viernes, noviembre 19, 2010

DECÍAMOS AYER ... TOXYC LADY AND THE KILLING ROTAFLEX


Estoy escribiendo a un ritmo pelín desenfrenado estos días, y además subiendo de lectores, así que para relajarme un poco, he decidido volver al viejo truco del "Decíamos ayer...". O lo que es lo mismo, la recuperación de una entrada antigua del blog, escrita en el mismo mes de la re-publicación. Y echando un vistazo me encontré con uno de los textos más delirantes de la serie cómico-biográfica Momentos estelares. Allá que os van de nuevo las aventuras de la singular Toxyc Lady:

Como estuve pelín intenso estos días de atrás, le prometí a Elena una nueva entrega de los Momentos Estelares. Como siempre en mis series y posts irónicos en un 95% real, cambiando nombres y escenarios cuando es preciso, pero poco más.

Cuando Santander era un poquito, sólo un poquito, menos gris que ahora, hubo un tiempo en que muchos locales hervían de actividad. Cuentacuentos, monologuistas, teatro alternativo y no tan alternativo, transformistas, grupos musicales, cantautores ... No era habitual pero tampoco excesivamente extraño encontrarse por la noche algunas deliciosas excéntricas del marimundo revestidas de drag queens incluso por el siempre delicado itinerario de heterolandia. Plataformas de altura inverosímil, licras de lamé plateado ajustadas hasta la asfixia, movimientos provocadores, miradas procaces, pelucas y maquillajes que pondrían cara de angelote barroco al mismísimo Marilyn Manson ...

Había derramado lisura en las Canarias, practicado la prostitución callejera en Montera, iluminado los bares más oscuros de la margen izquierda ... Y regresaba a casa más llena de glamour y de ideas peregrinas que nunca. Era, claro, la mujer venenosa, la nunca igualdad Toxyc Lady.

Por el día se ponía unos pitillos de colorines, un t-shirt de lentejuelas y un flequillo juguetón y se dedicaba a esteticienne pirata a domicilio. Su especialidad, la inyección ilegal de colágenos de contrabando en labios indefensos y papos arrugados para conseguir sutiles formas tersas y sicalípticas. Nunca acabó de coger el truco técnico y no era raro reconocer a la mañana siguiente por el Mercado de la Esperanza y la Boutique Calé a sus víctimas: los colágenos mal fijados se desplazaban lenta y traicioneramente por las noches hasta amasarse en uno de los extremos de la boca, provocando unos labios rotundos de un lado y estrechos de otro, en una suerte de mueca imposible de ocultar, con forma de chicle de fresa a punto de explosionar.

Por las noches, se alzaba imperial sobre sus argentinas plataformas, se embutía en imposibles vestimentas de corte punk-post-industrial-de-provincias y se abalanzaba contra los escenarios oscuros de atmósfera cutre-post-industrial-seminal-de-provincias de La Caverna. Donde el público aguardaba ya expectante y pre-extasiado una nueva y rompedora performance.

Presenciar la transformación de Toxyc Lady en una especie de Lagarta Jefa a lo Diana de V, con verdes refulgentes y ceñidos alrededor de sus extremidades longilíneas y su cuerpo falsamente preñado, antes de simular con radical ambiente musical un parto doloroso en el que desgarraba su vientre y extraía ante el generalizado asco hilos interminables de placenta construida a base de macarrones con tomate hasta que al fin salía el Nenuco de su prima Maritere, asombrado y entomatado, que arrojaba con furia contra el público, era, qué duda cabe, un bello exceso.

Pero nunca pudo superar la cima que a sí misma se impusiera con su gran y última noche. Apareció más divina que nunca, más postindustrial que nunca, más metálica y agresiva si cabe que nunca. En el escenario, una especie de yunque nos acercaba a las más extravagantes escenografías de Bayreuth para la fragua de Mime. Definitivamente, Santander entraba de la mano de Toxyc Lady en plena modernidad ...

Armada con una Rotaflex a toda revolución, la música hard a todo volumen, la oscuridad reinventando las siluetas, Toxyc Lady comenzó a mover su sinuoso personaje hasta que toda una clásica ira descontralada de Furia y Ménade la poseyó. Comenzó a golpear el yunque con la Rotaflex. Con saña. Mientras bonitas cascadas de chispas multicolores llovían sobre la oscuridad iluminando un universo fascinante de maricaras embobadas, unas traicioneras e imprevistas esquirlas fueron desgajándose del yunque impulsadas por la brutal agresión de la Rotaflex. Esquirlas de puntas afiladas que se camuflaron entre las chispas y la oscuridad y comenzaron a llover sobre el público.

Unos pocos minutos tardó Toxyc Lady en terminar su performance, apagar la música, encender la luz y alumbrar el caótico y enmudecido efecto de su ardiente interpretación sobre el público. Frentes abiertas y sollozantes, espectadores tirados sobre si mismos intentando descubrir de dónde vino el golpe o detener la sangre. Bella, bella, bella performance. Inolvidable. Llena de color (rojo) antes de que las ambulancias recogieran a los siete muchachos más afectados y un par de marimédicos improvisaran un First Aid Area en los butacones del Dark Room.

Terminó esa noche la carrera de Toxyc Lady. Una pena. Al fin y al cabo no hubo muertos. Y todos reconocen años después cuánto ganó Pacuco Cortiguera, "La Mejillona de Bostronizo", al perder el ojo que bizqueaba y que con glamour y mimo oculta desde entonces bajo un satén negro en forma de parche pirata. Ni punto de comparación.

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