Salvo un par de versos sueltos y una reflexión inicial, en el mismo momento de hacerse pública la candidatura, no ha querido el autor de este blog tocar demasiado las aventuras y desventuras del Santander 2016 por muchas y buenas razones. Entre ellas, y sobre todo, el respeto por todos los santanderinos y santanderinas que con la mejor fe y el mayor entusiasmo apostaron por un sueño que paradójicamente parecía salvar a la ciudad del sopor. Entre ellas, también, que la manipulación de las instituciones y conciencias por mero afán electoralista del Ingeniero-Alcalde no me motivan gran cosa.
Pero de la misma forma que consideré necesaria una reflexión de apertura, ahora que el sueño se ha desvanecido creo que tengo el compromiso con mis lectores de compartir algunas ideas. Que ocuparán este artículo, un pequeño cuento satírico a lo largo de la semana y probablemente poco o nada más.
Salvo a quienes habían empeñado su propio prestigio personal o profesional en el proyecto, no creo que la caída de Santander al primer embate haya cogido por sorpresa a nadie. En una ciudad que vive prisionera de su burbuja autorreferente, que se mira tradicionalmente sólo a sí misma, que se informa sólo con sus propios medios de comunicación sin transpasar nunca las montañosas fronteras del Escudo, es posible que mucha gente se creyera que bastaba con el apoyo financiero del Banco de Santander, con una docena de propuestas supuestamente innovadoras (no lo eran ni para Santander, que ya es decir) y con un proyecto hacia el futuro que ignoraba al territorio del que nacía y al que debía servir, y pretendía modificar en unos cuantos folios la áspera realidad de una cultura local desintegrada, sin espacios públicos, sin programas ni redes estables, sin cultivo de la base, obsesionada por el fasto nefasto y caduco. Pero bastaba echar un vistazo a la lista de capitales anteriores para comprobar que a Santander el reto, al menos ahora, le venía grande, demasiado grande. Y puede que no sólo fuera pretencioso sino también inadecuado en un momento en el que la situación financiera del Ayuntamiento roza la catástrofe una vez más (cosas de nuestros sabios, sempiternos y conservadores gestores) y en el que tal vez habría que haber cuidado más lo que se hacía con los fondos públicos.
Se había decidido el Alcalde-Ingeniero a vender ilusión ahora que no tenía posibilidad de vender obras públicas para pagarse la campaña de mayo. Había movido los hilos partidarios para encontrar al gurú adecuado y redentor por esos mundos y hasta había convencido a don Emilio y don Marcano para representar en amor y compañía la escena del sofá del Tenorio.
Pero claro ha quedado que la pela no era razón bastante. Que la improvisación y gestión políticas de la candidatura eran lo que parecían y que el chamán no venía con recetas mágicas. Y sobre todo que el Ingeniero tiene poca, poquita cintura y que así parece que su entorno más quiere echar las culpas al maestro armero que analizar las causas de la propia ineficacia: qué falta de estilo la de Doctor explicando que ya que aquí nos ha dicho tantas veces que no le entendíamos (debe de creerse Althusser) ahora son los jurados los que no lo han pillado. Qué falta de estilo la de quienes pretenden ver motivos partidarios donde había más trabajo, más años, más cuidado histórico por la cultura y mejores proyectos.
De todo, sin embargo, se pueden extraer lecciones, y se pueden hacer lecturas en positivo. La más importante para mí que Santander no es la ciudad muerta que algunos quieren ver o han querido someter, que entre nuestros creadores y nuestros ciudadanos se encuentran las mejores semillas para construir el reto del 2016 y más. No nos engañemos, lo mejor de estos dos años nada ha tenido que ver con el Ayuntamiento o con la Fundación, ha surgido de manera propia de colectivos de creadores, de empresarios, de emprendedores, y ya caminaba antes de que al Alcalde se le ocurriera copiar programas ajenos para engordar un poco. Desvelarte, El Río Suena, Sol Cultural o MAF han sido sin duda y deberán seguir siendo importantes puntos de encuentro cívico y cultural, a pesar de que hace tres años hubieran sido directamente prohibidos y sancionados por el mismo ayuntamiento que hoy se los quiere apropiar.
