jueves, noviembre 02, 2017

DOS AÑOS MÁS TARDE.


Hace ya dos años de mi llegada laboral al Palacio de Festivales de Cantabria, un par de meses después de la conversación con Ramón Ruiz en la que me planteó su propuesta de incorporarme al nuevo equipo de Cultura, después de las elecciones regionales de 2015 y de la reedición del pacto de gobierno entre PRC y PSOE. Dos años que han pasado tan deprisa que apenas he sentido el vértigo del tiempo, dos años cargados de emociones, de esfuerzo, de algún que otro desencanto, de tantos nuevos encuentros y tantas alegrías, dos años de ilusión intacta.
 
El cambio llegó en un momento más que oportuno, un tiempo en el que el cansancio, la rutina y el peso de un larga oscuridad me estaban venciendo y contra el que no acababa de encontrar vía de escape. El Palacio de Festivales era un viejo y querido conocido, desde su primera noche había pasado muchas horas allí, conocía a buena parte de sus trabajadores y sobre todo su actividad tiene que ver con esos fragmentos concretos de realidad que dan sentido en buena parte a mi vida, la música, siempre por delante de todo lo demás, la literatura, el teatro, la danza, el mundo de las artes performativas con su varita mágica tantas veces cargada de recetas para la felicidad del instante.
 
Me he reconciliado con el teatro y con la gente del teatro, esa gente que tanto abraza como comenté hace algún tiempo en este blog, tan comprometida y tan llena de calor. Si, he pensado muchas veces en cuánto habría disfrutado Leo de esta nueva etapa, él que adoraba el teatro y que hubiera sido espectador privilegiado y compañía perfecta para sentir los estremecimientos de "La piedra oscura", de "Incendios", del "Último tren a Treblinka" y de tantos y tantos títulos. He reavivado las llamas del idilio con la danza hasta el punto de que puedo cerrar los ojos y temblar´de nuevo con Daniel Abreu en "Venere" y cómo no contar hasta el infinito los pellizcos de dicha que me regalaron Magdalena Kozena y Monteverdi, Soqqadro Italiano y Vivaldi, la Scottish Chamber o el Beethoven de Viktoria Mullova. Y me he vuelto loco contagiándome de la alegría de "Priscilla" o de "Un chico de revista".
 
La música salva, el teatro salva, la danza salva, cada día me levanto más convencido de que si nos roban también las artes, el derecho y la posibilidad real de disfrutar de las artes, de las grandes construcciones de ese enorme edificio de humanidad que es la cultura, de comprenderlas, dialogar con ellas, hacerlas nuestras, nos están robando la vida.  Puede que por eso sienta, también en los momentos difíciles, que los hay, también en las pocas horas de desaliento, que hay que continuar luchando desde esta posición de mediador para que el encuentro feliz se produzca y las chispas salten renacidas. Quizás por eso, de todo lo vivido, me quedo con ese ciclo que considero "mi niño", "Nos gusta el teatro", ese en el que queremos que arda con furia el idilio entre teatreros, teatro y adolescentes, para que dentro de algún tiempo recuerden cuántas emociones sintieron con "Punk Rock" o con "Los amores diversos", cuánto se rieron con "Cervantina", y decidan volver a nuestras salas o a otras para que podamos cantarles siempre con la sonrisa de los titiriteros "Gracias por venir".
 
Gracias a todos los que habéis hecho posible toda la luz de estos dos años y todavía en marcha, gracias por tanta música, tantos cuerpos, tantas palabras, gracias por todo ese trabajo del día a día con el que artistas, técnicos, comunicación, administración, limpieza, taquillas, seguridad, profesores, productores, agentes y un larguísimo etcétera contra viento y marea en estos tiempos difíciles de otés, fútbol y recortes apostáis por que la humanidad siga sembrando sonrisas y emociones. Gracias por haberme dejado ser una mínima parte de este maravilloso sueño.

miércoles, octubre 04, 2017

OCTUBRE


Ya lo sabemos, abril es el mes más cruel.

Pero puede que sea octubre el más triste. Octubre es la recuperación de la rutina, el final de la luz, el peso de las alergias, el mes en el que las hojas muertas crujen en el parque bajo tus pasos y te compras ese jersey de lana que al principio tiene el tacto dulce y el calor emboscado. Toca cerrar las ventanas por la noche y sacar los pucheros para reinventar la destreza de los guisos de hogaño con sabores de antaño. El momento de arrebujarte bajo el edredón y dejar que pasen las horas sintiendo la seguridad de los espacios más íntimos. Volverán los perros y las gatas a subirse a la cama y a buscar el contacto de los cuerpos templados mientras las golondrinas y la mayoría de las cigüeñas inician su invasión de los cielos africanos, aunque tal vez este año en esa avidez de sur se acerque hasta nuestras costas alguna pareja de cisnes o vuelvas a avistar desde el tren alguna garza de guardia en las riberas del Saja.
 
Octubre es el cielo de plomo y la mañana extrañándose en el sereno espejo de la bahía, la ráfaga de cierzo por sorpresa, quién sabe si en estos tiempos de nubes confundidas sea otra vez esa morrina delgada e insistente que nos empapa la esperanza. Es la carrera de Gin tras alguna lavandera despistada o el nervio de Gelo de castaña en castaña.
 
Octubre es Leo, claro. Leo en las redes sociales que cada día anuncian su paquete de recuerdos y te llevan a París en el 2009 o a oncología de Valdecilla en el 2010, el sueño y la pesadilla, el milagro y la sombra. El mes en el que la memoria se araña hasta la herida, empeñada en ese dolor pequeño que tan poco importa al mundo y que vuelve a exigir del corazón y de los ojos una titánica diminuta resistencia. Paso por paso octubre es la delgadez, la piel demacrada, la sensación de que el rumbo está definitivamente perdido, las manos aferrándose al timón empecinadas en llegar a un puerto a salvo, a pesar de que el cielo es más negro cada minuto y las olas se agitan cada vez más violentas. Es el mazado de la desesperanza definitiva, el anuncio del ángel de la muerte, la voz que tiembla y las piernas que no se sostienen pero intentan mantener la calma y ofrecer el apoyo desnudo al amado muchacho que desde entonces cae y cae y cae y cae.
 
