La cantidad de días oficiales y oficiosos que tratan de llevar a la primera página de la actualidad unas realidades u otras es ya tan alta que a veces tiene uno la sensación de no salir nunca de una especie de espiral de conciencia y activismo.
Por las redes sociales se ha convocado en estos días un 20 de octubre en color morado, dedicado a la memoria de los seis jóvenes y adolescentes norteamericanos que se suicidaron desde unas pocas semanas atrás en Estados Unidos. Son muchas las cosas que diferencian a Tyler Clementi, Asher Brown, Seth Walsh, Justin Aaberg, Raymond Chase y Billy Lucas. Y sólo tres las que les unen en este recuerdo triste: todos eran homosexuales, todos eran muy jóvenes y todos se suicidaron después de sufrir humillaciones, acoso y violencia homofóbicas en sus centros de estudio.
Cada día escuchamos esos discursos sobre lo pesados que nos ponemos las personas lgbtb, tenemos que responder a la pregunta de qué queremos ahora si ya lo tenemos todo conseguido, justificar la presencia de personajes lgtb en el imaginario de la ficción televisiva y las salidas de armario públicas de personajes públicos, explicar por qué seguimos saliendo a la calle a celebrar nuestra propia identidad y nuestras propias vidas. Y hasta entre nuestra propia gente, sirviendo a quién sabe qué intereses, se cuestionan visibilidad y reivindicación pública mientras se guarda silencio ante las permanentes agresiones por parte de los extremismos religiosos y políticos, mientras se censura la palabra gay en los ordenadores públicos o se trata de impedir la educación afectivo-sexual y la educación cívica en las aulas. Silencio mientras muchas voces influyentes y cualificadas, que podrían hacer tanto bien, permanecen en silencio y olvidan en su rosario de causas siempre la violencia contra las personas lgtb y la trascendencia terrible del Bullying homofóbico. Silencio mientras las instituciones consideran que no es necesario rendir gesto alguno en favor de la igualdad social de todas y de todos y hasta se molestan por una simple bandera en un espacio público y visible.
Pues bien: Mirad a los seis rostros de la imagen. Puede que ellos os den hoy cumplida respuesta a todas esas cuestiones, que os expliquen por qué la visibilidad es necesaria, por qué sólo de la visibilidad podrán nacer la convivencia, el respeto y la igualdad, por qué estamos tan hartos y cada día más cabreados por todas las dificultades que encontramos para poder acceder a la opinión pública y con ella a chicos y chicas que hoy, ahora, atraviesan situaciones de presión terribles mientras la homofobia siempre encuentra dinero, difusión y voces para extenderse como una mancha sucia de basura sobre el océano. Porque el machismo, en todas sus versiones, mata. Y cuando se viste de homofobia siega vidas como las de estos seis muchachos que ya nunca podrán descubrir el camino de la felicidad.
Por ellos, por tantos como ellos, hoy muchos hemos cambiado nuestras fotos en las redes sociales por un lazo morado o púrpura y nos hemos comprometido a llevar hoy alguna prenda de ropa con esos mismos colores. Por ellos, por tantos como ellos, han comenzado a tomar forma propuestas e iniciativas como The Trevor Project y su campaña It gets better (todo irá mejor) en la que gays y lesbianas además de famosos de todos los ámbitos recuerdan que en el colegio no todo es fácil pero que luego, con un poco de fuerza, todo se supera y ofrecen su apoyo. Como ejemplo, la intervención de la estrella del rugby Ben Cohen, que siempre ha sido un rotundo defensor de la igualdad de derechos para las personas lgtb. Pero si buscas esos dos títulos en inglés, encontrarás miles de intervenciones en el youtube.
Viste de morado hoy para que en efecto todo vaya mejor.
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