lunes, marzo 09, 2009

IGUALDAD Y LENGUAJE

Anduve perezoso a ratos y muy liado otros durante el fin de semana, así que dejé para hoy la reflexión que quería incorporar al blog con motivo del Día Internacional de la Mujer, una reflexión que necesariamente debería tener como eje la igualdad, y una reflexión para la que decidí centrarme en una de las guerras que dentro del proceso de construcción de una sociedad de personas iguales, sin discriminaciones por razón de sexo, más me cuesta en la práctica: el lenguaje no sexista.
El lenguaje supone uno de los principales mecanismos de control social: a partir de las palabras construimos nuestros referentes mentales personales y grupales. De alguna manera, podríamos decir que lo que no está visible en el lenguaje no existe. En la medida en que la mujer ha ido definiendo sus pautas de identidad colectiva, ha ido quedando claro que nuestros sistemas lingüísticos (todos, no sólo el español) presentaban una serie de marcas que de forma más o menos rotunda se evidenciaban como sexistas. Algo lógico en un sistema elaborado a lo largo de más de mil años por una sociedad en la que los varones ostentaban el poder formal y material en todos y cada uno de los ámbitos y en la que la mujer, por contra, ocupaba una posición ancilar, insignificante o subordinada, cuando no directamente invisible. Entre esos rasgos podríamos presentar algunos muy claros como las palabras que al emplear la forma femenina transforman un concepto neutro o positivo en injuria (el clásico zorro / zorra, para entendernos), también el uso del masculino como neutralizador (los ciudadanos piensan que ...) o la inexistencia en el vocabulario de formas femeninas para tantas profesiones que acaban pareciendo así "territorio de hombres".
Cuando digo que el lenguaje no sexista me resulta difícil quiero decir que me resulta problemática personalmente su aplicación, no las ideas que lo proponen y sustentan. Y me resulta un problema porque algunas de las soluciones que se han ido formulando para corregir los extremos anteriores se me presentan como chocantes, cacofónicas a veces, un lastre para la agilidad del discurso otras. Lo que no significa que no las considere necesarias.
Lo que sí tengo claro, aunque no tenga claro del todo el cómo, es que nuestra sociedad ha cambiado y tiene que seguir cambiando para asentar una igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Y que el lenguaje, como todas las demás instituciones que representan esa sociedad, deberá sufrir transformaciones que permitan que nuestro hermoso idioma sea ese espejo en el que también las mujeres se reconozcan. Hay que reconocer que el propio idioma contaba con algunas estrategias poco utilizadas, como la utilización de sustantivos colectivos sin marca de género (alumnado, ciudadanía), sustantivos que neutralizan sin marca masculina (persona, señoría) y que incluso la lentísima RAE ha comenzado a articular respuestas tímidas pero eficaces (por ejemplo, ante un auditorio se debe utilizar como neutralizador el género que responda al de la mayoría de las personas presentes: si hay un 70% de mujeres entre el alumnado, se podrá decir "las alumnas" como solución preferible a la de la duplicación). Otras deberán irse descubriendo, proponiendo, hasta que encuentren su acomodo en la normalidad de la comunidad de hablantes. Sin desdeñar por cierto una estrategia que propusieron ciertas escritoras feministas en Estados Unidos y Canadá hace algunos años y que parece haber caído en desuso y que es el "uso alternativo del lenguaje", una forma de desarmar la carga sexista de la injuria reconvirtiendo en palabras positivas o identitarias las que se habían convertido en agresión (Margaret Atwood podría ser un buen ejemplo).
Aunque sigue siendo a día de hoy conflictiva la conciliación de un discurso estético con el discurso ético, y la literatura o el lenguaje especialmente cuidado continúan siendo lagunas donde las respuestas no parece que acaben de llegar. El momento de la normalidad tal vez traiga también una escritura estética no sexista. Pero a lo mejor también hay que asumir que el Arte no tiene nada que ver con la Corrección Política.
Seamos decididos al tiempo que selectos, tratemos de configurar un lenguaje natural pero igualitario. De la misma manera que tendremos que ir aprendiendo a detectar primero y corregir después nuestra utilización xenófoba, heterosexista o racista del idioma. Para acabar consolidando una forma de entender las palabras que pueda defender la corrección, la belleza, el riesgo sin desdeñar el objetivo de ser un imaginario positivo, incluyente, visible para todos. Y para todas.

8 comentarios:

maria gemma dijo...

Rukaegos, sobre la practica del lenguaje no sexista... a mi también me cuesta en la practica y quiero resaltar tus palabras:

"A lo mejor hay que asumir que el Arte no tiene nada que ver con al Corrección Política"
"Tratemos de configurar un lenguaje natural e igualitario"

Excelente reflexión...

Un abrazo

Alfonso Saborido dijo...

A mí me pasa como a ti. Lo veo necesario, pero a veces me hace alargar los textos y es incómodo. Ejemplo: todos y todas, etc...
Yo que trabajo para la administración intento cuidar el lenguaje pero a veces se te escapa.
Nos dieron una guía que hizo la Diputación de Cádiz, aquí pongo el enlace al Ayuntamiento de Granada, donde está colgada.

http://www.granada.org/inet/wmujer8.nsf/4809dddc96a1f632c12573f00040f584/603ee0447179b3f6c125747a002dbd0f/$FILE/Manual%20lenguaje%20no%20sexista.PDF

Amigo de la Dialéctica dijo...