Octubre es la necesidad de tocarle, de hablarle, de abrazarle, de amarle con cuerpo fiero y con corazón incendiado, de pasear, de ir al teatro, de cenar juntos, dormir juntos, ver la tele juntos, de entrechocar los labios y volver a susurrarle al oído "te quiero". De refugiarnos de la intemperie en un lugar conocido solo por nosotros, donde el silencio y la intimidad extrema nos abriguen.
 
De inventar otra vez un rito con que decirle no te preocupes, estoy bien, voy cerrando capítulos, escribí tus poemas y ahora estás en un libro, he vuelto a cocinar (también tortilla, cómo no, tonto) y poco a poco voy recuperando el orden en esa casa que se desfondó conmigo hasta la ruina, a veces busco tus fotos, tu perfil de Facebook, las palabras que dejaste sujetas a un imán de nevera y sonrío sintiéndote.
 
Aunque en tu lado de la cama siga haciendo tanto, tanto frío.

miércoles, septiembre 20, 2017

RAMÓN


Con la pátina turbia de estos tiempos que corren, espero que al menos se considere respetable dar cumplimiento a esa vieja máxima en la que un catedrático de Derecho Natural nos resumió a los estudiantes de primer curso de Derecho en un muy lejano 1983 las normas que gobiernan el ethos de un hidalgo cántabro: Nunca olvidar un favor, nunca perdonar una putada. Siempre he tratado de ser fiel a la primera parte de la paremia, me resulta un poco más difícil por mi propio carácter la segunda, aunque poco a poco voy aprendiendo ayudado por mi todavía excelente memoria.

Aclaro por si acaso que aquí no estoy diciendo nada de nada sobre razones ni sin razones, nada sobre, diría Daniel Rabinovich, díscolos o discóbolos. Y que solo me hago responsable, una vez más, de lo que escribo y de lo que quiero escribir; lo que podáis entender o queráis entender será, así pues, responsabilidad vuestra y de vuestras miradas.

El caso es que hoy ha cesado Ramón Ruiz como Consejero de educación, cultura y deporte del Gobierno de Cantabria, tras un par de semanas de fuerte agitación y un verano complicado, esas semanas y ese verano que han seguido a las elecciones primarias del PSOE en Cantabria donde los y las militantes han decidido un relevo que, al parecer, iba a abrir una nueva situación de bicefalia política. Y me apetece realizar aquí una pequeña semblanza personal.

Conocí a Ramón Ruiz hace muchos años, más de los que a ambos nos gustaría reconocer (por lo que significan al fin de batallas y guerras, experiencia, tiempo y polvo acumulados, de sueños cumplidos y truncados, y, al menos en mi caso, de fuerzas extraviadas), cuando ambos participábamos en las reuniones preparatorias y la gestora que habrían de concluir con la formación del Consejo de la Juventud de Cantabria, Ramón como representante de Scouts de Cantabria-MSC y yo de la Juventud Demócrata Popular. 

Desde esos primeros momentos aprendí a sentir aprecio y respeto por Ramón. Por un Ramón cargado de energía, de proyectos y de honestidad, que brillaba por su capacidad de diálogo y por la firmeza de sus convicciones y compromisos, que destilaba pasión por la educación, por la formal y por la no formal, y que desde esa base firma que es el escultismo, fue implicándose en ejercicio de la docencia, en el estudio riguroso de la pedagogía, la organización escolar, llegando a convertirse en todo un experto en su ámbito profesional.

La continuidad de su compromiso, que suponía también una apuesta clara por la transparencia de las organizaciones, por la educación pública de calidad, tenía que llegar hasta la política, siempre de la mano de nuestro querido y añorado José Félix García Calleja. Así llegó hasta el Partido Socialista de Cantabria y así acabó ocupando durante algunos años la Dirección General de Educación, como todo un soplo de aire fresco, ganando respeto y consiguiendo que por primera vez en muchísimos años la educación cántabra sobreviviera dos legislaturas completas sin huelgas ni conflictos reseñables, siempre dando ayuda y apoyo a quien encabezaba como titular política la consejería, Eva Díaz Tezanos.

En 2015,  tras las elecciones autonómicas y la renovación del pacto con el PRC, Ramón vino a ocupar la consejería, para tratar de reconstruir con su sabiduría, su oficio y su pasión los desaguisados de cuatro años de recortes y de falta de fe en la educación en general y en la pública en particular. Fue entonces cuando me llamó por teléfono para decirme que quería contar conmigo en el área de cultura y donde acabamos concluyendo que mi espacio perfecto era el Palacio de Festivales de Cantabria, de cuya programación me hice cargo a partir de octubre de 2015.

Hoy, con el otoño a punto de iniciarse, con el curso académico recién comenzado, con su cese caliente sobre la mesa política, quiero recordar en este blog a Ramón, para reconocer su esfuerzo, su continua apuesta por el diálogo, los riesgos asumidos como esa polémica transformación del calendario escolar de Cantabria, para resaltar su energía, su incapacidad para el desaliento, sus horas y horas al frente de la educación, la cultura y el deporte de Cantabria, compaginadas con su entrega al partido, de nuevo tratando de sentar a todos en la misma mesa para llegar a acuerdos como aquel que consiguió sellar para que Pedro Casares fuera elegido Secretario general de la agrupación de Santander.

Y por supuesto, porque quiero darle de manera pública las gracias por haber confiado en mí y por haberme dado una oportunidad que, espero, haber aprovechado para llenar mi pequeño espacio de responsabilidad de esos mismos valores y de esa misma valentía que siempre han caracterizado a Ramón Ruiz, y sobre todo haber respondido a lo que esperaba cuando vino a buscarme.

Termino con el principio, con su vinculación al movimiento scout. Dicen los exploradores que la norma básica es marcharte dejando todo un poco mejor de lo que estaba: sin duda Ramón puede marcharse con la cabeza muy alta.

martes, agosto 22, 2017

CUERPOS QUE ABRAZAN. Pequeño homenaje a las gentes del teatro.



Algunas veces pienso que este blog recuperaría su vieja vitalidad si remara a la contra, si se limitara a valorar los artículos que en los últimos tiempos publican Pérez Reverte o Javier Marías y que tantas veces consiguen enfadarme. Ha pasado ya bastante tiempo desde que Marías publicó uno especialmente agresivo e injusto contra el teatro español, refrito de otro anterior de parecido tono negro, pero ya no pienso en una respuesta, sino más bien en que me gustaría escribir mi propia mirada sobre lo que yo he conocido de las gentes del teatro, de esos a los que hay quien pretende insultar llamándoles titiriteros.
 
