miércoles, noviembre 24, 2010

UNA PREMIO CERVANTES LLENA DE VIDA


Regresaba a casa después de una larga y divertida charla con Olga Agüero y con Vito dispuesto a cocinar un arrocito para comer y a escribir algo en el blog sobre algún tema que ya se me fue de la memoria. Y es que la alegría al enterarme de que esa gran señora de la fantasía, los libros y la dignidad que es Ana María Matute había recibido un más que merecidísimo Premio Cervantes.

Ana María Matute es un poco como una abuela entrañable de todos los que hemos hecho de los libros y de la lectura nuestra pasión primera. Y yo me la encontré hace muchos años, cuando con ocho o nueve años leí en un Senda, el libro de lectura de la Editorial Santillana para aquel lejano 4º curso de la E.G.B. un relato demoledor que nunca se me pudo borrar de la memoria, Los chicos, una historia terrible sobre violencia y perdedores, sobre infancias marchitas, que forma parte de la colección de relatos Memorias de la Artámila.

Fue lo primero que le dije cuanto me acerqué a ella para charlar un rato antes de dar la salida oficial al ciclo Martes Literarios de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, una salida en la que el periodista Guillermo Balbona y yo guiaríamos la conversación ante el público con la escritora.

"No me digas que te hacían leer ese relato terrible con esa edad, no me extraña que no se te haya olvidado. Qué poco sentido común". Así fue más o menos la respuesta sorprendida de Matute. Primera sorpresa entrañable de una velada mágica en la que a pesar de la timidez de la narradora se fueron desvelando su ternura, su sinceridad, su lucidez, su gran sentido del humor.

"Lo que quiere decir es que estoy sorda como una tapia" aclaró cuando yo, como torpe presentador, traté de justificar por qué situaba tan tan cerca mi silla de la de Ana María y le hablaba rompiendo cualquier distancia de cortesía bien pegado a su oído y expliqué que me sentaba así porque la escritora no oía demasiado bien.

"Ser madre es lo más grande que le puede pasar a una mujer en su vida, y no porque recuerde lo bien que se lo pasó al concebir al niño ... aunque yo no era tonta, eh" fue la frase que acompañada de sonrisa picarona y aún más picarón guiño de ojos utilizó para explicar la trascendencia que tenía para ella su hijo.

"Pero a ver, ¿me está diciendo que a su hijo no le gusta leer y entonces le quiere usted regalar esta novela mía de ochocientas páginas? Pero si lo que me dice es que le gustan los deportes ¿por qué no le invita usted al fútbol?" "Este libro es el último de una trilogía, no sé para qué se lo lleva a su hijo si no le gusta leer y además no se ha leído los dos anteriores y no va a entender nada" son dos frases sinceras y afiladas que con toda educación dirigió a dos cazadoras de dedicatorias que pretendían que si un libro estaba dedicado era más fácil que un no-lector leyera.

"Creo que la pila del sonotone se ha acabado, así que mejor nos retiramos porque ya no me entero de nada" fue la estupenda forma que tuvo de decir que estaba cansada y que daba por terminada la cena, después de comer una frugal y exquisita merluza, deleitarnos con detalles de su vida, de la Academia, de sus andanzas como escritora, y de enfadarse por su hijo, que intentaba que cumpliera con las prescripciones del médico.

Fueron tantas palabras, tantas sonrisas, tanta vida que hoy no era posible sino una gran alegría. Porque nuestra abuela escritora, la que nos regaló Olvidado Rey Gudú, Los soldados lloran de noche, Los Abel, y tantas otras páginas desde las que la magia bulle, nuestra abuela escritora, por fin ha alcanzado un premio que parecía resistírsele y que se merece no más que nadie pero sí tanto como cualquiera.

Enhorabuena, Ana María, hoy contigo hemos ganado todos.

4 comentarios:

Elena dijo...

También yo celebro este premio. La conocí a través de su cuento La felicidad, que me pareció tan triste y tan cierto, que con frecuencia me encuentro con cosas que me lo traen a la memoria. Lo último, You will meet a tall dark stranger, de Woody Allen, como el cuento de Matute, suave pero trágica.

¡Enhorabuena! A Cervantes le encantaría la premiada.

Anónimo dijo...

Qué recuerdos: Senda!!!! Eso si que era un lujo. Un beso

Penélope G.

Rukaegos dijo...

Vaya que sí, todo un lujazo. Estoy por ver si un día me pongo y consigo la colección de primero a sexto en alguna librería de viejo.

Jesús Cabezón dijo...

Me sumo a los que se han alegrado por el Premio Cervantes de Ana María Matute. Creo que somos muchos.

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