lunes, marzo 16, 2009

LEYENDO LA VIDA

Una larga espera esta mañana en la Oficina de Extranjería de Santander (algunos ya os imaginaréis la causa y, por cierto, parece que por fin va a salir todo bien, cruzo los dedos) me permitió adelantar muchas páginas la lectura de una novela sorprendente, hermosa, con la que de nuevo he renovado mis votos de amor por los libros. Ángeles rebeldes, del canadiense Robertson Davies.
Pero encontré tiempo también para observar rostros y esperas, y darme cuenta así de que, lo mismo que vengo observando en mis múltiples trayectos por los transportes públicos, nadie o prácticamente nadie lee. Aunque el trayecto en tren de cercanías le cueste una hora de su vida para ir y otra para volver, aunque la resolución del trámite burocrático le mantenga sentado con los ojos en el contador una hora y media.
Aprendí a leer muy pronto, en el Liceo Infantil de Reinosa que pronto se integraría en el nuevo Colegio Antares, en un aula que compartíamos niños y niñas de edades diversas entre 3 y 5 años, cada grupo dedicado a sus menesteres bajo la dirección de la Señorita Marichelo. Los mayores del grupo avanzaban en la lectura. Y no sé cómo o por qué yo, con sólo tres años, aprendí a leer con ellos. Imagino que ya me fascinaban esos garabatos que inundaban las páginas de los cuentos y que acabaría por aprender que se llaman letras, que algo dentro de mí me animaba a descubrir tantos secretos, tanta magia, tanta fantasía vertida sobre el papel. El pastel se descubrió cuando con un enfado monumental me convertí en el niño más ofendido de la historia sólo porque repartieron libros entre los que sabían leer (los mayores) y yo reclamé mi preciado trofeo. Entre risas, me dijeron las profesoras que si al día siguiente leía un rato, me darían el libro. Y al día siguiente, superada la prueba ante la sorpresa de tamañas santotomasas, volví a casa con mi primer libro escolar.
Desde entonces he leído mucho: fui desde los cinco años el lector oficial de las funciones y fiestas del cole, lei en muchas misas, en fiestas familiares, en recitales poéticos, lei en la cama, en el baño, en la playa, en el suelo, en el monte, en los conciertos, en las conferencias que me aburrían y a veces en las que no. Conseguí que mis oídos quedaran bloqueados a toda intrusión exterior y que mis sentidos fueran absorbidos. Y me entregué a los libros.
Tal vez haya sido inútil para la vida exterior, pero a veces tengo la impresión de que en ellos he tenido los más grandes amigos, las más grandes experiencias, los más grandes amores. Y eso que no quiero hacer de menos a los amigos de carne y hueso, a la vida de la calle y del tiempo real, a los chicos que he querido ni a los que me han querido. Ni a la vieja Lola y a la siempre vivaracha Glendamaría, esa melenas que sonríe en la foto de mi perfil con la lengua fuera y, cómo no, contagiada del vicio de la lectura, echando un vistazo a una novela de Belén Gopegui.
A veces me preguntan por qué siempre llevo un libro, al menos uno, bajo el brazo. Ha despertado curiosidad y hasta crónica periodística mi llamativa presencia en un pub o en un mercadillo siempre con libros. Se han burlado de mí en foros internáuticos como "el que saca los libros de paseo".
Puede que este artículo de hoy tenga algo de respuesta. Leer es vivir. En cada página de un texto que me haya enamorado se esconden unos minutos de maravilla. Y no voy a renunciar a ninguno de esos minutos sentado con los ojos cargados de vacío en un tren, una parada de autobús, un aeropuerto, una oficina de correos, una consulta médica. Un minuto, sólo un minuto, podría llenarse con un poema; diez minutos con un capítulo breve; un par de horas quién sabe con cuántas emociones.
Y no tengo ni tiempo ni intención de renunciar a tanta vida.

13 comentarios:

A.S. Olivier dijo...

Me ha parecido un post precioso, necesario en su reivindicación y por qué no, un tanto revelador. Es cierto que en Santander se aprecia poca lectura a nivel callejero y urbanita. Quizá las distancias son más cortas que aquí en Madrid por ejemplo, o la belleza del paisaje impide concentrarnos en ocasiones en el papel manuscrito (un leve síndrome de Stendhal). Como bien dijo Pessoa, la literatura, como todo arte, es la demostración de que la vida no basta. Por eso quizá tratemos de inundar nuestro interior con suculentas lecturas y no sólo a base de batidos de fresa :)

Y yo que pensaba que a ti la literatura te entraba por ósmosis a través de la axila izquierda...

Un abrazo.

Alfonso Saborido dijo...

