lunes, octubre 30, 2006


... Y DIOS VISITÓ SANTANDER

No cantó The River, a pesar de que lo venía interpretando en la gira como homenaje a sus fans de siempre (aquí tocó turno a The ghost of Tom Joad en la misma función, ante la pasión de una moza pancartera de la primera fila).

En fin, lágrimas que me ahorro, porque es una de esas canciones que no puedo evitar poner en relación con un corazoncillo roto y con cierto Juan de tiempos pasados.

Neuras personales aparte ... confieso ser devoto de la música de Springsteen desde hace muchos años, me confieso seducido por su sonrisa, por su compromiso, por sus canciones, por su entrega en el escenario. Y confieso haber vivido dos horas y pico memorables en El Mejillón, un tiempo de felicidad en el que conseguí olvidarme de muchas otras cosas y bucear en un mar de entusiasmo contagioso en el que cantar, bailar, palmear, disfrutar eran las únicas ocupaciones, desde ese inicial John Henry hasta la despedida de el Boss de nuestro país con un Froggy went a Courtin'.

Tiene algo de religioso, de catártico esto de los grandes conciertos en directo. Todavía más si la calidad y la pasión tienen un sello tan auténtico como el que imprime siempre Bruce Springsteen. Añado que su último disco, su homenaje al mítico Pete Seeger, me parece una grabación que se contará entre las mejores de su amplio catálogo, aunque haya medios que se hayan empeñado en hablar de música country a lo que es repertorio tradicional norteamericano, o lo que es lo mismo, un viaje desde las esencias del Negro Spiritual (Mary don't you weep ) a las viejas baladas inmigrantes e irlandesas (Mrs McGrath), los cantos de trabajo (Erie Canal) , las luchas sindicalistas (We shall overcome) o las baladas que llevaron de un pueblo a otro los mitos del oeste americano (Jesse James) . ¿Y el country? Pues que le vamos a hacer, yo no lo vi por ningún sitio.

Algunas veces he comentado (ya no sé si lo dije alguna vez en el blog) que de los grandes eventos debería quedar algo más que gruesas facturas por pagar y almacenes llenos de inútiles camisetas y libretas con el logo del Santander 250 Aniversario o del Cantabria, Tierra de Júbilo. Algo estable, quiero decir, un lavado de cara, una infraestructura, algo más que pura publicidad.

Pero dentro de los macroeventos que parecen imprescindibles ya para cualquier celebración, de la presencia de Springsteen en Santander, y en lo estrictamente personal, quedará durante mucho tiempo el sabor de una larga felicidad de dos horas y media.

miércoles, octubre 25, 2006


COSAS DE LA EDAD

Imagino que no me encontraré con Vicente Mediavilla, flamante Consejero de Presidencia del Gobierno de Cantabria y candidato por el PRC a la Alcaldía de nuestro Santander posible, en el concierto de Bruce Springsteen. Básicamente porque The Boss tiene 57 años y ya había editado un par de discos cuando Mediavilla paseaba de la mano de mamá por el Paseo de Pereda lamiendo su helado de Capri. Eso, al parecer, hace que The Boss se convierta de pronto en viejo e inútil. Claro que, si mal no recuerdo, José Luis Sampedro, Meryl Streep, Mickey Mouse y hasta el chulazo de Tom Cruise son mayores que Mediavilla. En realidad, hasta yo soy mayor que Mediavilla, aunque vista su convencional manera de vestir más parece mi abuelo que un cuasi compañero de promoción.

Reconozco que me parecieron desafortunadas las declaraciones de Mediavilla descalificando la candidatura de Jesús Cabezón por viejo. En primer lugar, porque las hizo durante una rueda de prensa oficial, y este chico debería ya haber aprendido algunas cosas básicas sobre el desempeño del poder (al fin y al cabo tiene algo de Blond Ambition pero sin comprar en Gaultier); una de ellas, que no se puede ni debe utilizar una tribuna oficial para agresiones personales al contrario.