Hace casi dos años que me incorporé a mi trabajo actual. Hasta entonces había sido espectador perezoso de teatro, y es que las tablas no estaban en mi educación sentimental. Sí la música, pasión grande para mi madre y contagiosa, y pronto la danza, mejor la contemporánea, desde que a edad muy temprana me pasmé contemplando a los Ballets del Siglo XX de Maurice Bèjart interpretando su Bolero y su Consagración de la primavera. Pero con el teatro mi comunicación había sido sobre todo textual y clásica. Muchas veces me explicaba a mí mismo que el tiempo era poco y el peculio escaso, y que puesto que no podías rendirte a tantos dioses, había decidido centrarme en dos, los libros y la música, así que ni mi corazón ni mi monedero daban para mucho más.
 
Pero el amor y las artes ensanchan el corazón y siempre necesitan más. Confieso que me he rendido al teatro en cuanto he tenido acceso a otras obras, otros métodos, otras dramaturgias, que hoy diría que hay un perfil teatral muy comercial que no me llama la atención pero que siempre merece la pena explorar y disfrutar de lo que el trabajo esmerado y constante de tantas personas levanta sobre los escenarios. Esas personas comprometidas con su profesión y su pasión incluso en tiempos de crisis, de recortes, de pobreza, y en un país que a lo mejor a su cultura no le da el valor ni la importancia que de verdad merece. Esas personas son muchas y muy diferentes, y no siempre están a la vista del público, son actrices y actores, autores y directores, claro. Pero también todas las profesiones que juntas edifican el espacio escénico, las que le aportan luz y vida sonora, las que visten y desvisten, las que maquillan y peinan, las que diseñan todo ese universo que nos abre su alma cada vez que los telones se descorren o las luces de sala se apagan, las que en cada teatro se ocupan de que la vida, digo la representación, surja tal y como estaba previsto.
 
Me han regalado en estos dos años muchas emociones. He llorado, demolido, durante La piedra oscura, y necesito volver a disfrutar del trabajo de Nacho Sánchez. He temblado otra vez con Homero cuando Guillem Cluá y La Joven Compañía han desplegado ante mis ojos atónitos las llanuras de Troya con su Proyecto Homero. He temblado ante la tragedia humana que latía entre las palabras de los resistentes numantinos y me he roto buceando en el horror que Wadji Mouawad convierte en incendio. He reído en La Abadía y he sentido fiebre en Mérida, he vivido la transformación de una vieja pensión en el castillo de Macbeth, he compartido tantos momentos mágicos durante tantas representaciones y a veces disfrutado de unas cañas tan especiales después que si tuviera que elegir una palabra para resumirlo todo sería gratitud. Pero en su lugar voy a elegir abrazo.
 
Y es que yo soy un hombre del norte, tímido y frío, casi diría que un anoréxico emocional. Yo crecí en el norte y en una familia cálida y acogedora, pero como lo son por aquí la mayoría de muy escasa efusividad, tanto que aún recuerdo con horror a ese único amigo que para saludar te plantaba un enorme abrazo en mitad de la calle, haciendo que tu cuerpo se quedara rígido y estúpido, sin saber reaccionar. ¡Si ni siquiera sé cómo comportarme cuando alguien me gusta, no sé qué pasos debo dar ni cuándo apostar por una ligera caricia o un apunte de beso!
 
Los actores, las actrices, han hecho de sus cuerpos su instrumento de trabajo y su lenguaje, vuelcan sus emociones y las comparten. La experiencia personal de sus compañías fugaces ha sido la comprobación de que en su mayor parte son cercanos, vitales, agradecidos, que ponen toda la carne en el asador para salir adelante en una profesión que apenas les garantiza subsistir, y a pesar de todo se afilian al entusiasmo en cada ensayo, en cada entrenamiento, en cada función. Jóvenes y veteranos, nombres grandes y nombres que aparecen en los carteles un poco más pequeñitos, clásicos y arriesgados, todos parecen cortados por ese mismo patrón de la generosidad abierta. Con sus aciertos y sus fallos, con sus noches afortunadas y las que sería mejor ocultar con un poco de olvido.
 
Son gente que abraza. Mucho. Y que te enseña a disfrutar de los abrazos.
 
Teatro, sí. Puro teatro.

sábado, agosto 12, 2017

ESCUCHANDO EL SILENCIO


 
 
Larga conversación esta mañana de sábado con la pianista Patrín García-Barredo. Una conversación de las de verdad, lejos del vértigo, acompañada por sonrisas cómodas y, qué le vamos a hacer, en torno a cuestiones que importan, música sobre todo.
 
Hablamos de pedagogía y de conciertos, de lo trivial y espectacular, de lo hueco, frente a esos espejos de humanidad con los que el arte, cuando lo es, nos enfrenta, obligándonos a parar y a pensar. Vamos atravesando por el Album para la juventud de Schumann, el tercer concierto de Beethoven, la profesora húngara que explica a sus pequeños oyentes que hay finales para aplaudir y finales para callar. Hablamos de las versiones de la Pasión según Mateo firmadas por Harnoncourt y por Leondhardt, de repertorios trillados y repertorios infrecuentes. Coincidimos en la vulgaridad vacía del Niño del pijama de rayas y en proponer como ejemplo perfecto de cursi una de esas obras arpegiadas y horribles con las que nos empujaban a horrorizar a las visitas, El lago de Como.
 
Nos extendemos hablando de la musa, de la magia, del silencio, de ese silencio que algunas veces, pocas, escuchamos en la sala de conciertos porque el intérprete se limitaba a ser un mediador entre la música y el público sin imponer su excentricidad "interesante", porque esa tarde sus manos viajaban hacia el interior de la partitura dejándola volar, porque la música era la exacta para el momento y llegaba hasta unos oídos que estaban deseando escuchar precisamente esa y cuerpos cargados de energía que podían canalizar hacia la atención y la escucha. Esas veladas irrepetibles en las que se hace evidente para todos los actores implicados que el silencio ha hecho su presencia, que se podría cortar con un cuchillo de puro carnal, esas en las que el silencio se escucha.
 