Y es que el camino es ese, una revolución cívica y pacífica, la pérdida del miedo de hacer y de hablar, la puesta en marcha de proyectos y desafíos culturales con independencia de cuál sea el entramado institucional que lo pueda sustentar. De nuestros gestores públicos debemos exigir que sean políticos, que tengan mirada amplia y sostenida y que doten a la ciudad de espacios adecuados (podían empezar por revisar el proyecto de la Casa de la Música, porque con la altura de techos programada va a ser que no es posible la sala de grabación que anuncian), que sean capaces de dar el salto del evento puntual al trabajo cotidiano, que recuerden la existencia de barrios, que exijan la modificación de convocatorias casposas como el FIS y no se plieguen un día sí y otro también a los caprichos de La Familia.
Hemos demostrado estos dos años que Santander puede despertar, puede moverse, puede crear y crecer. Y que para eso no necesita lecciones iluminadas.
Ah, qué buena ciudad si hubiera buen señor.
8 comentarios:
Estoy de acuerdo contigo: la capitalidad cultural se consigue haciendo cultura, no márketing. Al igual que Obama no fué imán para la olimpiada en Chicago, Botín no nos ha bastado para la capitalidad cultural.
Y, por suerte o por desgracia, hay una excepción que confirma la regla de Pierre Bordieu: que el dinero le ha ganado la batalla al arte. Quizás, pero la fuerza de la cultura popular, de calidad y sin cuenta de resultados, existe y se llama Sol Cultural. Hablo de ello porque lo conozco de primera mano y es verdad que ya existíamos hace varios años, pero que ha sido posible hacernos más visibles por la euforia de la marca 2016.
Lo importante no es perder o ganar una plaza. Lo importante es que no se cierre la ventana que se ha abierto, de permitir y fomentar la iniciativa de los barrios y los colectivos, que está dando resultados tan positivos.
Sol Cultural me parece uno de los movimientos más importantes y atractivos que le han ocurrido a esta ciudad en mucho tiempo. Y precisamente porque sé que nace bastante antes de la euforia del 2016 es por lo que lo cito como ejemplo, y por lo que no me parece justo que se lo apropien quienes poco o nada han tenido que ver en su gestación.
Ahora, la cuestión es que Sol Cultural y otras iniciativas sigan vivas y creando espacios. A por ellos :)
También de acuerdo. Como muchísimas cosas más,muchas de ellas tan vitales como la cultura,serán por iniciativa ciudadana o simplemente no serán.
Amén a todo. Sobre todo ello estuve hablando en la radio la pasada semana. Ahora bien, lo que me sorprende y asusta es eso que nos dicen de "no se vayan todavía, que aún hay más". Estamos jodidos...
Ana, que está claro, que el Marshall ha venido para quedarse: como Frailonix, ya encontró el famoso techo de incompetencia.
Era una muerte anunciada.
Totalmente de acuerdo.
El problema es que nos acomodamos y los artistas no nos hacemos oir.
Chocamos con lo de siempre, gente que no sabe lo que se trae entre manos,que no se deja asesorar, hasta cuando. Nos tendremos que manifestar o simplemente emigrar. Bueno esto último es lo que hacen la mayoría de artistas, que pena.....Mañana será otro día.
saludos a todos.
Qué tal Artista: Pues lo mismo ha llegado el momento de que la gente de la cultura coja las riendas y esté o estemos menos pendientes de instituciones que no sirven para casi nada y reinventemos la ciudad. ¿No te parece?
Aprovechemos que ahora no se van a atrever a cortocircuitar todo como han venido haciendo hasta ahora.
Cuando a uno le dicen en voz alta y clara: "Prueba no superada", ¿qué hace? Pues eso, se queda y a divagar que la culpa es de los rojos que nos examinaban.
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