La otra, es que a pesar del mito de la eterna juventud ese que todos intentan vendernos por doquier, la juventud a veces no aporta nada más que acné. ¿Eligiría usted a un cirujano recién graduado para una operación delicada o acudiría al de experiencia y prestigio contrastados? ¿Sería capaz de denominar joven jurista a quien todavía no ganó un juicio simplemente porque se licenció en Derecho?¿Le encomendaría un caso complicado? Y así, un largo etcétera. A veces tenemos tantas ganas de cambiar de caras en el espectro político (bastante más espectral que otros) que aspiramos a rejuvenecer los carteles. Pero seguramente no querríamos encomendar a niñatos nuestro Urbanismo, nuestras personas dependientes, nuestra cultura o nuestra educación, nuestra política de inmigración o nuestra gestión sanitaria. Y esto, porque la juventud en la política no es un valor en sí mismas: Queremos, merecemos, a los mejores, que sean los mejores quienes asuman la tarea de transformar el viejo Santander en uno capaz de enamorarnos.

¿Es Jesús Cabezón viejo? Personalmente le veo más joven que a Mediavilla, más implicado con la ciudadanía, más culto y, sobre todo, y vista la boutade del consejero, más sabio. Si Cabezón es alcalde, tal vez me dé la razón (ojalá) o tal vez no (y entonces le pediré disculpas en este mismo blog a Blond Ambition, ayns que me ha gustado el mote). Pero de momento, salidas de pata de banco como la que sirve de disculpa a esta reflexión me vienen a decir que Vicente no está todavía maduro para Alcalde.

lunes, octubre 16, 2006


RUKAEGOS EN LEGOLAND

Allá por esas Dinamarcas en las que a veces algo huele a podrido (en Christiania el olor debe de ser a porro) y otras veces huelen a viñeta explosiva, existe un delicioso parque de atracciones en el que la famosa marca de juegos de construcción infantiles, Lego (con la que todos hemos hecho nuestros pinitos urbanísticos de babies), ha construido con sus pequeñas y coloridas piezas su menudo sueño de ciudad. Otra ciudad posible.

La cosa es que al leer que finalmente se llevarán los restos arqueológicos de los viejos muelles santanderinos de paseo por la ciudad (nunca conseguirán ganar en provisionalidad a don Pedro Velarde, ya en capilla para viajar a esa orgía de cemento y baldosa en que va a devenir la Plaza Porticada, con una estética muy Imperial Forties. Si es que a Piñeiro le traicionan hasta sus gustos) no he podido evitar pensar en Santander como un poco Legoland, pero con menos colorines, menos daneses y menos gracia.

Es gracioso leer en los panfletillos para turistas que contamos con uno de los mercados cubiertos más antiguos de Europa, y cómo ese mercado reproducía en su interior el ideal urbanístico del XIX ... Como si no supiéramos que ese mercado se vino abajo por desidia municipal, a pesar de haber sido rescatado de la piqueta vía intervención de la Academia de Bellas Artes de San Fernando (ora pro nobis) en una de las pocas movilizaciones cívicas que el viejo Santander recuerda (y que nos sirve de prueba de que las pocas veces que queremos ...). Como si no supiéramos que el actual Mercado del Este es una reconstrucción en lego más o menos fiel del antiguo. Hay un par de fragmentos de muros medievales desperdigados por la ciudad, a la manera de paredes de lego, sin que se sepa muy bien dónde cayeron tras ser arrancados de su espacio originario. De la misma manera que a veces a bombo y platillo nos anuncian que si un búnker, que si una fuente y todo acaba nuevamente sub terra.

Alguien me dirá que tampoco son precisamente los restos del Partenón. Pues tiene razón, pero en una ciudad que siempre ha aniquilado su historia, que ha visto desaparecer entre incendios, explosiones y concejales de urbanismo la mayor parte de su casco histórico, que casi no tiene memoria de sí misma, una mísera pared, insignificante para Roma o Salamanca, es santanderinamente hablando un pequeño tesoro. Y conviene no olvidar que otras ciudades ofrecen otras soluciones: Cuatro piedras del foro romano de Zaragoza, sirvieron a la capital maña (con su anterior alcalde socialista, Sainz de Varanda) para un interesante museo inter activo que sirve para contar al visitante la historia de la Zaragoza prerromana y latina.

Eso sí: mientras piensan qué hacen con las piedras del muelle medieval, el candidato De la Serna (que no le parecerá viejo a Mediavilla, supongo, y además es más mono que el regionalista) hará su piscina artificial para patos sin gripe en la Vaguada de las Llamas con las piedras del Muelle del XIX. Ya saben, de paraje natural a parque de lego; de humedal a piscina. ¿Estos han visto alguna vez otro ayuntamiento? Lo digo porque hasta hay algunos del PP que son capaces de recuperar una especie de Vaguada sin jugar al nene urbanista, Vitoria y la laguna de Salburua, sin ir más lejos.