Sí, se escucha. Lo sabemos y lo tenemos comprobado con los experimentos de Cage y con nuestra propia experiencia, sabemos que cuando el ruido cesa, cuando la velocidad de la vida contemporánea se amansa y los decibelios se duermen, nuestro oído permanece alerta. Cesarán el reggaetón y el electro-latino en la verbena, cerrarán los garitos y los borrachos se alejarán hacia sus barrios antes de que los motores vuelvan a soñar cuando, aún despiertos, nos haremos conscientes de nuestra respiración, de los latidos del corazón del perro, de la lluvia mínima acariciando los cristales y las baldosas, de los cantos de tantos pájaros tan diferentes marcando su particular danza de las horas. Y cuando lluvia, corazón y pájaros se diluyan, afinaremos más y alcanzaremos a escuchar la humedad, la vida o el salto del petirrojo sobre un pequeño manto de hojarasca.
 
Demasiados gritos, demasiada prisa, demasiada inmediatez, quizás todo parte de un perpetuum mobile que nos aturde más contemporáneos que nunca. Pero es en esa música callada, la del silencio, donde de verdad estamos vivos. Escuchemos.
 


martes, agosto 01, 2017

"33 Instantáneas", la infinita generosidad de Leo.


Me pregunta Amelia el otro día "¿Eres consciente de todo lo que te está regalando Leo?".

Estamos desayunando en Casimira uno o dos días después de la presentación de "33 Instantáneas" en la que ella y Chan tuvieron que esperar fuera, entre ese grupo que no pudo acceder al CASYC UP por falta de aforo, que se perdieron esa tarde tan emocionante, tan bella y dura a la vez, esa en la que hubo tantas palabras, tanto cariño y, qué le vamos a hacer, lágrimas disimuladas por la oscuridad de la sala y por las oportunas intervenciones musicales de Los Arrancacorazones.
 
Sí, soy consciente. Consciente de que Leo trajo a mi vida muchos golpes de magia. El más importante, quizás, esa sensación de amar y de ser amado, de compartir la vida literalmente hasta el último aliento, de trabajar por una historia común llena de proyectos compartidos, con pequeñas discusiones y grandes encuentros. Esa sensación que llegó cuando, Leo se enfadaría conmigo por decirlo, cuando yo estaba ya convencido de que ese amor no llegaría, no tendría su espacio, que me iría apagando sin vivirlo fuera del cine o de la literatura, quizás convencido de que por alguna razón no me lo merecía. Leo hubiera dicho que le molestaba mucho que yo "me echara para abajo", que era lo mismo que llamarle a él imbécil por estar conmigo. Pero así me sentía en aquellos años tan lejanos ya en que nos encontramos y en los que decidimos que merecía la pena apostar por estar juntos.
 
Leo me dio seguridad, me dio amor, me dio la capacidad de apreciar el día a día, me descubrió el horror de los celos, el miedo a perderle, la posibilidad de ser generoso, de improvisar detalles, de pensar por dos, me hizo saber que podía estar a la altura debida en los días difíciles, casi siempre, me recordó que por más que mis palabras mintieran mis ojos eran transparentes, demasiado transparentes ("no me mires así que vas a preocuparme, yo me voy a curar porque soy feliz y quiero seguir viviendo"). Leo me dio la intimidad de su cuerpo bellísimo, el placer de su sonrisa, la alegría de sus payasadas constantes. Me dijo que merecía la pena apostar y romper. Me dio vida, mucha vida.
 
Leo me ha dado también un libro de poemas cargado de palabras, lento, seguro, que ha ido naciendo con precisión para arañar desde mi soledad, mi dolor y su ausencia sentimientos universales con los que volar y compartir experiencia y memoria. Y con estos poemas que se han enmarañado en "33 Instantáneas" me ha otorgado de nuevo el don de la poesía, la sorpresa constante de la conmoción, el susto de ver cómo tantas personas se acercan a las presentaciones, tantas me cuentan lo que han sentido con su lectura y algunas me explican cuánto han llorado, por qué y por quién, cómo se han sentido protagonistas de nuestra historia porque habla también de las suyas. La magia de la literatura, el poder de la poesía, el vuelo de la palabra.
 
Uno de los poemas comienza diciendo "Él es el verano". Sí, es el verano, lleno de frutos, de generosidad, de plenitud, una renovación infinita de la luz y de la vida, ese verano que me obliga a recordar, a estar atento a cada fruto y que le hará permanecer vivo mientras yo pueda sostenerme en pie, mientras me quede aliento.

viernes, julio 07, 2017

TIEMPO DE PRIMARIAS


 
Vuelve a tocar primarias, esta vez para la elección del Secretario o Secretaria General de los socialistas de Cantabria, con dos candidaturas, la del alcalde de Santa Cruz de Bezana, Pablo Zuloaga, y la de la actual secretaria general y vicepresidenta del Gobierno de Cantabria Eva Díaz Tezanos.
 
Siempre he sido partidario de lemas como el de "un militante, un voto" y por tanto de la celebración de primarias (que defiendo además abiertas a simpatizantes si de candidaturas electorales se trata), así que bienvenido el proceso y bienvenidos al proceso todos los que en el Congreso del PSOE de Sevilla tuvieron tantos recelos y votaron tan en contra, transformados hoy en primeros espadas de esta opción procedimental. Bienvenida también la competencia, que permite comparar proyectos y nos permite a todos y cada uno de los militantes tomar una decisión a partir de nuestra visión del partido, de nuestra experiencia en el partido, de todo lo que sabemos del partido y también de lo que intuimos, que obliga también a cada candidatura a afinar sus propuestas y a acercarse a lo que la militancia vaya perfilando como su modelo.
 
No va a ser una sorpresa para nadie que me siga en las redes mi apoyo a Eva Díaz Tezanos en este congreso, porque ya lo hice público desde el primer momento y porque tengo algunas razones positivas y para mí importantes que me hacen pensar que hoy, en este julio de 2017, una victoria de Eva sería buena para el PSOE y como tal buena para Cantabria. En positivo y tratando de no cuestionar ni de minusvalorar al candidato alternativo, pero con bastante claridad en las razones de mi apuesta.
 
Nadie es perfecto, nos subrayó en un momento épico Billy Wilder, y por tanto creo que la última dirección regional (como todas las anteriores) del PSC-PSOE ha cometido errores, puede haber fallado en diferentes ámbitos y determinadas decisiones. Sé que Eva Díaz Tezanos es una mujer muy poco autocomplaciente y es consciente de todos los debes del equipo que ahora finaliza su mandato, y que precisamente por eso tiene muy claro cómo debe actuar para corregirlos. Pero más allá de esa mirada al pasado, hacia el futuro son tres o cuatro puntos esenciales los que me acercan a Eva.
 
