jueves, julio 06, 2017

AMIGOS EN FUGA



Yo también me he marchado algunas veces: distancia paulatina con los amigos del colegio al llegar al instituto, donde quedábamos reagrupados de manera diferente, donde conocíamos a chicos y chicas procedentes de otros centros, cuando al ir definiendo nuestra adolescencia nos sentíamos un poco extraños en la cofradía de los aventureros, los populares y los guapos. De nuevo la distancia al comenzar la universidad, cuando nos fuimos dispersando y yo era el único de la pandilla que no regresaba a casa en vacaciones porque nuestras vacaciones no transcurrían en la vieja y entrañable Reinosa hasta llegar esa tarde en la que te das cuenta de que ya no sabes en qué anda cada uno y no te han llegado las noticias y permaneces en silencio durante la mayor parte de la velada. Otra vez la distancia, cuando tu gente de la universidad va incorporándose a sus trabajos, casándose, formando sus familias y tú te quedas un poco al margen de unos nuevos horarios y unas formas diferentes de celebrar la vida.
 
No, nunca pasó nada que justificara esa lejanía, nunca hubo una bronca ni un frío súbito, simplemente pasó, quizás ya no queríamos lo mismo, no vivíamos lo mismo. Quizás todavía mis secretos eran demasiado absorbentes y me abrumaba tener que compartir mi extrañeza. Quién sabe. La única certeza, que siempre están en la memoria y en el corazón, y que los escasos reencuentros son felices, como si de pronto volviéramos a tener catorce, dieciocho, veintisiete...
 
Escucho estos días a menudo esa hermosísima pieza de Bach, el Capricho sobre la lejanía del amigo queridísimo, y me doy cuenta de que son otros ahora los que se encuentran en fuga. De nuevo lo que ha pasado es nada, nada más que un otoño en el que las hojas van cayendo sin prisa hasta dejar desnuda cada rama. Se va volviendo imposible encontrar una hora común para ir al cine, las llamadas telefónicas se quedan a veces sin respuesta, dejas de formar parte de las prioridades ajenas. Pero no pasa nada, salvo un tiempo que se abre lleno de interrogantes hacia el futuro y de agradecimientos hacia el pasado, agradecimiento por tantos momentos grandes, por tanta felicidad común, por tanto apoyo en los momentos duros y tantas risas a la hora de la fiesta. Nada, salvo una pequeña melancolía que se va fundiendo con las notas del clave y pinta de gris, de un gris clarito, esta tarde de julio en que como ya imaginaba decido dejar que el agua y la arena fluyan entre los dedos, sin luchar por lo que quiere ir terminando.

2 comentarios:

maria dijo...

Asíes. Y cuando 50 años después te encuentras con una antigua compañera de estudios nos quitamos las palabras de la boca.

Olga Agüero dijo...

Bellísimo. No se puede describir mejor.

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