Eso sí, si la ciudad nos la hubieran diseñado los niños daneses, seguro que estaba mucho más colorida y más mona.

miércoles, octubre 11, 2006


PIÑEIRO, UN ALCALDE DE CENTRO

La imagen inhabitual de un burro montando a caballo fue pan de cada día en nuestro país duranto muchos, demasiados años. Santander, que en algunos aspectos parece haberse resignado a ser un parque temático de la oprobiosa (estaría bien que pagaran a un par de actores para que deambularan vestidos de cardenal segura por el Paseo de Pereda llamando a la cruzada), mantiene en el lugar de honor, delante del Ayuntamiento, la casa que debería ser de todos, y que ha venido siendo ocupada durante los últimos años por un partido, el popular, que se autotidefine o sudoka como "de centro" y un alcalde, Gonzalo Piñeiro, más de centro que nadie.

No se preocupen, no hablo de su talante abierto ni de sus comprobadas exquisitas maneras con tirios y troyanos (lo del "oye, tía" a la Ministra Narbona fue ssssstupendo), sino de su querencia por el centro, por las obras del centro, por las obras repetidas en el centro. Por un centro que, paradójicamente, sigue degradado y poco habitable, oculto con frecuencia por las maravillosas carpas que un mes sí y uno no nos anulan el espacio ciudadano de la Plaza de Pombo.

Verán ustedes. No sé si fue hace cuatro u ocho años cuando Piñeiro y su troupe levantaron todas las aceras del viejo y deteriorado Ensanche y aledaños. Digamos, de General Mola (¡presente! ufffff otro) hasta Santa Lucía, en tiempos calle de la Libertad. Del Puertochico (Matías Montero ¡presssss ...! uy, perdón, que éste se quedó sin su truncada columna) de la inefable sardinera a la Plaza del Príncipe. Tocaba rentabilizar electoralmente cuatro años comme d'habitude en blanco, para concurrir a la urna con la sonrisa ciudadana del qué mono está todo (todo lo que está mono, claro) y qué alivio, terminaron las obras. Fueron meses infernales, con resultados dispares: las calles siguieron siendo las mismas, con un pavimento un poco mejorado, cuatro arbolillos raquíticos en Peña Herbosa y Daoíz y Velarde, y una Plaza de Cañadío con más cemento y menos árboles (cuándo no es romería para la Virgen), para facilitar las masivas convocatorias que alguien me definió como "botellón pijo" y contra las que se supone que la troupe popular estaba en guerra.

Empezamos de nuevo a levantar calles. En las mismas zonas. Sin que haya habido precisamente información pública sobre lo que se pretende (al parecer ensanchar aceras y quitar aparcamientos), sin que nadie se decida de una vez por todas a peatonalizar seriamente algunas calles, sin que nadie pregunte a los comerciantes qué opinan de que les pongan la calle patas arriba delante de la campaña de Navidad. Y todo esto en calles que, pongamos ha seis años, habían sido remodeladas.

No vamos a hacer obras, claro, en lugares tan sofisticados como el Cabildo de Arriba (no vaya a ser que se empecine en no caerse y no nos deje especular), como Entrehuertas, como la ladera norte de General Dávila, como la ladera sur de General Dávila ... Como todas esas calles donde tantos ciudadanos viven más o menos como en la época del Burro A Caballo, sólo que con ordenador, adsl, más años y más multiculturalidad. Esos mismos ciudadanos que siempre se olvidan de que su acera no está asfaltada y votan troupe popular porque nos han dejado estupendos los Jardines de Pereda.

Claro que las obras son necesarias, en toda la ciudad. Claro que la gestión de loos espacioes públicos ha de tomarse con seriedad y un especial cariño pero ... ¿no sería posible cambiar de calle alguna vez?

