Descubrir América, inventar la pólvora, quedar fascinado por la lectura de un libro que tal vez fueras la única persona del mundo en desconocer es una sensación maravillosa. Nos recuerda por qué los clásicos lo son y nos permite revisar nuestra aventura lectora tratando de recordar las razones por las que alguna vez pasamos de largo ante joyas como La perla.
Había leído algunas novelas de John Steinbeck durante mi etapa universitaria, siempre con agrado, aunque tengo la impresión de que en aquel momento sólo Los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros me caló con fuerza. Imagino que padecía dos complejas enfermedades simultáneas, la novela históríca y el mundo celto-artúrico. Pero aunque sí recuerdo haber tenido en la mano varias veces La perla, nunca llegué siquiera a hojearla.
La elegí casi por casualidad (y porque había muchos ejemplares en la librería) para terminar la presente edición del taller de lecturas con las mujeres de Udías. En una traducción espléndida, por cierto, de Horacio Vázquez Rial para Edhasa.
Con su estructura de cuento, de fábula moral que necesariamente nos presenta una historia de buenos inocentes y malos especialmente perversos, sorprenden las múltiples lecturas, los diferentes focos de atracción con los que Steinbeck nos atrapa. ¿Nos habla de la codicia y todo el horror que puede desempeñar? ¿estamos ante un código trágico donde un destino inexorable castiga a los protagonistas hasta la muerte de Coyotito? ¿es una defensa del buen salvaje, de la bondad natural rota por la civilización o los afanes económicos?
Yo he leído ante todo un alegato en favor de la dignidad, del héroe pequeño que sobrevive a la pobreza cotidiana, afronta con ilusión la fortuna milagrosa, la Perla del Mundo, que encuentra dentro de la vieja ostra, reacciona con furia contenida pero sin dejarse vencer ni domesticar frente al médico racista, elitista e hipócrita, o ante los turbios tejemanejes de los compradores de perlas, dispuestos a pactar la estafa común como actuales banqueros. Y que a pesar de la muerte de su pequeño y de la desilusión, no se deja vencer y sólo entregará su perla al mismo océano que se la regaló.
Steinbeck nos lo cuenta con un lenguaje seco y milagroso, que pule las palabras y las reduce a una expresión mínima, llena de emoción, con escuetas pero hermosas fotografías de paisajes y de objetos; con pequeños apuntes y silenciosas conversaciones de palabra avara más que suficientes para perfilar la entidad moral y psicológica de los personajes. Con la maestría sencilla del maestro.
Juana, Kino y Coyotito. Tres nombres más para la historia del prodigio. La perla, una nueva isla en la ruta de los sueños.
6 comentarios:
De todos los libros leidos en el taller a sido el que mas me a gustado,porque como tu bien dices, en su corto relato nos transmite las palabras pulidas, tan sencillas. en las que vas viendo los personajes y los paisajes y te vas metiendo en el cuento que parece una realidad, como la vida misma.Solo que basada en otro tiempo.
Aprovecho Rejino ,para darte las gracias por estos ratos,contigo.Los libros relatados por ti,se leeen de otra manera.
Gracias a ti, Magdalena, y a todas las demás mujeres del grupo. Porque por vuestra culpa la palabra Udías se ha convertido en sinónimo de placer :)
Yo tampoco había leído este libro hasta hace unas semanas y me lo leí de un tirón.
Me gusta compartir algunos gustos contigo.
Abrazos.
Libro especial para mí. Pasó por mi vida en la época universitaria y no pude resistirme a leerlo en una sola noche. Le pongo algún "pero" al final, me hubiera gustado otro. ¡¡¡¡Qué buenas eleccciones haces para los talleres, quien pudiera ser parte!.
Cielos... No he leído a Steinbeck, una más de mis enormes lagunas. Les tengo especiales ganas a "Los hechos del Rey Arturo y...", que compré hace años en la cuesta de Moyano, y a "De ratones y de hombres", que le gusta mucho a mi madre.
De esta última hay versión cinematográfica que, sin la excelencia de "Las uvas de la ira", está muy bien a pesar del incalificable doblaje a John Malkovich.
Y, hablando de cine, sí he visto y revisto "Viva Zapata", que me impresionó ya cuando la vi a los doce (aquellos gloriosos martes televisivos: Heidi, Las chicas de oro, Viaje con nosotros y ciclo de Marlón Brando)y, otra vez mi madre, me explicó que lo que decían era tan bonito porque el guión lo había escrito un tal Steinbeck.
Recuerdo la emocionante escena en que Zapata le confiesa a su mujer que no sabe leer y pienso en tu hermosa labor con esas mujeres cántabras que por supuesto saben leer (¡y la mar de bien, con gran sagacidad a juzgar por la interesante intervención de Magdalena!) pero a las que estás acompañando en el paso siguiente: leer por placer.
Enhorabuena al "profesor" y a las "alumnas".
Recuerdo que leí esa novela hace muchos años en una edición barata y me gustó muchísimo.
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