El sábado entrevistaba yo a una mujer que había escrito su primer libro, sobre las mujeres del campo andaluz, y reflexionábamos sobre el daño que se hizo a las personas que se les negó aprender a leer y escribir. Es como si te robaran la vida. ¿Qué sería de mí si no hubiera aprendido a leer? Yo aprendí muy chico, en una 'amiga' , con una maestra Carmen, y yo tendría no sé, cinco años. A partir de ahí, siempre hay un libro pendiente.
El otro día me regalaron un dvd con 10.500 libros, sí, la cifra está bien, en pdf. Increíble. Y me enseñaron como se lee en un libro electrónico. Los tiempos cambian amigo, pero las ganas de leer, no.

Frantic St Anger dijo...

Yo aprendí a leer con cuatro años y, desde entonces, se ha convertido en uno de mis mayores "vicios".

Aún recuerdo los tirones de brazo que me daba mi madre cuando me paraba a leer cualquier cartel o a recoger cualquier papel del suelo.

Incluso, hace poco, una de mis jefas (la única con la que me une una cierta amistad) me dió cuatro voces cuando se dio cuenta que mientras me hablaba estaba leyendo de soslayo en los papeles que tenía encima de su mesa, pero me acabó pidiendo disculpas. Y es que no lo puedo evitar. Yo soy una mujer que siempre lleva un libro encima, tengo que averiguar que pone en el cartel que está al otro lado del pasillo y si no tengo nada para leer, necesito urgentemente un papel y un lápiz para poder escribir algo que pueda leer después.

Y sí, yo también he hecho muchas y muy buenas amistades gracias a los libros.

Respeto a toda persona que no piense como yo pero cuando veo a esas personas que, ante una fila muy larga y sin nada mejor que hacer, se ponen a despotricar y a hacer nervios, no puedo evitar pensar en lo mucho que se pierden.

Por cierto, deseo que todas tus gestiones lleguen a buen término. Te lo mereces.

Rukaegos dijo...

Jajaja, Toni. Es que leo por los ojos y aprovecho para un segundo volumen con el sistema de la ósmosis axilar :P

Alfonso, ufff, no sé si daré el paso al e-book y zarandajas similares algún día, salvo que me obliguen dejando de publicar libros con forma de libro: me encanta acariciar el papel, doblar las esquinas, hacer garabatos, usar la contraportada de cuaderno de notas ... Los necesito tal y como son, a pesar de lo que ocupan y del polvo que acumulan :)

Frantic: parece que va todo bien. Lo mismo en mi próxima visita a Zaragoza voy acompañado ;) Y sí, lo de leer acaba teniendo algo de compulsión, dichosa compulsión. Yo he llegado a definirme como Librópata. Y creo que es bastante certero el palabro.

Hay otro más bonito en castellano, por cierto, con voz derivada del catalán: Letraherido, que viene de Lletraferit. Qué palabra más bonita.

Saluducos a los tres.

Anónimo dijo...

Es curioso, porque en Madrid, mi impresión es la opuesta: todo el mundo tiene un libro entre manos (o música en los oídos) cuando va de aquí para allá. Como bien dice Olivier, quizás en Cantabria hay menos ocasión de viaje largo frecuente, y cuando la hay simplemente a uno ya no se le ocurre meterse el libro en el bolso como si de las llaves de casa se tratara, como ya estamos habituados a hacer los que, como poco, debemos coger el metro varias veces al día.
Sin embargo, trabajando de bibliotecaria en algún que otro pueblo de Cantabria, me ha llegado a sorprender, ya no la cantidad de gente para quien la biblioteca es un espacio de visita prácticamente diaria, sino más bien el tipo de usuario más habitual que solían ser amas de casa de las de libro (nunca mejor dicho). Bueno, un prejuicio menos.
Yo, desde niña me he visto afectada por una tremenda enfermedad llamada "Curiosidad General" y creo que mi bibliofilia es la consecuencia de mis intentos por satisfacerla, y te puedo asegurar que en internet he encontrado un aliado impagable.
Un saludo,
Diana (lectora reciente-y-ya-habitual de tu espacio, aunque poco participativa hasta ahora)

Frantic St Anger dijo...

A mí me parece más correcto bibliópata, pero en fin, yo soy de ciencias.

Y si vienes acompañado a Zaragoza habrá que celebrarlo por todo lo alto. Hasta soy capaz de dejar el vegetarianismo pero sólo por ese día.

Un besazo a los dos.

Rukaegos dijo...

Hola Diana: Un placer que te hayas visibilizado y un honor que seas habitual del blog. Muchas gracias.

Pues sí, parece que en Santander los trayectos no son tan largos y además son en autobús y eso seguramente influya en la falta de libros en los transportes públicos. Aunque me ha sorprendido siempre no verlos en las paradas y sobre todo no verlos en los trenes de cercanías. Todo se andará.