Una propuesta para ese mi y vuestro Santander posible. ¿Qué tal si recuperamos el diálogo, al menos para los temas esenciales, si nos mostramos capaces de establecer de común acuerdo entre los diferentes representantes municipales de elaborar un libro blanco de la cultura, un plan de obras a diez / doce años vista, un libro de los servicios sociales, cuatro o cinco grandes pactos decenales que permitan gobernar el ayuntamiento con más eficacia, más amplitud de miras, menos mezquindad política y pensando más en el ciudadano que en el bolsillo? Si cada cuatro años tenemos que sufrir una nueve fiebre asfáltica, sin ton ni son, vamos mal, alegre muchachada.

Claro que sin Gepé no sé si lo del diálogo y la amplitud de miras va a ser fácil. Si con alguien tan respetuoso y abierto como Gonzalo Piñeiro no ha sido posible ¿qué va a pasar cuando en el Ayuntamiento gobierne alguien con dos dedos de frente y una miaja de sentido ciudadano?

martes, octubre 10, 2006

MEMORIAS DE UN SAUCE

MEMORIAS DE UN SAUCE

Esos celtas de los que alguna memoria quedará en esta Cantabria que un día poblaron, hablaban con la naturaleza. Ni dioses, ni vainas. Nada más sagrado para ellos que un río, un árbol, un animal. Tal vez por eso renunciaron a construir soberbios santuarios para orar en espacios abiertos, recogidos, protegidos por la propia belleza del Mundo.

Hicieron su calendario y sus especulaciones zodiacales a partir de los árboles, esas criaturas bellas como pocas, sabrosas, generosas, que tan bien comprendió nuestro Riancho. En esas especulaciones, por mi abrileña fecha de nacimiento me corresponde el sauce como árbol totémico. Y a él me encomiendo en esta entrada de mi blog que es también vuestro, para hablar de la fiebre arboricida de nuestra ciudad.

Recuerdo como muchos fueron cayendo. Dos en especial. La vieja y altiva palmera que casi tocaba el cielo desde su casa en el jardín del viejo Sanatorio del Doctor Madrazo, en mi calle de Santa Lucía. Uno de esos árboles de sabor indiano, desclasado en nuestro norte pero enérgico y hermoso, como soñando el sol, cuando se proyectaba hacia lo alto. Vinieron los cambios, las especulaciones, la nueva clínica Madrazo (hoy Mompía), y con los nuevos aires se fue la palmera, esa que ya no podría volverse tan niña niña como cuando era una niña con cintura de pulsera. Nadie pensó en transplantarla o preservarla. Y nos dijo adiós, como adiós nos dijo la araucaria azul de los Jardines de Pereda, tal vez el árbol más lindo que Santander haya visto nunca, ese que se desplegaba a modo de cortina vegetal sobre uno de los senderos del parque. Se argumentó que podría desplomarse sobre el camino (¿cuántos árboles no habremos visto apuntalados o asegurados contra tal eventualidad en medio mundo?), que obstruía el paso (¿tan costoso es caminar cuatro pasos para tomar el camino alternativo?). Y se la llevaron.

Y es que en Santander, los árboles molestan. Los paseantes de Reina Victoria lo dijeron hace tiempo cuando clamaban por una tala masiva de vegetación que les permitiera disfrutar del paisaje (y digo yo ¿cómo va a disfrutar de un paisaje quien no es capaz de sentir parte del mismo a sus árboles?). Los vecinos de Menéndez Pelayo suelen quejarse de que quitan luz a sus ventanas (pero aportan sombra en verano, verde de vida).

Y ahora, han sido los pinos de Pérez Galdós los que han sido cercenados por esa aversión de nuestros munícipes a todo lo que no sea cemento y comisión. Los parques, que sean muchos, pero que no molesten, que sus árboles sean esqueléticos y breves, para no dar sombra ni robar espacio, y que estén sus ámbitos bien delimitados, no sea que perdamos un par de bloques por su culpa. Nuestros munícipes firmarán todas las cartas ecológicas necesarias, afirmarán que Santander es una ciudad respetuosa con el medio, gastarán dinero en libros que hablen de nuestros pájaros (qué tristeza esos pájaros sin árbol), sustituirán hierbas, plantarán flores, buscarán arbustos exóticos y decorativos, embiscarán las excavadoras contra los espacios trazados por la naturaleza para echar cemento de constructor y hierbas de diseño y hacer un parque artificialmente naturaloide. Y mientras tanto, seguirán cortando árboles y árboles, sin enterarse de que son también patrimonio de nuestras almas, que hasta el Gobierno de Cantabria los reconoció en su imprescindible catálogo de árboles singulares que salvó tantos viejos y magníficos ejemplares de esos que en sus pueblos llaman La Cagigona, El Roblón, El Abuelo, etc. Y que tantas ciudades enseñan a amar esos perfectos sistemas de hoja, rama y tronco que nos limpian el aire, nos aportan sombra, nos protegen frente a los ruidos, nos deleitan los sentidos.

