martes, agosto 01, 2017

"33 Instantáneas", la infinita generosidad de Leo.


Me pregunta Amelia el otro día "¿Eres consciente de todo lo que te está regalando Leo?".

Estamos desayunando en Casimira uno o dos días después de la presentación de "33 Instantáneas" en la que ella y Chan tuvieron que esperar fuera, entre ese grupo que no pudo acceder al CASYC UP por falta de aforo, que se perdieron esa tarde tan emocionante, tan bella y dura a la vez, esa en la que hubo tantas palabras, tanto cariño y, qué le vamos a hacer, lágrimas disimuladas por la oscuridad de la sala y por las oportunas intervenciones musicales de Los Arrancacorazones.
 
Sí, soy consciente. Consciente de que Leo trajo a mi vida muchos golpes de magia. El más importante, quizás, esa sensación de amar y de ser amado, de compartir la vida literalmente hasta el último aliento, de trabajar por una historia común llena de proyectos compartidos, con pequeñas discusiones y grandes encuentros. Esa sensación que llegó cuando, Leo se enfadaría conmigo por decirlo, cuando yo estaba ya convencido de que ese amor no llegaría, no tendría su espacio, que me iría apagando sin vivirlo fuera del cine o de la literatura, quizás convencido de que por alguna razón no me lo merecía. Leo hubiera dicho que le molestaba mucho que yo "me echara para abajo", que era lo mismo que llamarle a él imbécil por estar conmigo. Pero así me sentía en aquellos años tan lejanos ya en que nos encontramos y en los que decidimos que merecía la pena apostar por estar juntos.
 
Leo me dio seguridad, me dio amor, me dio la capacidad de apreciar el día a día, me descubrió el horror de los celos, el miedo a perderle, la posibilidad de ser generoso, de improvisar detalles, de pensar por dos, me hizo saber que podía estar a la altura debida en los días difíciles, casi siempre, me recordó que por más que mis palabras mintieran mis ojos eran transparentes, demasiado transparentes ("no me mires así que vas a preocuparme, yo me voy a curar porque soy feliz y quiero seguir viviendo"). Leo me dio la intimidad de su cuerpo bellísimo, el placer de su sonrisa, la alegría de sus payasadas constantes. Me dijo que merecía la pena apostar y romper. Me dio vida, mucha vida.
 
Leo me ha dado también un libro de poemas cargado de palabras, lento, seguro, que ha ido naciendo con precisión para arañar desde mi soledad, mi dolor y su ausencia sentimientos universales con los que volar y compartir experiencia y memoria. Y con estos poemas que se han enmarañado en "33 Instantáneas" me ha otorgado de nuevo el don de la poesía, la sorpresa constante de la conmoción, el susto de ver cómo tantas personas se acercan a las presentaciones, tantas me cuentan lo que han sentido con su lectura y algunas me explican cuánto han llorado, por qué y por quién, cómo se han sentido protagonistas de nuestra historia porque habla también de las suyas. La magia de la literatura, el poder de la poesía, el vuelo de la palabra.
 
Uno de los poemas comienza diciendo "Él es el verano". Sí, es el verano, lleno de frutos, de generosidad, de plenitud, una renovación infinita de la luz y de la vida, ese verano que me obliga a recordar, a estar atento a cada fruto y que le hará permanecer vivo mientras yo pueda sostenerme en pie, mientras me quede aliento.

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