En primer lugar, Eva es una mujer con ideas muy claras de izquierda. Ese bagaje ideológico me parece fundamental y se ha reflejado en las políticas que ha impulsado desde las áreas del Gobierno de Cantabria que gestiona el PSOE. Una cultura de izquierda que traslada a su visión del partido y que espero que esta vez mejore de forma considerable en los capítulos de formación de militantes y cargos y en la generación de espacios de encuentro y debate.
 
En segundo lugar, Eva es una mujer que sabe escuchar y que sabe dialogar. Incluso en los momentos en que podemos haber estado más distanciados, en que podemos haber apostado por opciones más alejadas, he sentido esa cualidad de Eva, la he sentido cercana y cordial. Y para mí el diálogo y la escucha activa son cualidades definitivas para el buen camino de un proyecto, significan la capacidad para crear y dirigir equipos de trabajo y suponen una invitación al trabajo común, muy lejos de liderazgos personalistas tan a la moda en el mundo actual. Entiendo que su proyecto tiene mucho de estos valores y mucho del deseo de profundizar en ellos como herramientas de transformación en el propio partido.
 
Eva, tres, es una trabajadora nata. Doy mucho valor a ese esfuerzo del día a día, a ese derroche de fuerzas que a veces me parece imposible de soportar. Es también una mujer comprometida con lo que hace y con lo que siente, leal con instituciones, compañeros y compromisos. Todo junto me lleva a pensar que si articula un buen equipo, un equipo que se comprometa en la misma medida en la que ella lo hace siempre, va a ponerlo todo en renovar la fuerza del PSOE en Cantabria y en la recuperación de mejores resultados electorales.
 
Por último, me considero intuitivo, tengo información sobre el partido, memoria sobre el partido, una mochila personal que no tiene sentido poner por escrito. Desde lo que conozco, me siento en este julio de 2017 inclinado a ofrecer mi confianza a Eva, me ofrece seguridad y creo de verdad que su empeño y su talante están en la construcción de nuevos horizontes, en la cura de viejos vicios tan enquistados en macroestructuras como lo que puede ser todavía el PSOE, en un partido abierto en el que todos podamos sentirnos cómodos, en casa. Que todos podamos sentir nuestro.
 
Sé que algunos compartiréis esta valoración en todo o en parte. Otros no estaréis de acuerdo en la parte o en el todo, y dirigiréis vuestra confianza hacia otras direcciones. Supongo que en eso consiste la democracia, entre otras cosas, en ser capaz de tomar decisiones desde la propia autonomía y con el máximo respeto a otras. Pero estas son mis razones, y por ellas avalé a Eva Díaz Tezanos y el domingo 16 iré a votarla.


jueves, julio 06, 2017

AMIGOS EN FUGA



Yo también me he marchado algunas veces: distancia paulatina con los amigos del colegio al llegar al instituto, donde quedábamos reagrupados de manera diferente, donde conocíamos a chicos y chicas procedentes de otros centros, cuando al ir definiendo nuestra adolescencia nos sentíamos un poco extraños en la cofradía de los aventureros, los populares y los guapos. De nuevo la distancia al comenzar la universidad, cuando nos fuimos dispersando y yo era el único de la pandilla que no regresaba a casa en vacaciones porque nuestras vacaciones no transcurrían en la vieja y entrañable Reinosa hasta llegar esa tarde en la que te das cuenta de que ya no sabes en qué anda cada uno y no te han llegado las noticias y permaneces en silencio durante la mayor parte de la velada. Otra vez la distancia, cuando tu gente de la universidad va incorporándose a sus trabajos, casándose, formando sus familias y tú te quedas un poco al margen de unos nuevos horarios y unas formas diferentes de celebrar la vida.
 
No, nunca pasó nada que justificara esa lejanía, nunca hubo una bronca ni un frío súbito, simplemente pasó, quizás ya no queríamos lo mismo, no vivíamos lo mismo. Quizás todavía mis secretos eran demasiado absorbentes y me abrumaba tener que compartir mi extrañeza. Quién sabe. La única certeza, que siempre están en la memoria y en el corazón, y que los escasos reencuentros son felices, como si de pronto volviéramos a tener catorce, dieciocho, veintisiete...
 
Escucho estos días a menudo esa hermosísima pieza de Bach, el Capricho sobre la lejanía del amigo queridísimo, y me doy cuenta de que son otros ahora los que se encuentran en fuga. De nuevo lo que ha pasado es nada, nada más que un otoño en el que las hojas van cayendo sin prisa hasta dejar desnuda cada rama. Se va volviendo imposible encontrar una hora común para ir al cine, las llamadas telefónicas se quedan a veces sin respuesta, dejas de formar parte de las prioridades ajenas. Pero no pasa nada, salvo un tiempo que se abre lleno de interrogantes hacia el futuro y de agradecimientos hacia el pasado, agradecimiento por tantos momentos grandes, por tanta felicidad común, por tanto apoyo en los momentos duros y tantas risas a la hora de la fiesta. Nada, salvo una pequeña melancolía que se va fundiendo con las notas del clave y pinta de gris, de un gris clarito, esta tarde de julio en que como ya imaginaba decido dejar que el agua y la arena fluyan entre los dedos, sin luchar por lo que quiere ir terminando.

martes, junio 27, 2017

ORGULLO SOBRE HIELO (Relato)




ORGULLO SOBRE HIELO

Para Javier Raya

I.

La procesión avanzaba solemne hacia el centro del estadio. El rito era viejo y conocido, unas muchachas rubias y despampanantes con el barroco traje nacional lleno de cintas blancas, azules y rojas, dos circunspectos representantes de la Federación Internacional de Patinaje y una mujer madura y digna que representaba al Comité Olímpico Internacional. Junto a ella, Aleksey Rubin, que dominara la escena del hielo durante los años cincuenta y conservara todavía cierta aureola mítica. Cerraban el desfile los tres vencedores de la competición. La medalla de bronce sería para la estrella local, Vadim Liadov, la plata para el canadiense Dermot McAllister y , gran sorpresa, el oro para el español David Muro, que con sus tempranos 19 años había deslumbrado a público y jueces en toda una exhibición de fuerza, perfección técnica y expresividad.

