Soy consciente de que al Putojacktwist le gusta casi todo lo que lee, o al menos que sólo reseña en sus crónicas culturales de DosManzanas lo que le gusta. Y es que frente a perversos polimorfos como el escritor de este blog, da gusto encontrarse con personas amables que siempre saben encontrar el lado luminoso: no vean la tranquilidad que nos da saber que nuestras próximas escrituras en forma de libro podrán contar con su probada benevolencia.
El caso es que fue en uno de sus imprescindibles "Desayunos en Urano" de los viernes donde encontré la referencia a la novela de Fernando J. López y en sus palabras en las que encontré más que suficientes motivos para proponerme su lectura. Alguna conjunción astral quería que accediera al libro, porque esa misma tarde, de fisgoneo por Estudio, me la encontré de frente y, ya se imaginarán, me faltó tiempo para comprarla. Y para dar prioridad a su lectura.
Ya tuve un pequeño debate hace unas semanas sobre mi posible obsesión con la homosexualidad. Así que voy a tratar de explicar el poder de atracción que de entrada tuvo para mí "La edad de la ira". Sí, habla, entre otras muchas cosas, de los invisibles, de un estudiante gay en un instituto y una familia nada gays, y ya se sabe que los adolescentes, al modo de los ángeles, no tienen sexo. Y también de un profesor de secundaria gay, y ya se sabe que los padres se escandalizarían y armarían la de dios-es-cristo si supieran los terribles riesgos que sus hijos corren cerca de estos viciosos desalmados. Tal vez por eso yo, que fui adolescente gay en un instituto nada gay, y fui profesor gay de adolescentes en un centro donde, a pesar de todo, mi orientación no ofrecía problemas, supe con la reseña de José Luis que por primera vez podría verme, leerme, identificarme de forma más o menos plena con algunos personajes y situaciones de la novela. Salir del silencio es importante, abandonar la sombra, olvidar la invisibilidad. Aunque sea tan tarde, y aunque en cierto modo se nos haya condenado previamente a vivir una especie de adolescencia eterna en busca de nuestras referencias.
Pero "La edad de la ira" es mucho, muchísimo más que una novela en la que dos personajes principales sean homosexuales. De hecho, su mayor atractivo reside en un viaje inmisericorde a las bambalinas de un instituto de Secundaria en la actualidad, un viaje bien fundamentado desde la propia experiencia docente de Fernando J. Lopez que nos propone la reconstrucción de "los motivos del lobo", de las causas de un brutal crimen que se nos cuenta en las primeras páginas y que intriga a un periodista hasta el punto de llevarle al IES Rubén Darío, su antiguo instituto, para tratar de comprender la violencia que late bajo esa edad de la ira. Los compañeros y compañeras del instituto, sobre todo varios profesores, irán narrando su experiencia con el asesino y nos irán abriendo grandes interrogantes no sólo sobre la autoría del crimen, sino sobre sus propias valoraciones ante los engranajes oxidados que impiden que nuestro sistema educativo fluya.
La novela es una de esas con verbo fácil, estructura sencilla, que se lee de un tirón y que se preocupa más por contar una historia con claridad y pasión que por adentrarse en pastizales formales. Lo que no impide que Fernando J. López haya creado un particular mosaico construido a partir de fragmentos, conversaciones, informes y correos electrónicos, redacciones de clase, que nos permiten organizar el material narrativo desde nuestra propia mirada, y al mismo tiempo dar verosimilitud a las diversas voces que toman la palabra y concretan su propia experiencia en las vidas y en las aulas. Una historia limpia, en la que tengo la impresión de que el autor está detrás de muchas reflexiones, no sólo tras el curioso periodista, que adopta modos de novela negra pero rompe varios de sus códigos esenciales. Y sobre todo que da vida y voz a personajes secundarios de nuestra sociedad, a esos profesores y estudiantes implicados en un tiempo tan delicado del desarrollo humano como la adolescencia. Esa adolescencia de la que todos hablamos, a la que todos juzgamos, pero que tan pocas veces intentamos entender.
Decir de un libro que se ha disfrutado, que se ha leído con una pasión que se encendía para dialogar con la pasión obvia del autor es ya mucho. Sin duda, un pequeño gran hallazgo para sumergirse durante unas horas y quedar bien mojado de frescura.
1 comentario:
He estado mirando un poco sobre libro y la verdad es que me están dando muchas ganas de comprarlo y leerlo... ¡¡YA!! así que creo que eso haré =)
Un saludo
Fdo: una cántabra
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