miércoles, octubre 06, 2010

MOMENTOS ESTELARES: MI REINO POR UN FILETE


Puede que sea verdad esa cínicia afirmación de que todo hombre tiene su precio. Otra cosa es que la oferta llegue en el momento y cuantía adecuados, y que se ajuste a la seguramente benévola percepción que todos tenemos de nosotros mismos. Que en esto del ego, todos somos un poco de Bilbao y un poco De la Serna.

Puesto que uno no tiene ni modos ni capacidades, no ha sido frecuente el intento de compra de solomillo de Rukaegos al peso (me iba a haber forrado, oiga), pero sí se han dado las suficientes oportunidades de menor cuantía como para que uno se dé cuenta de cómo corren los dineros de sobre en sobre y de sombra en sombra. Supongo que se inició el proceso con menos gracias cuando como responsable que era de una programación musical, una agente artística pretendió devolverme un diez por ciento de los cachés abonados por sus músicos, "y no seas tonto, que esto es lo que hacen en todos los teatros". A mí se me puso cara de berza cuántica y dije que no: todavía no me había casado con mi hipoteca.

Mucho más simpática fue la velada que compartí con la inconmensurable trans Silvana, que solícita e inesperada llamome e invitome a cenar en los tradicionales y prestigiosos fogonoes de Chez Merendón. Silvana era una superviviente del infortunio, el hambre y el telón de acero, y como desde que aposentara sus reales en la ciudad posible la vida le había sido bastante más amable, podía permitirse algunos lujos como el de cenar las opíparas raciones de Chez lMerendón y hasta convidar al crítico de música niñato y rebelde porque el mundo me había hecho así que era yo por aquel entonces.

Se empeñó Silvana en que engullera con tranquilidad un estupendo chuletón de novilla tudanca a la piedra acompañado por patatas de Valderredible y pimientos de Isla, en toda una exaltación de los valores pequeñopatrios que ríete tú del solar de Quevedo. Y una vez superadas prueba y postres, explicome la razón del convite.

"Yo sé que no me quieres, Rukaegos, que nunca te han amamantado mis siliconados pechos. Y todo porque esa mala mujer que sin duda es Angelines Kuezenabos te ha hablado mal de mí".

Mira que Kuezenabos me había hablado mal de gente ingente, pero no recordaba yo especialmente una referencia a la llorosa Silvana. Y como bien sabido es que soy más bien tardo, seguía sin saber qué tenía que ver todo aquello con el chuletón.

"Y es que una vez trabajamos juntos y se enfadó conmigo y por eso te ha dicho que seas malo maloso con mis músicos y claro no me ayuda nada que ahora que estoy empezando a dejar el vino peleón tus críticas sean tan perversas con mis explo... digo mis trabajadores. Y así voy a tener que volver al Don Simón de brick en las noches portuarias".

"Y ... sí bueno no -dije yo en plan Raúl- o sea que no sé, es que yo tengo un público al que o sea complacer, que vamos que si tocan bien digo bien y si mal digo mal y vamos que no me dijo nada esa señora":

"Perro nooo, querido Rukaegos (a veces se le escapaba el colmillo izquierdo y las erres se le disparaban, eso no importa ahorraaaaa. Lo que quiero decir (colmillo reubicado con mondadientes) es que ahora soy una pequeña empresaria e insignificante y menuda y pobre y fané y descangashada y nada tengo pero quién sabe si mañana, ah, mañana la fortuna y tus críticas benevolentes y entusiastas pudieran podrían cambiar mi destino. Ah, entonces ... (entorna soñadora los ojos) Entonces yo necesitaría notas y comentarios y textos para los dossieres y las presentaciones y entonces yo pudiera podría pagarlas y entonces yo te encargaría a tú (cuanto más rápido hablaba más se le notaban los tonos extranjerizantes) y pagaría claro a tú ¿Sí?".

"Bueno, esto, sí bueno no, bueno es que a ver que yo o sea oigo lo que oigo y escribo lo que oigo y es que".

"Ni una palabra más, desde ahora tú bueno ¿sí? Camarero, champán".

"Bueno yo"

"CHAMPÁNNNNNNN LIBIAMOOOOOO!"


Regresé a mi casa un poco anonadado y, por qué no decirlo, enfadado. A ver, que Chez Merendón estaba al lado de la casa de mi abuelo pijo, y que en mi familia comíamos alllí varias veces al año y vamos, que me ofendía profundamente que se pensaran que por un filete por estupendo que fuera iba yo a vender mi alma a la primera señora requeteoperada que se me pusiera a tiro. Vamos que no.

Y así quedaron las tornas hasta que llegó a los prestigiosos escenarios de la Fundación Garbanzos el no menos prestigioso Trío Los Tres. ¡Qué sublime interpretación del Adagio de Palinowsky, qué lectura prodigiosa del Cuarteto en sol menguante de Von Bom! La reseña crítica que escribí en la canallesca fue entusiasta y arrobada, poseída por el espíritu de tan sublimes músicas y tan grande interpretación ... como no podía ser de otra forma. Un par de días después me crucé a Silvana por el Muelle, y al avistarme se acercó, guiñó su pestaña postiza izquierda y susurró cloqueando "Tú bueno entonces ya veo ¿sí?". Y retomó su ruta.

Me horrorizó pensar que la empresaria neonata pudiera haberse pensado que cual Ricardo III clamando hambriento tras la batalla de Bosworth "Un filete, mi reino por un filete" , la simple velada entre Silvana, la jata tudanca y yo hubiera servido para corromperme, me decidí a obrar en consecuencia.

Siempre quise que mis crónicas musicales fueran lo más honestas y atinadas. Una sola excepción. La genial violonchelista Iulia Suporro ofreció muestra sobrada de su talento también en la Fundación Garbanzos. Nunca un violonchelo lloró con tanta emoción como cuando Suporro atacó una versión funky para violonchelo solo de "Clavelitos". A pesar del torrente de sonidos que aún poseían mi alama, titulé mi reseña "Suporro se apagó entre olas de aburrimiento en la Garbanzos".

Al día siguiente de nuevo me crucé con Silvana. No me guiñó nada y se limitó a esbozar un rumiante taluego que durante años fue la única palabra que cruzamos. Unos quince años después, el otro día en el café de mis desayunos el camarero me dijo "está invitado por la señora". Allí estaba Silvana, triunfal y afortunada después de que tantos dineros invertidos en chuletas por fin cuajaran. Me miró, inclinó la cabeza sonriendo y dijo taluego.

Espero su llamada. Me imagino que algo quiere y que la crisis, ay, me tiene tan devaluado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues a mí de momento no m'a llamao. Yo creo que piensa que igual muerdo ;)

Rukaegos dijo...

Si quieres cuando me invite a otro café le paso tu teléfono :)

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