MOMENTOS ESTELARES: COMANDO EN PRAGA
Con eso de que el pasado lunes se producía la primera visita de una Susan al Divino Niño Jesús de Praga en Praga, dedicó la Hoja Parroquial de Cantabria la contraportada a tan relevante y actual noticia. Haciendo que a medio café dominical recordara una de las mayores aventuras de la Tía Bilito. Una hazaña que a punto estuvo de costar un conflicto diplomático con la entonces Checoslovaquia y por la que la Tía sintió siempre un orgullo desmedido, digno de un momento estelar.
Tía Bilito (Inés María del Júbilo y Amén) había conseguido que en su vida fueran de la mano dos adjetivos en general de escasa compatibilidad: era Beata y Buena. Se había quedado soltera por propia decisión y dentro de lo que cabe había sido una mujer moderna, que había trabajado largos años en el Banco de España, que había descubierto su pasión por los viajes allá por los congresos eucarísticos de los 50 y nunca la había abandonado, y que vivía rodeada de sobrinos, novenas, conciertos y amigas.
Decía el Abuelo Rukaegos que de joven había tenido muchos pretendientes. Y contaba algunas de las aventuras de su cuñada divertido ante el rotundo enfado de Bilito, una Bilito que nunca le perdonaría haberse casado en segundas náuseas. Así, nos contaba lo del novio militar con el que estuvo a punto a punto ("A mí los militares me gustaban más que nada por el uniforme. Pero se hizo guardia civil como su padre y eso ya no, porque el uniforme de la guardia civil no me gustaba nada de nada. Y menos mal, porque ahora sería madre de siete guardias civiles y me pasaría la vida pensando que me los iba a matar la ETA", comentaba Tía Bilito con su aplastante lógica). También estaban "El Marrano" ("Qué despropósito: fuimos a un baile en el Casino y al regresar a casa con vuestra abuela me cogió la mano y me la besó. ¡Pues no sería marrano!") y el notario madrileño que después de haber tenido con ella varias citas dio por supuesto lo que entonces con tan poco se daba por tan supuesto y la invitó a Madrid para enseñarle el piso que había comprado ("Bilito: ¿qué te parece?" "Y a mí, ¿por qué me tiene que parecer nada si el que vas a vivir aquí eres tú").
Pero siempre lo mejor de Tía Bilito fueron las historias de sus viajes. Y mejor entre las mejores, la de su excursión en un autobús de señoras beatas y derechonas hacia el antiguo telón de acero. Fue allí, en plena efervescencia contrarreformista, donde el beatobús decidió autoproclamarse comando y secuestrar a la guía turística que, oh pecadora, parecía mostrar ciertos reparos a desviar la ruta contratada y acercarlas a la pequeña iglesia de Praga donde se guarda la española y venerada imagen del Divino Niño Jesús de Allí.
La propia Tía Bilito dejó recogido el caso en sus cuadernos de viaje. "En Praga era todo muy bonito y estaba todo muy limpio, pero claro, a nosotras todo eso nos daba igual, porque a nosotras lo que nos hacía ilusión pero ilusión-ilusión era visitar al Niño Jesús. La guía era muy simpática y muy mona y muy rubita como son las chicas monas allí, no como las de Belgrado que tenían todas bigote. Pero lo que comentábamos todas, lo que todas comentábamos, es que la pobre sería una comunista y una atea de tomo y lomo, y que por eso estaba muerta de rabia porque nosotras no le hacíamos caso y sólo le preguntábamos que cuándo íbamos a ver al Niño Jesús.
Ella toda se volvía que no nos preocupáramos, que enseguida íbamos, pero que ahora nos íbamos a acercar a ver no sé yo qué quisicosas. Y claro, lo hablamos entre nosotras y cuando intentó llevarnos a ver una plaza de por allí le dijimos que de eso nada, que o nos llevaba donde el Niño Jesús o del beatobús no se bajaba nadie. Y no sé si es que nos vio muy decididas o si se fijó en que Manolina Callejón estaba ya a punto de darle en mitad de la boca con el rosario. Con el grande. Pero el caso es que nos llevó hasta una iglesia muy chiquitina y muy mona y muy recogida, con unas monjas muy monas y muy amabilísimas, que nos enseñaron el Niño Jesús de Allí encantadas. Y nos dio a todas mucha pero que muchísima devoción.
No como cuando estuvimos en Roma y la pesada de Angustias del Campo, que buena es muy buena, pero tonta para qué vamos a decir, se empeñó en llevarnos a la tumba del Escrivá ese. Y mira que yo he visto tumbas y santos por todo el mundo y siempre me han dado mucha devoción. Pero el Escrivá ese será todo lo santo que quiera Angustias, pero devoción, lo que se dice devoción, a mí no me dio ninguna".
4 comentarios:
Diosesssssss :-)
Pero a ver, ¿diosessssssss de los que te dan devoción o de los que no?
A mi lo que me dio devoción fue el estilo literario de la epístola. Que envidia, quien pudiese expresarse así. Y la historia contada recrea aquellos tiempos y aquellas maneras de una forma autentica.
Saludos Rukaegos.
Es que Tía Bilito hablaba tal cual, Fermín :)
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