Llevaba tiempo ya como la crónica de una muerte anunciada. En esta ciudad imposible en la que uno asumió hace ya tiempo que las administraciones están sordas y ausentes para toda voz, toda propuesta, toda opinión, que no emane de la propia iluminación de sus gestores y los diversos intereses asociados. En esta ciudad en la que todo proyecto se forja en el silencio y la opacidad, cobra luz sólo cuando la marcha atrás o la modificación es punto menos que imposible, cuando ya se ponen a trabajar los engranajes de la maquinaria propagandística y se acumulan las cartas al director para celebrar las buenas nuevas sin el más mínimo espíritu crítico, con las mismas firmas siempre repetidas, fáciles, demasiado fáciles, de rastrear hasta encontrar la madre de todas las opiniones.
Loreto se marcha para siempre. La vieja draga varada en Gamazo que había conseguido preservar ese aire portuario y canalla, ese olor a salitre y a brea entre las gradas del dique seco, junto a la singular casa de bombas. Los nuevos aires demandan nuevas vistas, paseos amplios en los que está por llegar pero cercano el día en el que no sabremos si caminamos por A Coruña, por Alicante, por Manacor o por nuestro Santander imposible.
Cierto, la draga es una vecina no demasiado antigua. Ocupa su lugar desde finales de los 60 o principios de los 70. Y desde su lugar ha luchado contra el Ábrego, contra la humedad, contra el óxido. Contra la desidia sobre todo. Contra la incapacidad para imaginar de gestores en general poco capaces y con alto grado de miopía social y cultural. ¿Cómo íbamos a pretender que vieran en Loreto y en todo su entorno un espacio para la recuperación y la dignificación, cómo pedirles un mínimo esfuerzo para que el área de Gamazo fuera un espacio señalado de arqueología industrial en el que la memoria del puerto, de ese puerto que ya no está allí pero que fue el sentido de la ciudad, de su nacimiento y de su evolución, de sus mejores galas y de algunas de sus más terribles catástrofes? Hubieran sido posibles espacios de ocio y de recreo junto a espacios culturales, hubieran sido posible centros de interpretación sobre la actividad ribereña, sobre la carpintería de Rivera, sobre la caza de la ballena, sobre el hermanamiento de mercancías y pasajeros con las Américas. Memoria, identidad, el alma de un Santander capaz de asentar y de explicar su propia personalidad.
Nunca olvidaré ese momento en el que la draga Loreto cobró nuevo protagonismo y nos abrió la puerta a soñar con nuevas misiones y nuevos proyectos en su entorno. Celebraba la Galería Siboney su décimo aniversario, y eligieron sus responsables la draga y el puerto para toda una fiesta cultural en un espacio al que los ojos oficiales de la ciudad no sabían mirar. Fue mágico escuchar aquella noche a esa extraña sirena que es Fátima Miranda, observar el cuerpo en movimiento del singular bailarín que es Cesc Gelabert. Pero claro, en esa ceguera institucional ¿sabe alguien quiénes son Miranda y Gelabert?
Pasaremos de nuevo por Gamazo, echaremos de menos a Loreto y a todo lo que hoy está muriendo entre los dientes de la grúa que va arrancando pedazos de su carne metálica y corrompida. Echaremos de nuevo ese escenario particular donde entre la draga, los tinglados, la casa de bombas y el dique seco la ciudad y el puerto podrían haberse abrazado de nuevo gracias a la cultura. Lo que pudo haber sido y no es. Otro de esos trenes que aquí siempre perdemos.
4 comentarios:
Pero a cambio habrá una maravillosa "duna escalonada" que llevará el nombre de Ciudad-Botín (antes Fachander y aún anes -dicen- Santander)y de su Alcalde por todo el orbe.
Ja!.
La buena noticia es que ya casi no les quedan cosas por destrozar ...
"centros de interpretación sobre la actividad ribereña, sobre la carpintería de Rivera, sobre la caza de la ballena, sobre el hermanamiento de mercancías y pasajeros con las Américas."
Seguro que ya conoce la respuesta, pero se me ocurre ¿a dos pasos no hay un flamante museo marítimo, precisamente para esto? Y no soy un "provocador".
Bueno, como en esta santa tierra se tiene la costumbre de no hacer proyecto alguno ni museológico ni de otro tipo, no se crea que tengo muy clara la función del museo que cita.
En teoría y por puro respeto a su origen, debería haber sido un museo científico, centrado en la biología marina. Pero se eligió un pastiche con un poco de todo.
En cualquier caso yo no estaba pensando en paneles que reprodujeran barcos y largos textos, sino en actividades dinámicas, diferentes, abiertas. En muchos lugares existen otras formas de acceder a la memoria de la ciudad, no acabo de ver por qué aquí no es posible. En todo, probablemente tenga razón: tal vez el MMC debería gestionar estas iniciativas. Pero debería hacerlo desde otras perspectivas y preservando que no destruyendo el patrimonio. Un saludo.
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