraba con cara de ¿pero qué hace este imbécil? Tal vez fue que me incendió la previsible vergüenza de llegar de nuevo al origen con el culo pegado al madero y con cara de preguntarme todavía cómo se manejaba aquel trasto diabólico. Lo único que quedaba claro era que yo tenía que hacer algo, y lo hice. O sea, salté desde una altura de unos tres metros, volando cual grácil garza de las riberas, o como pato cebado de los estanques, rodeado por la música celestial de los empleados de la estación que entonaban su más surtido repertorio de insultos, juramentos y aleluyas.

No pregunten cómo. Pero el Rukaegos volador aterrizó sin novedad en la pequeña pista de salida del telesilla, a una endiablada velocidad que obligó a los esquiadores de a pie a apartarse raudos y al acróbata a frenar con cierta brusquedad contra unas rocas estratégicamente colocadas.

Mis amigos se me acercaron, eso sí, en pleno proceso de flipping, alucinados con la hazaña heroica que, por lo visto, acababa de protagonizar, y concediendo entre grititos exaltados y emocionados que ni los más machos y machirulos se hubieran atrevido a semejante homenaje al riesgo. Tablas para qué os quiero, salimos de allí antes de que llegaran los curritos de la terminal que ya se acercaban para arrebatarme el bono para el uso de los remontes por loco de la pista.

Al sábado siguiente ya me decidí a utilizar de forma regular el artilugio, levantando el trasero en el momento adecuado. Pero por un momento de verdad creí que podía volar.

jueves, marzo 10, 2011

UN ÁNGEL PASÓ POR SANTANDER. Pequeño homenaje personal para Virginia Maquieira.


En una de las novelas de su serie del Mundodisco, mi adorado Terry Pratchett recoge un proverbio klatchiano que reza "Procura no vivir en tiempos interesantes". Pero como no suelo fiarme de los proverbios, reconozco que en muchos de los años últimos he atravesado tiempos interesantes. Con todo lo que esos tiempos tienen de interés, de pasión, de riesgo y de dolor.

Ha sido la Universidad Internacional Menéndez Pelayo uno de mis referentes personales en estos tiempos interesantes. Una especie de balneario emocional e intelectual en el que a partir de una primera oportunidad para colaborar en su ciclo tradicional de los Martes Literarios me he sentido siempre acogido y apreciado. como formando parte de una extraña familia en la que seguramente era mucho más fácil ser el primo lejano que llega de visita y que luego se marcha.

Visita tras visita se fueron generando los afectos. Afectos golondrina, que regresaban de vuelta con el buen tiempo, o que después de una intensa temporada se marchaban a la tercera catarata del Nilo para no regresar más. Pero también afectos firmes, estables. Discontinuos, claro, por culpa de la distancia. Continuos, sin embargo, por mor de la voluntad y con el apoyo de las tecnologías.

Apareció en esa familia Virginia Maquieira, como Vicerrectora de Actividades Extra Académicas. Y con ella llegó, me llegó, un soplo de frescura. Tengo presente a Virginia como una mujer capacitada para escuchar de forma asertiva, para sonreír en la escucha, para dar confianza y arrancarte tal vez sin esperarlos dudas, dolores y secretos. A Virginia como una mujer segura de sí misma, trabajadora, constante y arriesgada, empeñada en la tarea de generar un lazo afectivo entre la Universidad, su UIMP, y la ciudad de Santander. Y una mujer que supo salir airosa de ese empeño, nada fácil tras una larga historia de silencios, ausencias y vidas paralelas, y hacerlo por su implicación, por su cercanía. ¿Cómo olvidar a la Virginia que se acercaba a las colas de los martes literarios y modificaba algunos esquemas, que daba instrucciones para que le acercaran una silla a esa feliz y tierna octogenaria que es Dora, para que abrieran antes y la gente no tuviera que esperar de pie tanto rato? ¿Cómo olvidar a la que tan rápido memorizaba los nombres del público habitual, y encontraba un momento en su febril actividad para saludar, interesarse por sus intereses y vidas?

