martes, mayo 17, 2011

LA HOMOFOBIA DUELE




Hoy es 17 de mayo. Una fecha que entre otras efemérides se ha abierto paso en el calendario como Día Internacional contra la homofobia, la lesbofobia, la transfobia y la bifobia. El día para recordar cuánto queda por hacer en el plano nacional y sobre todo en el internacional para que un día por fin el arco iris pueda desplegarse para llenar de belleza todos los cielos, todos los ojos, y ayudar a enjugar todas las lágrimas. El día para denunciar todavía con más fuerza, más alto, a quienes hacen de su prejuicio grito, homilía, insulto o golpe, a quienes trabajan cada día para arrebatarnos nuestros derechos y nuestra dignidad y que serían felices relegándonos a un ghetto físico o al menos legal que les permitiera salvar su necesidad de sentirse superiores a nosotros.

Son muchas las campañas y tristemente las realidades que nos recuerdan cada día que la homofobia mata, que los discursos encendidos contra la igualdad animan a los puños, los puñales y las ejecuciones a actuar en el nombre de no sé qué dios o qué dioses. Pero hoy quiero contar en el blog cómo la homofobia duele.

Cómo la homofobia duele aunque no llegue a matar, aunque acabe el dolor por apaciguarse o por formar parte de nosotros como una pregunta sin respuestas posibles o una queja apagada que latirá siempre en nuestro corazón. Aunque no haya cumplido su función de provocar el suicidio durante la adolescencia, aunque no haya sido capaz de atarnos en el interior de la vergüenza, aunque no haya sabido callarnos. Pero sigue doliendo.

No, no me refiero a ese adolescente brutal y matón que después de un debate en una televisión local te llama maricón por la calle, ni de los padres de una amiga que de pronto dejan de saludarte, ni del viejo absurdo que va a tu trabajo a preguntarle a tu jefe si tú eres de los raritos que dan o de los que toman. Porque nada te importan. Y el mismo día que decidiste levantar la cabeza lo hiciste para mirar por encima de ellos, sin verlos, sin mirarlos. No. La homofobia duele cuando la encuentras cerca, cuando la descubres en el silencio, en la vergüenza, en la ira, en las palabras cortantes, en la fría distancia de personas que te importan y que a pesar de todo no puedes apartar de tu afecto y que por eso te seguirán doliendo y doliendo.

Hace ahora siete meses falleció Leo, mi Leo, alguien que dio sentido a mi vida (fragmento de un poema inacabado de Raymond Carver, esbozado poco antes de su muerte: "¿Conseguiste aquello que / querías de la vida? / Lo conseguí, sí. / ¿Y qué es lo que querías? / Considerarme amado. Sentirme / amado en esta tierra. ). Alguien por el que sigo sintiendo tanto amor y me sigue dejando deshabitado día tras día. Falleció de cáncer, un cáncer fulminante que nos tuvo meses atados a la enfermedad y que le fue comiendo hasta extinguir su fuerza, sin poder apagar nunca sus infinitas ganas de vivir, su fuego, su bondad y su alegría.

Recibí tanto amor, tanto afecto en esos días que sigo sin creérmelo del todo, sin convencerme de merecer tanto. Pero también pude vivir esa homofobia pequeña y cercana que te deja herido y que jamás podrás explicarte. Cierto que yo fracasé en hacer cotidiano a Leo para algunos de mis entornos, esos en los que ya había recibido suficientes pruebas de que no iban a aceptarlo y que de una forma o de otra le harían sufrir. Pero a pesar de todo, ¿cuántas personas de mi familia, cuántos "amigos" fueron incapaces de acudir a su funeral o de siquiera dar señales de vida y una palmadita en la espalda? ¿Cuántas vacilaron y casi escribieron una tesis doctoral evaluando si debían ir o no? ¿Cuántas se ocultaron para no tener que ver, oír, decir?