No es que Muro fuera un desconocido en el mundo del patinaje. Desde su salto a las competiciones internacionales inferiores a los 14 años había conseguido triunfos importantes y una progresión espectacular desde que dos años más tarde se mudara a Chicago para entrenar con Dora Carver, tan temida como admirada, capaz de destrozar física y mentalmente a los pupilos que no fueran capaces de alcanzar el alto nivel exigido, pero perfecta para convertir a sus chicos en oro. Y el pequeño David había resistido. Sin embargo, sus juegos no eran, no iban a ser, los de Sochi. Por su edad, por su tiempo en la alta competición, el objetivo era un buen papel, la final tal vez, impresionar los ojos de los jueces para que cuatro años después, en la ciudad coreana de Pyeongchang no hubiera rival capaz de batirle. Dora se había dado cuenta muy pronto de que tenía en sus manos a otra estrella, ese David tímido pero brillante y seguro de sí mismo iba a llegar hasta el podio soñado. 

La propia entrenadora se quedó boquiabierta cuando el joven español bordó más allá de lo posible una coreografía diabólica, lenta, sobre la Primera Sinfonía de Mahler. Una comentarista de la televisión canadiense afirmó haberse quedado muda mientras contemplaba en la pista cómo patinaba un ángel. Un programa de corte clásico que arrancó ovaciones atronadoras y las puntuaciones más altas. Se abrió el programa libre con ciertos murmullos (¿Lady Gaga? ¿Cómo era posible que se hubieran atrevido a montar precisamente para aquellos juegos un programa libre sobre el Born this way de Lady Gaga?) pero pronto la frescura del muchacho, la impecable limpieza de su deslizamiento, su sonrisa contagiosa, el orgullo desafiante de su gesto al clavar cada una de las piruetas, cambiaron los murmullos por aplausos, los aplausos por gritos de entusiasmo y los gritos por dieces. El oro, sí, el oro de Sochi 2014, con la aprobación unánime y la sincera reverencia con la que el medalla de plata, McAllister, pareció decir "hoy has sido un dios, y contra un dios es inútil competir".

Así que David Muro, el español entrometido que había robado la gloria a los veteranos, cerraba la procesión con el rostro sereno y solemne. Y sereno y solemne lo sostuvo durante la imposición de las medallas, sin que la emoción consiguiera romperle ni cuando Rubin, el campeonísimo ruso, le colgó el oro sobre el pecho, ni cuando la bandera y el himno de España se abrieron paso entre el silencio del pabellón.


II.

Puede que nunca en la historia de unos Juegos Olímpicos de Invierno se hubiera producido un escándalo de magnitud semejante. Los medios de comunicación ardían enviando hipótesis, provocando debates, buscando declaraciones. Se decía que no tardaría David Muro en ofrecer una rueda de prensa. Se decía también que la organización de Sochi se negaba a dar soporte a esa comparecencia, que tampoco la admitiría en la Villa Olímpica. El Príncipe de Asturias y su esposa habrían adelantado por sorpresa su regreso a España y al Secretario de Estado para el Deporte se le había visto gritando por los pasillos del pabellón de hielo, indignado o desconcertado, según el momento. El griterío en el pabellón era ensordecedor y no hacía falta hablar ruso para entender que se sucedían los insultos, a pesar de que en algunos asientos, en algunas delegaciones, entre algunos patinadores se mantenía la misma actitud de entusiasmo y respeto con que se había iniciado la ceremonia. 

En efecto, tras finalizar el himno, solo un instante después de descender del podio, David Muro se había quitado la medalla de oro y la había arrojado hacia la pista de hielo. El canadiense afirmó más tarde haberle escuchado "hoy se acaba mi carrera deportiva, pero de aquí no pienso llevarme ni esto". En medio de la ola de indignación que arrasó el pabellón, atravesando las miradas incrédulas de los gerifaltes olímpicos, esquivando el empellón enfadado que trató de asestarle Rubin, con el paso firme y el mismo gesto calmado de toda la ceremonia, el joven campeón se dirigió hacia el asiento de su entrenadora, que con mirada grave se levantó, asintió con la cabeza y abrazó con fuerza al muchacho.

Fue allí mismo, en el pasillo que conectaba la pista con los vestuarios, donde David Muro sacó su teléfono móvil, marcó un número y, ahora sí, apenas sostenido por los brazos de Carver, con los labios temblándole, se limitó a decir "¿Entiendes ahora por qué tenía que venir a Sochi, Pablo? ¿Entiendes ahora por qué era tan importante venir y ganar? ¿Lo entiendes ahora, maldito idiota?"

Mientras al otro lado alguien sollozaba lleno de amor y de rabia  "Joder, David, te quiero. Joder, joder".


jueves, abril 06, 2017

CARTA ABIERTA A LA FISCALA MARTÍNEZ TORRIJOS


Muy Señora Mía:

Desde hace unos días recibo cierta sobrecarga de información desde la Audiencia Nacional, sí, ese tribunal de funciones extrañas cuyo encaje en una estructura judicial democrática ha sido puesto en cuestión tantas veces y por voces tan autorizadas. Información referente sobre todo a la aplicación de un precepto legal de también más que dudosa validez democrática, que más parece una herramienta represora contra una libertad tan importante como la de expresión, eso sí, empuñada siempre contra ciertos sectores de la sociedad porque parece que ni usted ni sus compañeras de fiscalía parecen inmutarse cuando las humillaciones, bromas, insultos o descalificaciones surgen en otros puntos cardinales. Ya sabe, se puede agredir a los descendientes de personas asesinadas en las cunetas por El Enanito Cruel también conocido como Paca la Culona (por el General Millán Astray, ya usted sabe, no se vaya a pensar que tengo yo afanes de malmeter contra nadie) siempre que se sea Rafael Hernando y portacoz parlamentario del PP, se puede decir, si se es un alcalde del PP gallego, que los asesinados en la represión franquista lo serían por algo, o incluso hacer comentarios dolorosos y obscenos contra los homosexuales siempre que se sea obispo de algún sitio, Alcalá de Henares, sin ir más lejos. Entonces no, no hay fiscala ni magistrada que se atreva, vaya que no.

Cassandra hace unos días, Dani Mateo o El Gran Wyoming ahora, por chistes, madre mía, por chistes. Cómo comprendo yo cuando usted y otras señoras compañeras de profesión claman por los pocos medios que a su disposición pone el estado, porque si se trata de enchironar a toda persona que en algún momento de su vida haga un chiste más o menos zafio, con alguna víctima precisa o colectiva, todos necesitaríamos ir vigilados por entregadas vigilantes que a su vez necesitarían vigilantes que a su vez necesitarían vigilantes, y así hasta el infinito y más allá. Plus Ultra.

