jueves, marzo 05, 2009

IGUALDAD, TRADICIÓN Y MARZAS

Me sorprendió escuchar en vísperas de esa bella tradición cántabra que es la noche de marzas al presidente de la Ronda Marcera de Torrelavega explicar que no es fácil que se admita a las mujeres en la ronda. Y no lo es por dos razones fundamentales, porque la tradición es una tradición masculina y porque además muchas de las coplas tienen un contenido amoroso dedicado a una moza, y sería extraño que una mujer cantara textos de amor a otra.
Me gustan las marzas. Forman parte de mi legado cultural personal, de ese que experimenté en primera persona, al haberme criado en Reinosa, uno de los puntos de la geografía regional que nunca dejaron en el olvido esa mágica velada en la que los marceros recorrían a veces casi a oscuras con sus faroles engalanados las calles muchas veces nevadas y llamaban a cada casa pidiendo marzas. Recuerdo que en casa esperábamos nerviosos a las rondas, recuerdo la decepción en nuestros rostros chicos cuando escuchábamos cantar por nuestra escalera pero la ronda decidía no subir el Alpe d'Huez de nuestro quinto piso. Y cómo si la noche se daba mal, mis padres abrían la puerta y reclamaban a los cantores: "Eh, subid, que damos marzas".
Llegó luego el momento en el que, como parte de la rondalla de mi colegio, me tocó salir tres o cuatro años con los de octavo curso a cantar marzas y obtener así algo de dinero para el viaje de fin de curso. Las preparábamos concienzudamente con Don Ramón, el profesor de música, y con el uniforme del Colegio Antares recorríamos Reinosa hasta quedar agotados. En especial recuerdo aquella noche de marzas en la que Sergio y Estíbaliz (muy populares por aquellos días) cantaban en el Vejo y nos acercamos a cantarles en el hotel, tras terminar su actuación y su cena.
Mi colegio era mixto, y en consecuencia mi ronda era mixta. Como lo eran muchas otras en Reinosa, y como lo es la ronda de Anievas cuya fotografía encontré navegando por el Google. Pero las niñas de las monjas eran chicas y también cantaban marzas. Y hablamos del 75, el 77 ... Unas fechas tempranas en las que no se asumía, sin embargo, que la tradición fuera una tradición excluyente.
Y es que la tradición como argumento no siempre sirve. ¿Queremos unas marzas arqueológicas, que reproduzcan fielmente su origen y sentido? Resulta ya imposible. Por un lado, como rito de paso de la masculinidad que fueron, aparecían asociadas a la juventud y al servicio militar: las cantaban en casi todos los pueblos los quintos, eso sí, acompañados por los solteros empedernidos. Pues bien, apliquemos la tradición con precisión: no hay marzas marzas posibles porque no hay servicio militar en España. Pero si aún así se considera un exceso eliminarlas, que se vayan de la ronda casados, divorciados y viudos. La ronda no es para ellos. Fuera las rondas benéficas, que tratan de obtener dinero para financiar algún proyecto o iniciativa: el pago en manteca y chorizo. Y si van a subir a una casa de pisos, que se las arreglen para izar al burro, pero hay que llevar uno para cargar las mercaderías recopiladas.
Si la tradición es machista, que se salven la música, el canto, la fecha, la alegría, el espíritu, la fiesta, pero se elimine el carácter de exclusividad sexista de las rondas (qué pereza tener que entrar otra vez al mismo debate, como si no hubiéramos tenido bastante con los alardes guipuzcoanos y la guerra de las mujeres para participar en ellos plenamente), una exclusividad que nada aporta hoy a una tradición bella que ha perdido su carácter originario por la propia evolución de la historia y que se construye hoy como una fiesta entrañable de todos. Y de todas.
Termino. ¿Qué problema tiene el marcero cántabro que dio curso a las declaraciones arriba mencionadas con que las mujeres canten amor para otras mujeres? Si echamos un vistazo a los repertorios musicales clásicos, poprockeros, copleros y demás no sería la primera vez que una mujer canta los encantos de otra (sirva como ejemplo Sinnèad O'Connor cantando el bello Nothing compares to you ). Pero además, y por fortuna, vivimos en un país donde se respeta la diversidad sexual, así que no veo dónde pueda estar el problema.
Que cante las marzas quien quiera. Y se las cante a quien quiera. A ser posible, afinando.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

No se trata de replicar el pasado: se debe diferenciar la conservación funcional de procesos esenciales de la no tan importante conservación testimonial.