Una frase repetida con ligeras variantes en varias bocas, algunas muy importantes para mí, resume sentimientos y actitudes en ese 27 de octubre. "¿Cáncer, dices? Ya habrá sido sida o una de esas cosas que pillan los maricones".

Sí, la homofobia mata muchas veces. Otras, simplemente, duele.

Ojalá nunca más una persona tenga que llorar tanto sólo por amar diferente. Ojalá que este 17 de mayo pudiera servir para que el arco iris y la luz brillaran para todos.

domingo, mayo 15, 2011

EN VERSIÓN CONCIERTO



Mira que yo me propongo siempre olvidarme de la existencia del Festival Internacional de Santander y de sus responsables, tanto los político-consentidores como los, ejem, artísticos. Pero no hay caso, porque no hay año en el que la primero preocupante, luego alarmante y hoy escandalosa cuesta abajo dé tregua en la falta de interés, de rigor, de vigor de unos contenidos que ya hubieran estado pasados de moda cuando Infinito tomó el poder del Festival, allá por el tiempo de los megaterios.

Supongo que la sensación de bostezo más intensa, en un momento en el que la música universal se asombra extasiada ante la recuperación de esa ingente obra olvidada de compositores como Vivaldi y Händel, debería llegar con la respuesta del ciclo estival a ese brillante movimiento. Con la presentación de una obra nueva, jamás escuchada, llamada "El Mesías". La información facilitada por el Festival Internacional, como ya es tradicional, es tan pobre y poco respetuosa con el público que hasta aquí podemos leer. Pero no se me vayan a creer ustedes que tengo mucha confianza en el resultado de ese Mesías. Y que sí, claro que sí, que El Mesías es una obra grandiosa. Pero también lo es el resto de la producción händeliana, esa de la que los responsables eternos de la caduca programación no tienen ni la más remota noticia.

Pero no, en realidad no. En realidad el mayor aburrimiento preventivo llega con una notable contradictio in terminis. Porque el Festival se abrirá con una ópera, el Otello de Verdi (el FIS no aclara en su información qué Otello será el no-representado, pero no resulta difícil imaginar que no sepan que Rossini tiene otro Otello, digno de reseña). Cierto, sí, que en situaciones excepcionales y con repertorios muy concretos, de poca tensión escénica (la ópera barroca tal vez) se puede admitir una ópera en versión concierto. Pero la ópera es, por definición, un género teatral. Escuchar simplemente las voces, como si se tratara de un disco, sin todo el componente visual y actoral al que el género lírico obliga, es matar su propia esencia. Seguramente se nos dirá que si la crisis y que si blablablás varios, como si no hubiéramos sido testigos de muchos, muchísimos festivales, y no estuviéramos al tanto de la absoluta falta de imaginación, creatividad y rigor de Infinito, ese director que sólo aspira a perpetuarse a sí mismo y al que todo lo demás trae al pairo. Pero si fuera cierto que no tiene en esta edición el Festival capacidad para producir una ópera, la solución es mucho más sencilla: no hay ópera (en todo caso, no va a haber más que un sucedáneo) y se programa con mayor aire el repertorio sinfónico coral o se da el fuste tiempo ha perdido al ciclo de cámara. Pero presentar una ópera de Verdi en una descafeinada versión concierto es confirmar que a día de hoy el FIS no es más que un quiero y no puedo. Por mucho que el título sea bello, por mucho que se trate de un servicio a los amigos (esta vez se trata de José Cura, pero ya se sabe que quien pasa una vez por el Festival no se va nunca) y por muchas excusas que se quieran buscar.