No se vaya a creer usted que a mí Cassandra me resulta especialmente simpática, Dani Mateo sí, aunque no somos ni primos ni nada eh, no se vaya a pensar. Pero que tenga una cierta obsesión la chiquilla por escribir el verbo matar en el Twitter no parece suficiente para que se inicie un proceso penal en la Audiencia Nacional nada menos (ya sabe, ni siquiera ante el preceptivo juez natural) y mucho menos para que tras las diatribas de la fiscala, tres magistradas decidan una condena que, permítame decirlo, nadie entiende.

Más allá del caso, dicen unos amigos que además las magistradas y la fiscala, usted misma, han intentado humillar a la procesada refiriéndose siempre a ella en género masculino, cuando basta ver unas fotos de la señorita Cassandra para tener claro que es una mujer, que esa es su identidad, su decisión, y su derecho a la intimidad por cierto, que yo no tenía por qué saber que es mujer transexual. Pero venga y venga ustedes con "el acusado" y demás. Según mis amigos para ejercer un plus de insulto y humillación que, por cierto, también debería hacer que ustedes mismas se autoprocesaran por ir contra el mismo artículo que supuestamente estarían aplicando tan celosas.

Yo creo, sin embargo, que en este punto ha sido usted una incomprendida, que en realidad usted ha tratado de erigirse en demoledora oficial de las barreras binarias de género y ha decidido que todos somos masculinos, femeninos, neutros, epicenos y comunes en pro de la verdadera igualdad, y que suprimidas estas barreras genéricas en el lenguaje, haremos un mundo mejor en el que todas seremos todos y todos seremos todas. Así que me sumo a su propuesta y me refiero a usted no con la identidad sexual que usted asume socialmente sino con cualquier otra, la femenina por ejemplo, para abundar en la contradicción y abrirme con usted hacia el futuro, brava señora.

Ya era hora, ya era hora, de que una mujer valiente, y fiscala por lo demás, diera un paso tan grande al frente.

Me despido cordialmente como modesta servidora suya.

miércoles, marzo 29, 2017

LA JOVEN COMPAÑÍA. AMOR A PRIMERA VISTA


Con los hombres tengo siempre o mal ojo o mala suerte, con la gente en general acierto al 50%, con los perros o la comida es más bien raro que me lleve una mala sorpresa. Por alguna razón, sin embargo, al enfrentarme con esas extravagancias que en conjunto se suelen conocer como artes o cultura las intuiciones se afinan hasta casi un 100% de satisfacción.
 
Fue hace algo más de un año cuando tuve por vez primera noticia de la existencia de La Joven Compañía y de su trabajo. El azar hace su trabajo, y no deja de ser azar feliz que justo aquel día yo volviera a comprar el periódico que leí durante años y al que ahora solo me acerco muy de tarde en tarde. Casualidad que mis ojos prestaran ya mucha más atención al teatro de lo habitual, puesto que mis hábitos y responsabilidades habían experimentado un fuerte cambio reciente. Casualidad que la noticia hablara no solo de una compañía de características muy precisas, sino que además lo hiciera relacionándolos con uno de esos viejos queridos compañeros de travesías literarias, Homero.
 
Así que desde la lectura del periódico a la primera exploración del Google y a la primera llamada a la compañía no debieron de pasar más de unos pocos minutos.

La empatía fue inmediata, como era de esperar, la ilusión de todos y cada uno de los integrantes de LJC con los que fui hablando en diversos momentos, David, José Luis, Olga, Pedro... es contagiosa como un maravilloso virus, el proyecto de llevar a los jóvenes al teatro, de hacerlo como actores pero también como técnicos, gestores, directores, autores y especialmente como público era una clara respuesta a mis oraciones a Talía y a Melpómene. El hambre de teatro iba creciéndome hasta que por fin pude convertir en realidad esa ansia de entrar al Conde Duque y sentarme durante unas cuantas horas para ver, seguidas, las dos partes del Proyecto Homero, Ilíada (adaptada por Guillem Clua) y Odisea (en la lectura de Alberto Conejero). Baste decir que me resultaron ambas obras un fuerte impulso eléctrico, una tensión salvaje en la atención, en la mente, en la memoria, en el corazón, que me reí, que me agité, que volví a vivir las peripecias de griegos y de troyanos. Y que lloré, casi desconsolado, cuando Aquiles (Álvaro Quintana) toma en sus brazos el cadáver de Patroclo (Javier Ariano) para acunarlo, besarlo, llorarlo, mientras la oscuridad cubría sus ojos en una imagen que para mí solo podía ser atroz, demoledora, un eco de ese instante terrible en el que la oscuridad cubrió los ojos de Leo mientras se desplomaba sobre mis frágiles, inútiles, brazos.

Regresé a Madrid para disfrutar de una versión brillante de La isla del tesoro, divertida, con un punto feminista, con una vuelta de tuerca como siempre para que las preocupaciones de chicos y chicas puedan estar presentes encima de las tablas, para hacer la historia cercana no solo en el qué se cuenta sino en el cómo se cuenta, analizando sus hábitos de consumo cultural, sus exigencias de intérpretes jóvenes, de rapidez, de presencia de música y de recursos audiovisuales, de una expresividad extrema y tragicómica capaz de despertar risas nerviosas, movimientos en las butacas, ojos húmedos, comentarios susurrados que no pueden esperar para expresar y compartir lo que a cada momento se vive. Regresaré a Madrid para asistir a La edad de la ira, la adaptación que Fernando J. López ha realizado de su propia novela, porque me he jurado ver todo el repertorio de la compañía y ya estoy nervioso por la necesidad de ver Hey boy, hey girl o Fuenteovejuna.

Porque Punk Rock , de Simon Stephens, ya ha caído. Ha caído en esta Santander que una vez en este blog se pensara posible, en la Sala Pereda del Palacio de Festivales de Cantabria, convocando a más de mil adolescentes para un triple propósito: Acercarlos al teatro, crear aficionados, dejar que se sientan parte de la escena, sería el primero. Acompañarlos en un viaje de madurez, de autoconsciencia, de introspección y reconocimiento de las propias grietas a partir de las heridas que habitan el escenario. Denunciar, en fin, el bullying, y ayudar en la lucha contra esa lacra de la violencia en las aulas, del acoso de los abusones.

