PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

Hace ya un par de semanas que la UNESCO otorgó la consideración de Patrimonio de la Humanidad a diecisiete cuevas cantábricas con pinturas rupestres del Paleolítico.

Situadas en Cantabria, Asturias y el País Vasco, se suman a la Cueva de Altamira en su reconocimiento y protección internacionales. Y creo que es justo reconocer que se ha tratado de un éxito en la gestión de la candidatura que implica y debe satisfacer a muchas administraciones. Los ayuntamientos en los que se sitúan las cavidades, las Comunidades Autónomas que han dedicado esfuerzo y algo tan difícil en los tiempos que corren como rigor científico y preocupación conservacionista y el Gobierno de España que a través de Cultura y de Asuntos Exteriores ha planteado una acción decidida en favor de nuestras maravillosas pinturas. Un Gobierno de España, por cierto, que ha sido bastante oscurecido en las declaraciones regionales para jugar así al apropiacionismo tan característico de las limitaciones morales localistas y que, por cierto, remite a una de las teorías interpretativas sobre la pintura paleolítica: pintamos para apropiarnos del espíritu de lo pintado.

En cualquier caso, no quería que el Santander posible permaneciera al margen de la fiesta. Por muchas razones. Entre ellas, que estoy enamorado del reno hembra de Las Monedas, porque viví el descubrimiento de La Garma leyendo El País en Venecia, porque las manos de El Castillo siguen planteándome interrogantes sobre la esencia de la creación y del alma, y para salir de Cantabria, porque me parecen maravillosos los osos de Ekain. Porque conocí a Javier Tusell personalmente, y sé cuánto le machacaron quienes hoy saltan de alegría porque Altamira se salvó cuando él cerró la cueva. Porque dos días antes, de nuevo deambulaba por El Castillo sorprendido, abrumado por el peso de esos 20000 años de arte en mis piedras cántabras. Porque los guías de las cuevas han trabajado y trabajan como si fueran las pinturas parte de su propia vida y se merecen que este honor sea también suyo. Porque amigos de la Universidad de Cantabria han sido responsables de magníficos estudios y la tarea de preservación de los santuarios.

Y todo eso, a pesar de que nuestro Presidente y su Consejero se empeñen en poner la nota de color (negro) cuando para celebrar que nuestro patrimonio es ya parte de la conciencia cultural de la humanidad deciden animar la noche con ¡un mariachi mejicano versionando "canciones" de Los Carabelas! Manda cojones.