En fin, que mientras Marcano y Torrellas o sus jefes se deciden a poner un poco de futuro y de orden, siempre nos quedará la integral de las sonatas para violín y piano de Beethoven. Suponiendo que algún día nos expliquen quiénes las interpretan.

jueves, mayo 12, 2011

LOS ADALIDES DEL MINORITY REPORT



¿Os acordáis de "Minority Report"? Una película de acción protagonizada por Tom Cruise que en su planteamiento inicial nos acercaba a un interrogante moral de no poco calado. En efecto, Cruise vive (y es policía) en un mundo en el que los crímenes son predecibles y se detiene a los "criminales" antes de que lo sean, antes de que tengan la oportunidad de infringir la ley. ¿Puede la ley limitar derechos "por si acaso"? ¿damos por sentado que el espíritu humano es incapaz de hacer uso de su libertad, de su capacidad para decidir? ¿cuántos de los encerrados en aquel oscuro mundo no por lo que habían hecho sino por lo que podrían intentar hubieran decidido en el último momento no delinquir?

Pienso mucho en Minority Report estos días, relacionándo la película, claro, y sus interrogantes con el asunto de BILDU y, una vez más, los discursos anti-sistema y manipuladores del pp que sigue prefiriendo jugar en aguas turbias y campos embarrados, calentando a través de sus líderes más bocas y de sus medios más fanáticos los instintos más bajos y elementales. Para obtener a cambio un rédito electoral y un poder que se configura por sí mismo como objetivo único. Sin programas, sin valores, sin razones. Y sin parar mientes en la fractura y la violencia que están provocando en la sociedad española.

No me gusta la Ley de Partidos. No me gusta ahora ni me ha gustado nunca. Sobre todo porque creo que la ley ha de ser universal y no crearse "ad hoc" contra un grupo concreto (¿cumplen los mínimos democráticos el Frente Nacional o Plataforma por Catalunya? ¿El pecado de no condenar con suficiente énfasis y convicción la violencia debe abarcar también a quienes no condenan la dictadura franquista e incluso se refieren a ella como un tiempo plácido?) sino porque siempre he estado convencido de que cuando hablamos de los derechos fundamentales debemos ser exquisitos. Pero me gusta mucho menos que se siembre la sospecha con un móvil tan bastardo como el del propio beneficio. Incluso económico en determinados casos.

Que a partir de esa ley, la decisión judicial no es fácil, lo demuestra la división del Tribunal Constiucional (con una sentencia afinada y ponderada que me temo no se ha leido un solo dirigente popular), esa división que tanto ofende a Rajoy y sus huestes. Pero también la idéntica división del Tribunal Supremo, esa que no importaba tanto porque la ajustada mayoría favorecía en este caso la restricción de los derechos conforme a los deseos populares.

Lo que no me parece de recibo una vez más es el griterío con el que se cuestiona el propio entramado institucional, se hieren las bases mismas del sistema constitucional y se trata de universalizar la máxima de que las instituciones o los votantes sólo aciertan en sus decisiones cuando hacen seguidismo milimétrico a los no siempre limpios deseos del pp. Y no es ya que no me parezca de recibo, sino que me parece peligroso un discurso que pretende la anulación de los derechos fundamentales (el derecho al sufragio, el derecho a la participación política, el derecho de asociación) sin pruebas que no sean cuando menos endebles y opinables, exigiendo una condena por nada, una condena preventiva contra lo que a lo mejor hacen en el futuro los de Bildu. Y sin que valga de nada para atenuar tamaño atentado contra el principio de legalidad que los estatutos de Bildu se ajusten a derecho, que formen parte del proyecto dos partidos sobre los que no ha habido sospecha alguna de cooperación con los terroristas a los que se extiende la peste por contagio.

