miércoles, noviembre 03, 2010

EL BESO COMO ARMA DE DESTRUCCIÓN MASIVA Y LA TIERRA DE MISIÓN


Resulta curioso el miedo que dan los besos a quienes no tienen empacho alguno en bendecir bombas y presentar como modelos a cualquiera que arremeta contra los derechos humanos. En los últimos años, se han puesto de moda las besadas medio de protesta pacífica contra instituciones que siembran la homofobia y que trabajan para mantener las discriminaciones sociales y legales contra lesbianas y gays. Dan tanto miedo que las celebradas en Francia han terminado con los amigos de la Santa Madre embistiendo a palos contra quienes participaban en la pacífica besada y provocando incluso heridos.

La libertad de expresión se ha visto afectada estos días con la anunciada visita a España del papa alemán y la convocatoria por parte de un grupo de amigos de una besada en Barcelona para protestar contra el discurso discriminador y homófobo de la Iglesia Católica y sus obsesionados jerarcas. Ha bastado la convocatoria de un evento en Facebook para que los resortes de persecución de herejes en red hayan saltado hasta conseguir que Facebook, una red en la que hoy mismo podríais encontrar miles de grupos de corte racista o sexista, grupos que invitan a dar palizas a los inmigrantes o a asesinar a los homosexuales, grupos que realizan acoso individualizado contra adolescentes o grupos que alojan redes pedófilas (grupos para cuyo cierre se necesitan meses de trabajo y activismo), haya cerrado, ya por cuarta vez el evento y, cansado suponemos de que los chicos a los que se les había ocurrido la idea insistieran en la convocatoria, han borrado también sus perfiles. Y es que para Facebook, para el papa, y para los cristofachas, que dos personas se besen debe de ser el colmo de la violencia.

Supongo que es esa la Iglesia que pierde día a día fieles, simpatizantes y meros celebrantes, la que se conforma con unos pocos radicales muy activos y un discurso aniquilador ante la dignidad de las personas, esa la Iglesia que va viendo cómo en España ya los matrimonios civiles superan a los religiosos, cómo ha caído a mínimos históricos e irreversibles el porcentaje de jóvenes que se definen como creyentes, cómo cada vez hay menos bautizos y cómo ya ni siquiera los españoles acudimos a sus templos para las celebraciones básicas. Por supuesto, para la Conferencia de Rouco el problema es que España es un país sin valores, un país que peca masivamente, o como han declarado recientemente, un país de misión al que viaja el papa para iniciar una contraofensiva moral que les permita recuperar el poder y pasear gobernantes bajo palio. Sin pararse un segundo a pensar que lo que pasa es que los españoles vivimos hoy con otros valores, damos importancia a la convivencia, a la libertad, a la tolerancia, a la diversidad, al respeto, a la igualdad, a principios que son importantes per se y que son importantes para nosotros, y que nos permiten gobernar nuestras vidas y sustentar nuestras elecciones morales sin necesidad de preguntar al ágrafo mitrado de la zona.

Sí, ya lo sé, habrá quien me lea y me tache de hipócrita, porque hace sólo seis días despedí a Leo, a mi amado Leo, en una iglesia, con una particular ceremonia religiosa. Pero Leo, que no era religioso en el sentido de militante de iglesia organizada alguna, sí era creyente y además bueno. Y ya que no tuvimos tiempo de despedirnos y de determinar algunas decisiones, pensé que le gustaría ser despedido con poemas, con música y también con una celebración religiosa. Eso sí, decidí que la ceremonia habría de tener lugar en un lugar donde yo sintiera que Leo hubiera sido respetado y no excluido, acogido y no humillado. Y tratándose de la Iglesia Católica y de Santander, eso daba muy pocas opciones: apenas un ramillete de sacerdotes y no más de tres o cuatro templos. La duda final fue si elegir una despedida más intelectual, más reflexiva en San Pío X, celebrada por Avelino, o una más tierna y entrañable, celebrada por Alberto Pico. Me decidí por la segunda, y acerté ya desde el momento en el que al llegar a la Iglesia del Carmen, en el Barrio Pesquero, las primeras palabras del párroco fueron su agradecimiento por que le hubiéramos elegido para una despedida tan especial.

Sí, claro que hay templos, sacerdotes, cristianos, capaces de acoger en pie de igualdad y de respeto a gays, lesbianas y personas transexuales. Claro que sí. Hablan poco y en bajo, y tienen un dura tarea por hacer.

Pero para la jerarquía, para la Iglesia, para Facebook, para sus divisiones panzer de la moralidad, todavía hoy los besos son armas de destrucción masiva.

En fin, que yo no voy a poder estar ni en Barcelona ni en Santiago, pero desde este blog os envío estas hermosas bombas para que estallen y ayuden a sembrar con besos de todos y para todos esas dos ciudades. Y al que le molesten, que no mire.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si nos diéramos besos y abrazos más a menudo mucho mejor nos iría. Besos sí, insultos no.
Susana.

Blenda dijo...

Si hubiera menos hipocresía, los BESOS saldrían a flote como expesión de un SENTIMIENTO puro.

Elena dijo...

He estado calladita hasta escuchar lo que dijera Benedicto en Santiago, pero, claro, no ha defraudado a sus fieles, es decir, ha vuelto a arremeter contra el laicismo.

En fin... Me duele en el alma que muchas personas religiosas -por supuesto no todas- sigan pensando que un país deba regirse conforme a principios religiosos basados en la fe en un dios y un profeta, tan legítimos, como peligrosos si se extrapolan, esto es, se tratan de imponer, a las vidas de los demás.

Y que nadie me diga que eso mismo se hace con las ideologías políticas, caray: no es lo mismo tratar de extender principios basados en la razón y en la confrontación de ideas y experiencias, que tratar de extender principios basados en el dogma y en la fe.

Lo de siempre, Ruka, lo de siempre, esto no mejora... No es que la Iglesia rechace el matrimonio entre personas del mismo sexo, sino que rechaza -arengando a los suyos a que se echen a las calles- que las personas del mismo sexo puedan casarse civilmente.

Bendita sea la fe en los corazones de quienes la sienten con alegría y respeto, con humildad. Bendito sea el laicismo como forma de regir las sociedades democráticas.

Fueron los últimos en aceptar el hecho científico de que la Tierra no es el centro del Universo, serán los últimos en aceptar que un homosexual no es un marciano y que una institución que prohibe la presencia de la mujer en su jerarquía se pudre en la arrogancia de no tratar de mejorarse a sí misma.

Besos, muuuuuuuuuuuuchos besos.

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