Lo verdaderamente importante no son las boinucas o los chalecucos de coloruco azuluco que visten los marceros, sino el fortalecimiento de los vínculos vecinales que promueven las marzas. He ahí su valor y también su razón de ser.

Si desvestimos las marzas de valores ciudadanos, excluyendo, por ejemplo, a las mujeres, es preferible que desaparezcan.

Es el peligro de folklorizar las tradiciones: que se anquilosan en una formulación que responde a los intereses generalmente de una élite a la que interesa que todo siga igual para no perder el poder que detentan. Detrás de la boinuca hay mucha ideología. E ideología, por lo general, conservadora. Que se lo pregunten al PRC. Prefiero las ideas que asubian al calor de la boina a la boina misma.

Un caso equivalente es el del cántabro: tal y como están las cosas, a lo más que podemos aspirar es a que se folklorice y pinte como un puñado de palabras típicas. Pues no, señores y señoras, no. Hay que darle vida para que cambie y se actualice, hay que abrirle las ventanas para que tome el aire y se adapte a la realidad actual. No lo digo sólo yo. También lo dice la UNESCO en su último informe sobre lenguas en peligro de extinción, el primero, por cierto, en el que se menciona de forma expresa el cántabro, eso sí, considerado dentro del tronco lingüístico astur-leonés (que no es poco).

Salvando las distancias, y perdonarse por el grosor del ejemplo, dejar la entrada franca a las mujeres en las marzas es equivalente a acuñar palabras como cochi, teléfanu, etc. Precioso y necesario.

Un saludo.

Rukaegos dijo...

Gracias por tu reflexión anónimo - creo intuir que no lo eres tanto ;) -.

Suscribo tus palabras sobre el verdadero sentido de las tradiciones y la necesidad de mantenerlas adaptadas a las nuevas realidades ciudadanas y sociales, porque cuando se limitan a la postal decorativa sin duda pierden valor. Y suscribo tus palabras sobre el cántabro, aprovechando para recordar que Cantabria es la única región de aquellas que conservan lenguas derivadas del astur-leonés que no tiene figura de protección alguna. Asturias, Castilla-León y Extremadura (si no me equivoco) ya han hecho los deberes al respecto, y desde diversos signos políticos.

Un saludo

Amigo de la Dialéctica dijo...

Hola amigo Rukaegos:

Suscribo tu opinión: "Que cante las marzas quien quiera. Y se las cante a quien quiera. A ser posible, afinando".

Recibe un muy fuerte abrazote amigo.

Anónimo dijo...

Las palabras del presidente de la ronda marcera no me han sorprendido demasiado, si lo han hecho y mucho, las de la alcaldesa de Torrelavega, mujer y según dice socialista, con lo que ello, entiendo, debe conllevar de progresismo, igualdad y demás. Doña Blanca Rosa que participa en la marza como alcaldesa, parece olvidar que si recuperamos tal cual la tradición ella debería ceder ese puesto a algún compañero varón, porque si imposible era ver mujeres marceras el verlas alcaldesas era impensable e inimaginable (en el estricto sentido de que a nadie en aquel entonces se le ocurría siquiera imaginar que esa situación fuera normal algún día). ¿Porqué una alcaldesa, mujer, socialista dice, progresista dice y feminista dice, aplaude que una agrupación folclorico-musico-social rechaze tajantemente permitir mujeres en sus filas? ¿Qué le hubiera parecido que los militares, cuando se planteo la incorporación de la mujer al ejercito se hubiesen negado apelando a la tradición y a que nunca hubo mujeres en sus filas? ¿También hubiera dicho que "las tradiciones son así"? Por supuesto que las marzas son algo anecdótico, incluso es posible que no haya ninguna mujer interesada en entrar en la ronda, pero también es cierto que la suma de cuestiones secundarias da lugar a un clima, a un paisaje social. Lo que no es anecdótico es que algunos y algunas a los que se les llena la boca con palabras y palabros para que todos y todas estén representados y representadas, a la hora de la verdad enseñen la auténtica patita. Eso de aludir a la tradición, a la costumbre, al respeto de los usos, ufff, supongo que sonará y mucho a las mujeres que rondan o superan la cincuentena, y que durante buena parte del siglo pasado se encontraron frases de ese tipo ante cualquier intento de dar pequeños pasos.

Rukaegos dijo...