Punk Rock, además, me ha dado una oportunidad que me hace sentir un privilegiado, la de compartir un poco de tiempo con esas actrices y actores a los que todavía no había dejado tomar la palabra fuera de texto, no más que un par de tuits cruzados con Álex Villazán o con Víctor de la Fuente. Aquí en Santander Punk Rock fueron Víctor de la Fuente, Katia Borlado, Juan Frendsa, Ana Escriu, Jota Haya, Cristina Gallego, Fernando Sainz de la Maza y Tana Payno. Actores y actrices para los que solo tengo palabras de agradecimiento, por su entrega y su altísima calidad durante las representaciones, por su capacidad para convertirse en demiurgos y despertar la voz de esos adolescentes que necesitan contar, que necesitan hablar y que se sienten impelidos a tomar el micro y a vencer sus miedos, por su compromiso, su cercanía, su simpatía, su optimismo, la claridad de sus ideas fuera de la escena. Quizás porque entre camerinos se estuviera representando otra obra, ese sueño de volver a ser joven, volver a sentir la vida con energía, con pasión, con kilómetros de futuro rumbo a las estrellas, con el teatro, la poesía y la luz de las sonrisas como cómplices.

Sé que volveremos a encontrarnos y que a cada encuentro volverán a romperme, volverán a quemarme las cicatrices, volverán a hacerme volar desde la memoria al infinito. Y que cada encuentro será nuevo y vibrante, un homenaje a ese adolescente que nunca ha querido marcharse del todo. Gracias. Gracias. Gracias.

(NOTA: Os he robado una foto de la web, una espléndida foto de David Ruano. Espero que me perdonéis el pecadillo)


martes, marzo 21, 2017

PRISCILLA, C'EST MOI


Hace ya tanto tiempo de Las aventuras de Priscilla, reina del desierto....

En aquella especie de Neolítico personal, todavía el miedo estaba presente, todavía el mero hecho de sacar una entrada para ver una película de maricas te hacía temblar. Aunque muy pronto la felicidad que destilaba la pantalla, las emociones, los personajes, la música, los colores te envolvían en una especie de nube que te acompañaba al regresar al armario donde tanta vida se estaba quedando apolillada.

Llega años después, muchos años después, Priscilla, el Musical, esa reescritura moderna, espléndida de la vieja película tantas veces vista desde aquella primera vez. Ya no hay miedo, ni temblor, en su lugar la franqueza, la naturalidad, la frescura, cierto poso de cinismo ácido bien asentado con los años. Esa apuesta fuerte que una vez jugaste contra ti mismo de no volver a bajar la mirada, de no volver a las sombras, de no renunciar nunca más a una brizna de vida y que por el momento vas ganando. Pero de nuevo Priscilla te invade como una gran fiesta que te devuelve tu música, tus colores, que te abruma con su desvergüenza feliz, que se despliega ante tu mirada entregada desde el primer minuto como un gigantesco pavo real construido de plumas, lentejuelas, brillos y sonrisas y levanta una copa de champán también por ti, por la vida, desde las manos de ese fantástico elenco de actores, bailarines, cantantes, encabezados por tres grandes artistas que rozan la perfección en sus papeles, José Luis Mosquera, como Bernadette, Christian Escuredo, como Felicia, y ese santanderino de oro que es Jaime Zataraín como Mitzi/Tick.

Priscilla como un chute de felicidad, Priscilla, ay, también como un espejo que de pronto te invade y te abre una puerta hacia tu propia memoria recordándote que tú, Rukaegos, tú eres también esa reinan del desierto.

Tú, Bernadette, porque aprendiste la dignidad cuando todavía no era tan fácil y decidiste resistir. Bernadette porque cuando llegó la muerte de Trumpet te quedaste sin aire, sin suelo, sin vida, a la intemperie, y a pesar de todo no dejaste de caminar. Bernadette, porque desde el temor te levantaste con una lengua afilada al extremo para el combate, con los puños y las rodillas dispuestos a golpear, a hacer daño, cuando se trata de defenderse de esa mierda llamada homofobia, cuando se trata de defender tu espacio y el de tu gente. Bernadette, que de alguna manera sabe que ya ha pasado su tiempo, que ya no pasarán tantas cosas, y que seguramente el tiempo de dormir en compañía se esfumó hace varias temporadas. Bernadette, dura, entrañable, fiera, acogedora.

Tú, Felicia. Porque hubo un tiempo en el que volvían la cara para mirarte, porque hubo pequeños espacios extraños en que además de mirarte te quisieron y hasta se fascinaron. Felicia, porque querías brillar y te llenabas de colores a la moda y tenías siempre a punto la propuesta más loca. Felicia, porque de pronto la realidad te aplastaba contra el suelo y te dejaba allí noqueado, atónito, sin comprender por qué de pronto el mazazo si antes te querían.

Tú, Tick, porque has vivido siempre como si te estuvieran esperando al final de un largo desierto, porque siempre supiste que nunca iba a dejar de doler la diferencia, pero a pesar de todo trabajabas para construir, para decidir, para estar en el centro del escenario proclamando tus normas. Tick, o envidia de Tick, porque claro que soñaste hace tantísimos años con ser padre y establecer una hermosa familia casi tradicional, solo casi. Aunque tuviste que ir dándote cuenta de que no era ese tu camino, que tu vientre se quedaría seco, pero al menos tus labios dignos y altivos encontrarían su fuente de compañía.

Tú, Priscilla, a trancas y barrancas, con la arena molestándote en los zapatos y el sol cegándote los ojos, pero siempre fiel al rumbo de ese norte que, qué le vamos a hacer, al final te había tocado. Tratando de sostenerte, de ser un buen tío y de ser un buen marica, el mejor marica como si te fueras a convertir en un personaje de Queer as folk.

Al final la música termina, los pies te dejan de bailar, las lentejuelas pierden su brillo y las luces se apagan. El Grindr se te llena de tentanciones imposibles y una cierta melancolía te empuja hasta casa, para buscar a tus perros y llevarlos al parque mientras canturreas Go West, We belong, I will survive mientras ellos, los sueños hermosos que te ha dibujado el guapísimo elenco de Priscilla y la realidad tierna de Gin y de Gelo, te hacen los coros. Caminando con la cabeza alta. Buscando en el horizonte ese cartel que te indique cómo llegar a Alice Springs.
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