No puedo ser, tampoco quiero serlo, objetivo en mi evocación de Virginia. Han sido muchas horas en su compañía, hablando de lo divino y sobre todo de lo humano, compartiendo mesa con escritores excepcionales y analizando realidades y sueños. Muchas horas en las que también he compartido momentos relevantes de mi historia personal, tal vez porque su raíz argentina la convertía en excepcional testigo de la dificultad para conseguir los papeles y permisos de Leo, para crear a tres bandas una pequeña fraternidad rioplatense, y también del maldito tiempo interesante en el que el cáncer se convirtió en el único tema de conversación hasta que fue sustituido por la terrible ausencia. Esa terrible y dolorosa ausencia en la que nada importó la lejanía para que Virginia se hiciera presente.

Entre su vocación académica, sus tesis, sus tribunales, sus clases, sus investigaciones, y su compromiso con el proyecto de Salvador Ordóñez para la UIMP, Virginia eligió la primera parte hace unos meses. Y desde hace un par de semanas sabemos que ya no continuará como Vicerrectora, y que ya no formará parte de ese bálsamo intelectual atrincherado en los veranos de La Magdalena. Aunque estoy seguro de que regresará a Cantabria, porque ahora tiene el deber de encontrar tiempo para que los muchos y sinceros amigos que deja en esta tierra tengamos la oportunidad de devolverle un poco de todo lo que nos dio, acompañándola en el descubrimiento de esa magia de nuestras Cantabrias personales que por exceso de compromiso y de trabajo no tuvo nunca tiempo de conocer.

Sí, ya sé que los minutos y las personas pasan. Pero yo a Virginia voy a añorarla mucho. Y a seguir reservando para ella un espacio limpio y abierto en mi corazón.

Toda la suerte del mundo, Virginia. Y todo el cariño.

miércoles, marzo 09, 2011

LOS PERROS, LOS CAZADORES, LA ADMINISTRACIÓN


El precioso gordon de la foto se llama Thor. Cuando lo abandonaron en la perrera tenía tal pánico a los hombres que entraba en colapso y ni siquiera era capaz de caminar. A saber qué historia de brutalidad sádica acarreaba al lomo. Lo recogieron Sonia y Berto, dos de esos luchadores que se están dejando la piel en la salvación de los perros a los que sus presuntos mejores amigos dejaron tirados como a una basura cualquiera cuando dejaron de servir o empezaron a molestar. Dos luchadores que especialmente sensibilizados ante el sufrimiento de los perros de caza en general y de los setters en particular se inventaron un pequeño paraíso, Setterland y una asociación protectora, SOS Setter. Sí, ese pequeño paraíso en el que Thor recuperó la fuerza y la alegría, descubrió que había otra vida más allá de los cotos y las palizas, encontró la seguridad y la dulzura y ¡por fin! encontró una familia digna de esos ojitos llenos de ternura.

Seguro que no llama demasiado la atención a los lectores de este blog saber que la casi totalidad de los perros de caza abandonados no tienen chip identificativo. A pesar de que ese chip es, al menos en Cantabria, obligatorio. La ausencia de chip nos alarma ante la más que posible evidencia de que ese perro nunca visitó una consulta veterinaria. Toda una declaración de intenciones de su dueño, alguien que desde el primer momento sabe que entra en posesión de una herramienta que tirará a la basura o asesinará en cuanto deje de ser útil, y si ese es el objetivo ¿para qué dejar rastros? Que las cosas se han ido poniendo muy malas y ahora hay sanciones administrativas y penales contra el maltrato y el abandono. Aunque tanto la Administración como los jueces tengan la bonita costumbre de hacer la vista gorda.

Hubo un momento en el que pensé en adoptar a Pol, ¿quién iba a resistirse? También os hablé de Isis hace unos meses, una cachorrina de setter inglés que también bebe hoy mejores vientos. Aunque al final fue Gin la que llegó a mi casa para hacerle la competencia a Glenda. Ya os hablaré de la pequeña. Y supongo que en ese momento abrí también una puerta que me obligaba a ponerme las pilas para terminar con el sufrimiento de estos perros y para tratar de colaborar en que la penuria económica de el pequeño paraíso de Setterland no sea tan dura. Porque es una iniciativa que de verdad se merece todo nuestro apoyo.