También para los árboles otro Santander debería ser posible, debería crecer esa ciudad respetuosa con el medio y enamorada de sus vecinos vegetales. Ese Santander verde, que lo quiero verde.

jueves, octubre 05, 2006

CRUZANDO EL RUBICÓN


CRUZANDO EL RUBICÓN

Acostumbrado a escuchar a medio Santander que en esta ciudad nunca pasa nada, empiezo a pensar que criaría una úlcera o un over-stress si pasara (o pasaría, en jerga local).

Hace unos días, me las vi y me las deseé para hacer al menos ligero acto de presencia en tres inauguraciones que me interesaban: la de las fotografías realizadas por los alumnos del taller de imagen de Pablo Hojas, que ocupaba la Sala de Expos de Caja Cantabria en Tantín (en la edición poetas en blanco y negro sale el menda en un estupendo y divertido retrato disparado por Javier Lamela), la que homenajeaba a Ricardo Cavada en el Mercado del Este (tuve la suerte de llegar cuando Piñeiro y su cohorte se marchaban), un poco reiterativa, todo hay que decirlo, y finalmente acabar en antro alternativo con DJ, arriando velas San Simón arriba en Col-Arte, donde Dodi Le Chic exponía sus diseños.

Hoy andaba yo más perezoso, cosas del otoño, así que para evitar la cohorte de Piñeiro no fui a la inauguración de El Puente de La Visión (pero le prometo a Carretero y a Concha García hacer acto de presencia por la muestra) pero disfruté de la muestra dedicada a Emilio González Saiz (pero qué bueno es este pintor, por Belenos) en la Sala de Marina Civil, patrocinada por San Francisco Javier Marcano, maestro ejerciente de ceremonias e introductor de la muestra con ese tono entre pedante y socarrón que tanto le gusta. Las pinturas de Emilio, espléndidas, con sus obsesiones permanentes de pájaros, acantilados, glaciares, montañas, pintura dentro de la pintura, y siempre con esa luz fría y extrañamente aséptica que hipnotiza las miradas y acaba recreando una especie de dura alma del norte. Tengo un dibujillo suyo, pero algún día prometo comprarle un cuadro. Lo necesito.

Al contrario de lo que suele pasar, me marché en cuanto empezaron a salir los canapés, rumbo al Rubicón, donde Alberto Santamaría, Vicente Gutiérrez Es-Pera y el patriarca Noé presentaban sendos números de Anémona (proyecto poético-surrealista) y Nadadora (proyecto poético-naïf). Como siempre, unos cuántos poemas leídos por sus autor@s sirvieron como puesta de largo a las revistas, y así oscilamos de los amigos sádicos de Vicente, siempre en guerra contra los saltamontes, el look Veronika Lake de Marián Bárcena (muy buenos los poemos, que conste) y el misticismo transverbal de Raquel Serdio a la ironía estupenda de Alberto Santamaría (chachooo, escribe algooo, que siempre lees los mismos) o las aportaciones al proyecto de vida surrealista de Noé Ortega (qué te vas a esperar de este chico, estudia teleco: no puede ser normal).

Carlos, mi ex-profesor de Geografía e Historia del Arte en el Insti, Martuka, la que lava mejor los caracoles en las playas de Galizano, y Alberto Santamaría, preocupado porque Pablo decide intentar la telequinesis con sus juguetes en vez de gatear a por ellos, fueron la compañía estable entre birra y birra (como siga a este ritmo de ingesta de coronitas me van a condecorar en México como a Lourdes Royano, que ha ganado no sé qué premio, seguro que no por su buen gusto literario). Una velada estupenda, hablando de lo divino y de lo humano, rodeados de buen rollo, gente interesante y hasta gente alternativa cuidadosamente descuidada.

