domingo, octubre 10, 2010

ESTAMOS LEYENDO ... "EL VIOLONCHELISTA DE SARAJEVO"


Recuerdo haber leído entonces que la Guerra de los Balcanes y el cerco de Sarajevo habían conmocionado la conciencia de Europa (una conmoción un poco de señoritinga decimonónica, vista la pasividad que una vez más mostró la comunidad internacional ante el horror) por la cercanía, por la violencia de una escalada de sangre en el corazón de un viejo continente que pensaba no volver a verse golpeado por la guerra tras la II Guerra Mundial y se limitaba a escuchar las noticias que los señores de la muerte provocaban en otras latitudes.

No sé qué habrá de cierto en esa idea de que la cercanía nos agita con mayor intensidad. Pero sí recuerdo haber estado pendiente cada día de las crónicas que llegaban desde ciudades que se nos hicieron tristemente familiares. Sobre todo de las que llegaban de aquellas otras ciudades que yo había conocido unos años antes, en el viaje del Paso del Ecuador de la II Promoción de Derecho de la Universidad de Cantabria, muchas de las cuales fueron escenarios principales de la tragedia: Sarajevo, donde patinamos en el estadio olímpico; Mostar, donde tomamos un té contemplando el puente medieval; Dubrovnik, donde nos hicimos amigos de un cachorro de pastor alemán y de una monja de clausura. Cavtat, el pequeño pueblo de pescadores donde pernoctamos en el hotel que un día fue portada de la prensa internacional por el terrible boquete con el que un misil serbio había desfigurado la fachada.

Fue tanto el horror cotidiano que desde la ciudad mártir de Sarajevo nos iba golpeando, que parecía no haber espacio para historias hermosas, esas en las que el ser humano ofrece su rostro luminoso y se pronuncia a favor del gesto, del acto, de la palabra sanadora. Una historia hermosa, terrible, triste y hermosa, como la que protagonizó el violonchelista Vedran Smailovic. El músico, desolado por la llamada masacre de la cola del pan en la que 22 civiles que aguardaban para comprar en la panadería fueron asesinados por un misil, decidió acudir al mismo lugar que habían profanado los miembros amputados y la sangre para redimirlo tocando cada día, durante 22 días consecutivos, el Adagio de Albinoni. Conseguida la proeza sin caer víctima de algún francotirador, tocó en numerosos entierros (a menudo bajo fuego cruzado) y tocó también en un recorrido por los lugares emblemáticos de la ciudad bosnia que habían sido arrasados por la guerra (como en la foto, tomada en la Biblioteca Nacional de Sarajevo).

Siempre he pensado que Vedran Smailovic debería recibir algún día el Premio Nobel de la Paz, por la fuerza y el alma de su gesto. Pero de momento le convirtió más en disculpa que en protagonista de El violonchelista de Sarajevo, una novela de Steven Galloway que trata de recrear aquellos días de música y de muerte, siguiendo con su cámara de palabras a cuatro supervivientes. Una novela ligera, que nos cuenta una historia sencilla, bien resuelta, pero sin emoción ni conmoción entre las páginas. Literatura de consumo que puede acercar al lector a la ciudad sitiada de 1992, pero que no nos permitirá penetrar a través de la poderosa magia de las palabras las almas, la desolación o la fractura en la existencia de quienes fueron personas corrientes hasta que una mañana se despertaron cercados por la muerte.

Fue en ese mismo 1992 cuando leí, alguien había escrito que era la única vía para entender lo que estaba pasando, Un puente sobre el Drina, del Nobel de Literatura Ivo Andric. Una novela grande que recrea el paso de la historia sobre una tierra siempre golpeada con una narración ágil y eficaz que nos rompe a cada nuevo episodio.

Y no ha sido hasta fechas recientes cuando la tragedia de los Balcanes llegó hasta la literatura , con más ambición y más grandeza que en la novelita de Galloway. El ministerio del dolor de Dubravka Ugresic y sobre todo los relatos contenidos en La cuestión de Bruno de Aleksandar Hemon (reconozco haber temblado y llorado con la lectura del titulado Una moneda) son traducciones ambiciosas y estremecedoras de lo que el paso de la guerra desgarra para siempre dentro de nosotros. Dos libros que desde luego nos aportarán una experiencia lectora y humana mucho más allá de las horas más o menos entretenidas que podremos pasar en compañía de El violonchelista de Sarajevo. Que tiene al menos el mérito de rescatar del olvido el nombre de Smailovic y de recordarnos que incluso entre las vísceras y los escombros el hombre es capaz de engendrar la maravilla.

No hay comentarios:

Licencia de Creative Commons
Un Santander Posilbe by Regino Mateo is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
Based on a work at unsantanderposible.blogspot.com.