Y lo malo es que cuando me pongo las pilas empiezo a pergeñar ideas absurdas y preguntas difíciles. Como la de qué parte de la responsabilidad asume el Gobierno de Cantabria, responsable de las políticas y gestión relacionadas con la caza en el incumplimiento sistemático de las normas administrativas en materia de tenencia de animales domésticos. La de qué parte de los gastos asumidos por las asociaciones protectoras de animales asumen o están dispuestos a asumir como parte de su culpa in vigilando.

Así que se me ha ocurrido lanzar desde mi blog un par de ideas al aire, por si me lee el consejero Oria.

1. La normativa sobre licencias y adjudicaciones de caza debería quedar condicionada a la presentación de la cartilla veterinaria debidamente sellada por un colegiado y con constancia del número de registro de sus chips. Si no hay perros identificados, no hay lote.

2. De las tasas y dineros que se mueven a partir de la actividad cinegética (y que son muchos) un porcentaje debería quedar reservado para la firma de convenios con asociaciones protectoras (he dicho asociaciones, no perreras, que no hablamos de matar perros sino de salvarlos en buenas condiciones) que permitan el sostenimiento de sus instalaciones (bajo control, no vayamos a encontrarnos con otro caso CAPAB), la manutención de los perros y su control veterinario, esterilización incluida.

3. Por supuesto, se perseguirá de una vez y conforme a la legislación vigente el abandono de los perros, y se castigará su maltrato. Que ya va tocando.

Abierto a vuestras opiniones y sugerencias, como siempre, aprovecho para haceros una petición. SOS Setter está hasta el cuello en este momento: están saturados de perros y se tienen que hacer cargo en estos días de varios más que habrán de enviar a residencias caninas porque ellos ya no tienen espacio (ya tienen varios perros en régimen de residencia). Comida, veterinarios, esterilizaciones y residencias ... demasiados gastos para sólo dos luchadores.

Estoy seguro de que ya lo habéis pillado pero ... si no te puedes hacer cargo de uno de sus perros, en adopción o en acogida, seguro que sí puedes prestar una ayuda económica pequeña o grande, o "becar" a uno de los rescatados. ¿Sí? Desde un euro a lo que quieras y puedas, todo ayuda. Por si acaso, os dejo la cuenta de la asociación en Caja Madrid.

Titular de la cuenta: Sos Setter
Número: 2038 9306 17 3001631678

Si quieres saber más, echa un vistazo a su web: www.sossetter.com

viernes, marzo 04, 2011

LOS QUE DUERMEN


Supongo que tendrá que ver con la lentitud de su respiración, con la serenidad de su gesto, con la fragilidad que les confiere su estado más vulnerable, con esa inocencia recuperada del niño, del cachorro, del ángel: siempre he sentido una extraña ternura ante quienes duermen.

Ante el gato o el perro que literalmente se desploman sobre un abismo de paz que nunca podremos conocer pero que nos obliga a preguntarnos cómo será el cielo de nuestros animales, por qué playa extensa estarán corriendo cuando las patas de pronto se les descontrolan en pleno sueño, cuando gruñen o gimen o miagan, cuando se relamen soñando con quién sabe qué delicados manjares. Cuando se estremecen como si tu mano pasara despacio, despacio, muy despacio sobre su amable lomo. Dormidos, confiados, con su cabeza a veces sobre el calor de tu propio cuerpo que les concede la seguridad imposible durante el tiempo del descanso.

Ante el joven guapísimo y de mirada hosca que se sube al autobús camino de Unquera, el que se acercó a la estación con andares chulescos, aspecto deportista y barba de dos días. Que de pronto se queda dormido en el asiento de al lado y experimenta una dulce metamorfosis, como si una nueva luz ablandara sus duros rasgos, lo aniñara, conduciéndolo a través de una respiración sostenida y fuerte hacia el reino ganado de la calma.

Nunca, sin embargo, ante las sociedades, las ciudades dormidas. Las que se dejan vencer por la conformidad y la pereza, las que se dejaron enredar en los babosos hilos de un poder que nunca pensó en ellas si no para utilizar la general abulia en propio beneficio. Las que se resignan y se adaptan para que nada turbe su inconsciencia, cómodas en la prisión de las viejas indecencias que nunca querrán sustituir por el olor a limpio de las sábanas blancas asoleadas.
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Un Santander Posilbe by Regino Mateo is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
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