Cuatro apuntes para terminar este texto que parece de Jesús Pindado (diossss) con tanto nombre. Lo mejor de la noche, un morenazo con media barba que entró cuando casi salíamos con los cuidadosamente descuidados ... mmmmmmm.
Otro dato, que tendría que haberle atacado a la yugular, jeje, al fin y al cabo el Rubicón tiene el honor de lucir en sus paredes desde hace muchos años ese cartel nada visto en Santander de "este local no tolera conductas homofóbicas e invita a sus clientes gays y lesbianas a comportarse con naturalidad".
Tres: La gente empieza a creer posible el Santander posible. Alberto, Daniel y Carmen, en diversos momentos del día, me mostraron su simpatía por el proyecto que encabeza Jesús Cabezón y se mostraron dispuestos a trabajar, aportar ideas y colaborar tanto como haga falta. Ilusión y compromiso es lo que hace falta, y lo que se empieza a ver. Va a ser que sí.
Cuatro et fine. Por fin he descubierto la mejor salida para la estatua del burro y el caballo de la Plaza del Ayuntamiento. Becar trimestralmente a jóvenes creadores plásticos para que la intervengan. Así estarán contentos quienes desean que el tirano siga presidiendo la ciudad, y probablemente también quienes de no quitarla optarían por darle un poco de glamour.

En fin, cruzado el Rubicón, alea iacta est.

martes, octubre 03, 2006

EL TERCER HOMBRE


EL TERCER HOMBRE

Bueno, parece que por fin están todas las espadas en alto, al menos las que salen con opciones a ocupar sillones municipales tras la cita con las urnas de las gentes de santander el próximo mayo.

Como la mayoría de los que entráis por el blog sois peña controlada, jeje, no os extrañará que escriba esta entrada, ni que la haga (intentando ser objetivo en lo posible) para mostrar mi contento por la nominación de Jesús Cabezón como cabeza de la lista del PSC-PSOE en las próximas municipales. Y es que me parece que estamos cerca, muy cerca, de conseguir por fin un cambio en las envejecidas instituciones santanderinas.

De Jesús se ha comentado ya prácticamente todo, así que me limitaré a apuntar las bondades de su perfil. En primer lugar, se trata de un hombre con experiencia como concejal, diputado regional, diputado europeo, además de sus cargos institucionales en Caja Cantabria. Conoce al dedillo el funcionamiento de las instituciones y en todas ellas ha dejado poso de buena gente, de hombre responsable, dialogante y competente. Algunos opondrán a su experiencia un "ya, pero era mejor un candidato joven". Bueno, depende del joven. Si un joven tuviera un perfil cercano al de Cabezón, estupendo. Pero esta oportunidad de que mi ciudad cambie quiero que sea sobre seguro, sobre unos hombros capaces de asumir y sacar adelante el reto.

Por lo demás, se trata de alguien tranquilo, abierto, progresista, cercano, alguien que no despierta recelos entre ningún sector ciudadano, y que además va a conseguir llevar bastante unido al PSOE de Santander detrás de su proyecto. Jesús estuvo a punto de ser el primer alcalde democrático de nuestra ciudad. En el 79 el proyecto se frustró porque los regionalistas optaron por abrir con su abstención el paso a Juan Hormaechea. Pero ¿os imagináis qué diferentes serían Santander y Cantabria de haber sido Cabezón y no el zarísimo Horchi ese primer alcalde?¿qué sustos de corrupción, megalomanías y compras de actas de diputado nos hubiéramos ahorrado?
Creo que Santander hoy sería una ciudad más articulada socialmente, mejor equipada en deporte, cultura, servicios sociales, una ciudad más humana en todos los aspectos.

Y para los que siguen con esa cantinela del todos son iguales (injusta y falsa). Tras casi 30 años en primera línea política, Jesús sigue viviendo donde vivía entonces, allá por Castilla-Hermida, conduce un coche "normal", y pasea por Santander con su esposa Toñi saludando, charlando y mostrándose como la Persona, con mayúscula, sí, que Jesús ha demostrado ser.

Que yo hubiera votado al PSOE con independencia de su candidato, es algo fuera de duda. Que Jesús me provoca una ilusión y una esperanza que otros no me hubieran infundido, también.
Y encima es poeta. Ojalá Santander encuentre de la mano de Cabezón y de una vez por todas el camino irreversible de la modernidad y deje de ser el caduco balneario pijo al que algunos han intentado condenarnos. Ojalá.
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