No comulgo con Bildu y preferiría que cualquier voz capaz de justificar la miseria moral de los terroristas y de esa parte de la sociedad que les ha venido dando cobertura estuviera, por decisión de los electores, lejos de las instituciones. Pero no puedo evitar preocuparme por quienes empiezan a sacar las garras y prefieren condenar sin pruebas y sin delitos. Como los que han estado llamando asesinos a los candidatos de Bildu, cometiendo un delito impune por el momento, de calumnias: acusar de un delito falsamente a quien no lo ha cometido. Que demuestren Esperanza Aguirre o Mayor Oreja que quienes figuran en las listas de Bildu han matado a alguien y a partir de ahí se actúe. O que la fiscalía cumpla con su papel y se querelle contra los que han decidido convertirse en "presuntos" delincuentes.

martes, mayo 10, 2011

ABUELOS


Mi abuela Aurita murió un mes exacto antes de mi nacimiento. Joven todavía. Con ese cuerpo frágil que tal vez no pudo resistir el parto de diez hijos, a pesar de que debido a su permanente enfermedad contó siempre con la ayuda de dos criadas y de su hermana Chavita, casi una segunda madre para todos ellos y en especial para con mi padre. Mi abuelo materno Tomás, el que se salvó por los pelos y la suerte en dos ocasiones de ser "paseado" por los milicianos en el Santander de 1936 (era "camisa vieja" de Falange), murió antes de que yo cumpliera el año. Así que para mí la palabra "abuelos" evoca la imagen de Rosalina y Regino (mis padrinos) y sólo de una manera vaga y a través de fotos y recuerdos ajenos puede dar realidad a los que no tuve la oportunidad de conocer.
Presume Camps, el imputado de los trajes, el de la Gürtel y los amiguitos del alma, el de las fotos con el Fabra lotero mayor del Reino, presume, sí, Paco el Honesto, de sus cuatro abuelos. De una realidad en la que él no tiene ni parte ni mérito, pero que utiliza como arma arrojadiza para presumir del calor y la ternura que a él si le dieron y que le faltó a José Luis Rodríguez Zapatero. Sugiriendo que esa falta de un abuelo, de un abuelo fusilado por las hordas golpistas de franco, provocaría en el Presidente del Gobierno un sabe qué tipo de enfermedad moral o de carencia que le invalidaría para sostener un juicio ponderado. Y como parece que esa norma sería científica según las escasas vergüenzas del presidente valenciano, imagino que se hará extensiva para todas aquellas personas que no pudimos recibir la ternura y el cariño de un pleno de abuelos. Y hasta peor en los casos, como el mío, en los que la ausencia fue mayor que la vivida por Zapatero.
El mal gusto del figurín levantino, destacado militante de un partido que a estas alturas de la película sigue negándose a condenar la dictadura del enanito cruel, en la que un cierto señor mayor vivió con singular placidez, se agrava simplemente si recordamos cuáles fueron motivo y modo de la muerte del abuelo de Rodríguez Zapatero, un mal gusto que lleva a cualquier persona con un mínimo de decencia, inculcada o no por sus abuelos, a consirar que sin lugar a dudas este Francisco Camps para el que todo vale es un canalla y un miserable.
Estoy seguro de que no es culpa de sus abuelos, seguro de que si han o hubieran (ignoro si alguno de ellos continúa vivo) escuchado las declaraciones y conocido las acciones de su nieto, sus rostros venerables hubieran enrojecido de vergüenza mientras trataban de responder a la pregunta de qué habían hecho mal para que ni siquiera unos valores mínimos de respeto y contención se le hubieran quedado fijados a ese nieto que tanto luce doblando espinazo ante los jerarcas católicos pero tanta chulería y desparpajo muestra ante otros.
Dicen que de nuevo este tipo ganará de calle las elecciones en la Comunidad Valenciana. Y no dudo de que recibirá muchos votos de esos eternos cabreados que se pasan la vida de bar en oficina, de pasillo en parque, abominando de la corrupción política y abogando por una regeneración profunda de la vida pública. De boquilla, claro. Porque si algo queda fuera de toda duda es que mientras gentes de esta calaña reciban una y otra vez la sanación del voto para su desvergüenza atroz, cualquier regeneración de la vida pública española será nada más que una quimera.
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Un Santander Posilbe by Regino Mateo is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
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