Lo de afinar es fundamental, Javier. Que bastante nos está granizando estos días :)

Anónimo. Comparto tu opinión, y añado que sólo dos mujeres colaboran con la escenificación de las marzas torrelaveguenses: Gloria Ruiz y Ester García. Igualmente chocante (y mira que aprecio a Gloria ...). Creo que como mínimo hubiera sido deseable alguna puntualización de la Alcaldesa y una llamada a unas marzas no discriminatorias.

Saludos para los dos.

Anónimo dijo...

Bueno, creo que la puntualización de la alcaldesa fue más que clara. Cuando en la rueda de prensa le preguntaron qué le parecia, dijo (ayer oi las declaraciones íntegras en una radio) que las tradiciones hay que respetarlas y que le parece muy bien que no admitan a las mujeres, añadiendo que para agrupaciones musicales mixtas ya están los coros. Sorprendidos y sorprendidas nos hemos quedado muchos y muchas, no porque rascando un poco la superficie progresista e igualitaria de salón salgan estos pensamientos y pensamientas, sino porque Gómez Morante lo diga en público y orgullosa además de defender esa postura.

Rukaegos dijo...

En efecto, Anónimo, las declaraciones fueron claras. Lo que quería decir es que si el de la ronda había hablado en el sentido en que lo hizo, lo mínimo que hubiéramos debido esperar de Blanca Rosa es una puntualización en defensa del derecho de las mujeres a participar en donde quieran.

Anónimo dijo...

En relación con el segundo anónimo: el pasado no es conservador. La visión que de él se construya o prumueva, sí puede serlo, en función del punto de toma. Alcaldesas hubo durante la República en Cantabria, pocas, pero hubo. En Ucieda, fíjate, núcleo duro del mundo rural cántabro. Y no sólo. Lo que quiero decir es que para ser progresista no hace falta negar la palabra al pasado. Hacerlo sería dar aliento al progreso tal y como se concebía en el siglo XIX, germen, entre otros males, del paternalismo colonialista. Sí, por supuesto, ha de cuidarse la perspectiva desde la que se construya la imagen dominante del pasado y no caer en esencialismos inmovilistas. No todo fueron vacucas y paisanucos cabizbajos y condescendientes... también hubo obreros, incluso obreros concienciados (en Saja, sin ir más lejos, una fábrica de albarcas secundó la revolución del 34), mujeres comprometidas como Matilde de la Torre, a la que, por cierto, las tropas franquistas quemaron su biblioteca en el jardín de su casa de Cabezón de la Sal con un retrato suyo coronando la pila en llamas, etc.

Un saludo (el primer anónimo)

Rukaegos dijo...

Y es que, Segundo Anónimo, sigue faltándonos mucha memoria sobre ese pasado que rompe con los estereotipos que nos hemos empeñado en aplicar a Cantabria.

Otra cosa que se me ocurre revistando los comentarios es que al contrario de lo que ocurrió en el Alarde de Hondarribia, aquí (que yo sepa) no ha habido mujeres que hayan querido formalmente participar en la ronda marcera. Imagino que el día que esas mujeres existan y den el paso al frente, la valoración de la alcaldesa será muy otra.

Lo que no quita para que hayan sido unas declaraciones poco afortunadas y fuera de lugar.

Anónimo dijo...

Rukaegos y Primer Anónimo, teneis razón y reconozco y lamento mi ignorancia sobre algunas de esas cuestiones históricas. El problema es que en Cantabria la recuperación de la cultura popular y de las tradiciones ha sido bastante sesgada. Sobre todo la que viene de la mano de determinados personajes que se arogan el conocimiento y el derecho de dar o no los certificados de autenticidad. Curiosa, y lamentablemente, son este tipo de recuperaciones históricas sesgadas y más preocupadas por el folclorismo (en su acepción más casposa) que por las esencias, las que son mejor acogidas y apoyadas por las instituciones, sin que en este caso cuente el color de las mismas.

Saludos y gracias por vuestro buen saber. Segundo Anónimo

Rukaegos dijo...

Qué tal, Segundo Anónimo: De acuerdo contigo en el fervor que se muestra ante esas recuperaciones sesgadas y en general carentes de auténtica raíz. Ya fueron las más celebradas en la época de la sección femenina (con espantosos arreglos corales de nuestras tonadas a solo y rondas a una voz).

No estoy yo muy puesto tampoco en tema tradiciones, pero como ejemplo de una recuperación acertada me atrevería a proponer la fiesta de La Vijanera de Silió.

Por cierto ... a lo mejor habría que animar a las chicas de Torre a proponerse como marceras el año que viene :)

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