Hola amigo:

Suscribo tu idea: "Seamos decididos al tiempo que selectos, tratemos de configurar un lenguaje natural pero igualitario".

Recibe un muy fuerte abrazote amiga.

Bardamu dijo...

Belleza y corrección no hay artista que las conjugue

Frantic St Anger dijo...

Yo creo que lo realmente complicado del uso de un lenguaje nos sexista, es acostumbrase a usarlo después de toda una vida sin hacerlo.

Yo procuro utilizar las fórmulas que aludes de genéricos neutros (ciudanía, secretaría, alumnado) y el de superioridad numérica de género. Pero reconozco que, por ejemplo, cuando escribo en mi blog, a veces me cuesta decidirme porque al no saber exactamente a quien me dirijo nunca sé cómo acertar así que lo que suelo hacer es ir alternando fórmulas.

Rukaegos dijo...

Gracias por vuestros comentarios :)

Supongo que al final somos bastante coincidentes en la necesidad de articular un lenguaje integrador e igualitario en los ámbitos públicos (educación, política, administración) intentando siempre buscar fórmulas que no lastren la fluidez del discurso, que no lo entorpezcan. De la misma manera que imagino que entendemos que como tan bien ha formulado Bardamu, resulta imposible, o casi, conjugar belleza y corrección.

El gran reto, alcanzar un castellano limpio, hermoso, que a un tiempo lime en todo o en su mayor parte los tics sexistas.

Saluducos

Cabaña Progresista dijo...

Excelente y soberbia reflexión. Que no predomine la dificultad sobre el anhelo de un idioma integrador y no sexista. Todos tenemos, de alguna modo y cada cual a su manera, la obligación de que ese reto del que hablas, no sea una simple utopía.
Un saludo.

Anónimo dijo...

No me he podido resistir a la tan contemporanea practica del copia y pega. Un amigo me envia un link a "El Confidencial", de 13 del mes corriente que me ha hecho reirme a gusto. "Pego" el texto, que no el link, aunque resulte un tanto largo (supongo que la referencia al medio y al dia de publicacion evitara generarte problemas de "copyleft":

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La obsesión igualitarista de este nuestro Gobierno está deparando sorpresas de lo más divertidas. La obligación de que todas las leyes tengan un informe sobre el impacto por razón de género no tiene demasiado sentido cuando se trata de normas que afectas únicamente al ámbito empresarial o financiero. Pero ese prurito por ser más papistas que el Papa (o, mejor dicho, más mamistas que la mama) lleva a que, incluso en estas normas, se busquen argumentos para llenar un par de folios sobre esta cuestión. Argumentos que llegan a lo delirante.

Es el caso de la Ley que regula las Socimi (sociedades cotizadas de inversión inmobiliaria), esos vehículos que va a crear el Gobierno para que la banca pueda colocar a sus clientes sus marrones inmobiliarios con el atractivo de que están "libres de impuestos". Sí, sí, hasta en una ley tan alejada de la guerra de sexos hay un informe de este tipo, firmado por la mismísima vice María Teresa Fernández de la Vega. Y lo peor es que no se limita a decir que "no hay ningún impacto por razón de género" como sería lo lógico, es que encima pretende justificarlo. Ahí es donde viene la guasa.

Así, De la Vega asegura que la empresa es una cosa que no suele tener sexo, o sea, que cabe la posibilidad de que sí lo tenga: "El Impuesto sobre Sociedades se aplica a las personas jurídicas y, en consecuencia, no suele contener un sesgo explícito de género"

Siendo justos, se refiere a que dicho impuesto no discrimina a las empresas con mayoría de hombres o de mujeres, porque todas pagan lo mismo. Obviamente, eso sería impensable amén de inconstitucional, luego el argumento sobra se mire por donde se mire. Pero ahí no queda la cosa. El informe se mete en un jardín sobre si esta norma incentiva la inversión en sectores que emplean predominantemente a un género, como la construcción, donde el 95% de los trabajadores son hombres.

Siguiendo este razonamiento rocambolesco, cabría deducir que la ley de las Socimi es machista y que debería derogarse por esta razón, aunque eso suponga agravar todavía más la crisis del ladrillo y de la banca, con su consiguiente traducción en la cola del Inem (estas cosas son nimiedades frente a la sacrosanta igualdad). Pero no. Resulta que esta clara discriminación a favor de los albañiles frente a las albañilas se compensa porque "el posible aumento del empleo en el sector inmobiliario (...) podría acabar beneficiando indirectamente a las mujeres a través del presupuesto del hogar".

¡Toma ya! Esto, traducido, significa que es bueno que el marido gane más en el andamio porque así se lo da a su mujer ama de casa (y madre de sus hijos, es de suponer) y ésta se lo puede gastar. ¡Viva la emancipación de la mujer! ¡Viva el 8 de marzo, Simone de Beauvoir y las bodas de lesbianas! Uno hasta duda de en qué año estamos y de que tengamos un Gobierno tan partidario de la igualdaz, porque talmente parece un argumento sacado de 'Cuéntame' ¿Habrá visto esto Bibiana Aído?

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Lo dicho, para morirse de risa. Que burocracia mas simpatica (con o sin impacto de genero)

Un abrazo

Nacho

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