Con los pueblos, tienes toda la razón sobre la voracidad lectora de tantas mujeres del medio rural. No están dispuestas a dejar que se les escapen más oportunidades y se entregan a la vida con una alegría contagiosa. Margarita decía el otro viernes, tras salir de un ballet (Margarita es una de las mujeres que participan en mis grupos de lectura en Villanueva de la Peña), "Si es que vivir es esto y no trabajar como burras que es lo único que habíamos hecho hasta ahora". Olé por ella.

Internet ... ya sé que es maravilloso y yo también lo utilizo mucho pero ... sigo necesitando las páginas en la mano :)

Un saludo y siempre que quieras este será tu espacio también :)

Rukaegos dijo...

Tomo nota, Frantic, tomo nota. Pero estaré tan contento que no me importará otra sesión vegetariana: recuerda que me porté bastante bien para ser básicamente carnívoro jajaja :)

Miss Underground dijo...

Tienes razón en la curiosidad que despiertan tus compañeros de paseo, yo misma me he visto apostando sobre el número máximo que puedes llevar.

Te propongo algo

Deja de leer por un momento este comentario.

Pon tus manos a la altura de tus ojos.

Míralas fíjamente....

¿Ves alguna extraña diferencia?

Si la respuesta es NO la lectura no te ha hecho daño.

Pero obviando preguntas estúpidas como cuál es el libro más gordo que has paseadoleído o por qué llevas más de uno tengo algunas más absurdas:

¿Te ponen red carpet en Estvdio cuando te ven aparecer?

¿Es cierto que algunas librerías te pagan para que pasees libros que no consiguen vender?

Se rumorea que estás intentando que GlendaMª aprenda a leer ¿que hay de cierto en ello?

¿Qué sería de los foros internáuticos si no te pusieran a caldo?

¿Cuándo te van a llamar del programa Página2?

¿Dónde coño metes todos los libros que lees?

¿Prestas los libros o no eres tan ingenuo?

Bueno tengo más pero ya te las dosificaré...

¿Por cierto has leído La casa de papel? ¿Qué te pareció?

;-)

Puñeteramente tuya

Rukaegos dijo...

Jajajajajajaja, querida MissUn, siempre al quite. Voy a pasear unos cuántos libros (sólo misión de transporte, nada grave) y le respondo a cuantas preguntas quiera. Siempre a sus pies.

Rukaegos dijo...

Comienzo por el final, jaja, no he leído La Casa de Papel, así que no tengo opinión, pero tomo nota.

Decían que hay dos tipos de imbéciles en el mundo, los que prestan libros y los que los devuelven. O lo que es lo mismo, presto libros. Lo que no quiere decir que me guste hacerlo, porque es como si me arrancaran un poquito de mí (depende del libro, claro). Ni que teniendo en cuenta algunas no-devoluciones, algunos libros estén fuera del catálogo de prestables ;)

Los libros van amontonándose torre a torre por las habitaciones, esquinas y callejones de mi vida. Allí donde puedo ocupar una balda, la pobre acaba curvada.

No creo que me llamen nunca ;)

Pues los foros serían más educados, más honestos, más valientes y seguramente mucho menos divertidos.

Glenda lee a la perfección en seis o siete lenguas vivas y tres muertas. O qué te pensabas :P

Compro los libros en la sastrería de Camps. Saca tus propias conclusiones.

Espero que ni se les ocurra. Las alfombras rojas no pegan con mi color de ojos.

Llevo más de uno, porque hasta en una parada de autobús reivindico mi derecho a elegir jajajaja y a dejarme llevar por el placer del momento. Normalmente uno de lectura densa, uno de lectura ligera y uno de poesía. Pero pueden ser más :P

Y para terminar esta respuesta inversa a todas sus curiosidades, la carga más complicada fue cuando a pocas páginas de terminar el primer volumen de Verdes Valles, Colinas Rojas, de Ramiro Pinilla, decidí leopasear los dos primeros tomos para no cortar la sucesión de tiempos jajajajajaja

Dios, me estoy dando cuenta de que me estoy labrando toda una frikirreputación ... ayns

Anónimo dijo...

Ya sé que no tenemos 7 vidas como los gatos....y no será porque no nos hagan falta para saciar tanta curiosidad, tantas músicas por escuchar (y leer), tantos libros por leer. Bueno, al menos las Anas Kareninas, los poemas, las partituras, los ensayos, los libros de Ciencia, de Filosofía, de Arte, de.... ¡todo! nos dan una vida que vale por 7. Una "lacrima" por los que se lo pierden.... una "lacrima" un poco de cocodrilo, eso sí. :-)

Rukaegos dijo...

Yo creo que gracias a los libros tenemos en realidad 700 ó 7000 ó ... Y calla, que además del libro bajo el brazo con lo del mp3 y demás suelo llevar música, por lo que dices también de tantas músicas que nos quedan por escuchar. Y de eso tú sabes mucho jeje.

La lacrima, que sea furtiva :)

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