UN CERTAMEN QUE YA FORMA PARTE DE NOSOTROS
Fue en 1972 cuando nacio el concurso de piano que tras dos convocatorias nacionales, en 1974 se transformaría en el Concurso Internacional de Piano Paloma O'Shea (más adelante adoptaría el nombre de Concurso Internacional de Piano de Santander).
Resulta curioso, pero ese mismo año, 1974, fue el de inicio de mis estudios musicales. Había varias personas en mi familia aficionadas a la música, mi madre y Tía Chavita, sobre todo. Y yo me sumé pronto al grupo cuando, tras escuchar en Reinosa gracias a mi viejo Colegio Antares y a la Sección de Música de la Casa de Cultura de la capital campurriana un recital de flauta y piano al que siguieron otros hasta que acabé "exigiendo" en casa iniciar los estudios musicales.
La Tía Chavita se encargó desde ese momento de acompañarme a tantos conciertos de piano como poblaban los veranos santanderinos. Y ya desde 1976 fui asiduo del Concurso de Piano. De alguna manera fuimos creciendo juntos, y mi memoria conserva los viejos escenarios del Casino o los paraninfos de Las Llamas y de La Magdalena, ganadores como Ramzi Yasa o Huseyin Sermet, anécdotas como el pobre Andrei Diev, al que se le rompió el taburete en plena prueba final, o la tormenta inmisericorde que atronó sobre los toldos de la Plaza Porticada mientras, impotente, Yves Rault intentaba que se escuchara su delicado "Noches en los jardines de España".
En aquellos tiempos el concurso era casi como una merienda casera, un grupo de amigos encabezados por la enérgica iniciativa de Paloma O'Shea en el que muchas familias santanderinas ponían sus pianos particulares y su entusiasmo al servicio de los concursantes que acababan casi prohijados. Poco a poco fue el certamen creciendo y con el crecimiento llegaron la profesionalización (así lo rubrica la página oficial del concurso) y su pérdida de alma. Pero es cierto se ha venido convirtiendo en toda una máquina de precisión que nos ha traído a Santander como jurados a muchos de los grandes de la historia del piano, que ha aplicado técnicas de mecenazgo modernas y anglosajonas, que ha sabido a pesar de todo conservar la implicación de las gentes de Santander en su desarrollo, que nos permitió y nos sigue permitiendo soñar un poco con los jóvenes concursantes al tiempo que con ellos profundizamos en el repertorio pianístico y descubrimos algunas páginas que se nos habían escapado.
En el debe, quizás una querencia excesiva por la escuela rusa que a veces ha hecho que se "escapen" sin premio algunos pianistas que acabarían realizando carreras interesantes (Barry Douglas o Laura Nikkola son dos buenos ejemplos). Y sobre todo que, más allá de esa prensa local que se mira excesivamente el ombligo y que a veces se empeña en convencernos de que sólo lo que aquí pasa es importante, todavía no hemos tenido a ese gran ganador que un concuros de esta entidad merece. Se ha dado impulso a las carreras musicales de muchos jóvenes ya, pero ese gran talento del piano, ese que en la mitología particular del concurso hubiera sido el pianista sudafricano Marc Raubenheimer (falleció en el accidente del avión Madrid-Santander de 1984), sigue sin desvelarse.
¿Estará entre los 20 soñadores que esperan alcanzar el Gran Premio de Santander en la edición de 2008? Ojalá. En realidad, son ya sólo 12 tras la primera criba. Continúan sonando Ravel, Albéniz, Schumann, Liszt y Ligety. Y seguimos muchos acudiendo a las diferentes pruebas para dejar que nuestros corazones, una vez más, suenen con ellos.
2 comentarios:
También yo recuerdo aquella noche de lluvia en la Porticada y un entusiasta pianista "atacando" a los elementos.
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