No estaba en Madrid y no pude ser testigo presencial. Así que formo mi particular juicio, como casi siempre, desde mi propio universo mental y emocional más la información que me ha ido llegando tamizada desde diversas fuentes. Y con estos mimbres, no me cabe la menor duda de que el pasado miércoles fue sombrío.
Comparto una buena parte de las razones y valores que llevaron a la convocatoria de una manifestación crítica con la visita del papa a Madrid, por los fastos y despilfarros, pero no solo. Porque de la misma manera que la iglesia católica se considera autorizada por las razones que prefiera a cuestionar derechos, valores y gobiernos, también otras personas y otros grupos estamos legitimados para criticar el modelo social y personal que esa iglesia propone. En especial cuando ese modelo es agresivo, discriminador y excluyente para muchas personas. No comparto, sin embargo, la oportunidad de la protesta. Que me hubiera parecido impecable si se hubiera producido unos días antes de la llegada de los participantes en la Jornada Mundial de la Juventud (Católica) o con posterioridad a su marcha, pero que podía generar un exceso de tensión innecesaria. Aun así, creo que si hubiera estado en Madrid hubiera participado en la manifestación, porque también creo que deberíamos ser capaces de convivir y de defender cada uno nuestras posturas en el foro público, sin que eso tenga por qué molestar, ofender o provocar a nadie.
Entiendo, por lo que he ido leyendo y viendo, que como siempre la inmensa mayoría de manifestantes era pacífica, proponía lemas razonables, a veces lúdicos (que siempre tienen un plus de ingenio pero también de exceso). Pero también he visto algunas actitudes y lemas más mordaces e hirientes de lo prudente.
Por el otro lado, me parece claro que junto a jóvenes que podían estar en ese momento por casualidad (y por masividad) en los espacios previstos para el paso de la manifestación por el laicismo, había un grupo perfectamente orquestado y dirigido, que fue dirigiendo improperios a lo largo de la marcha, que intentaba bloquear su paso (y no sólo en el acceso a Sol), con cantos y directores de canto perfectamente estudiados y con símbolos que igualmente (como la bandera del pollo) eran por sí mismos un exceso de provocación.
Entre unos y otros, excesos a diestra y a siniestra, raro hubiera sido que la tensión no hubiera roto en algún momento. Raro también que quienes no estaban en ese ajo de la confrontación no tuvieran una experiencia negativa. Pero no me valen demasiado las equidistancias que también he visto (aunque sí las reflexiones críticas, porque no creo que se deba ocultar ninguno de los dos lados oscuros). Y eso porque la manifestación había cumplido los preceptos que la ley exige para el ejercicio de un derecho constitucional, mientras que enfrente había otros en parte organizados sin ese paraguas, y con una intencionalidad más que clara.
Me parece que el éxito de la convocatoria desbordó a los organizadores (muchos de ellos, organizaciones cristianas de base, algo que conviene que esté claro para que no se tengan que escuchar determinadas boberías) y que por esa falta de previsión, la organización pecó de insuficiente y torpe. Pero me parece sobre todo que hay unas fuerzas públicas y una autoridad que tendrían que haber garantizado el buen transcurso de la marcha desde su inicio hasta su final, que deberían haber acordonado los accesos a Sol y formar una línea clara de separación entre los excesivos de un ala y los de la otra. Y que deberían haber tomado en cuenta que tras la detención del que quería matar maricones en el nombre del señor, del apuñalamiento de un hombre en la zona dos días antes, de la temperatura abrasadora de las consignas en twitter y foros, las emociones y las sensibilidades estaban a flor de piel. Su pasividad primero, su torpeza en medio y su desordenada brutalidad como colofón, desde luego me hacen pensar que la delegada del gobierno en Madrid y el responsable de la actuación de la policía nacional deberían explicar, y mucho, lo ocurrido. Sin que se les olvide por cierto que en este mundo de redes y nuevas tecnologías, algunas de las actuaciones han quedado registradas y se han difundido, sin demasiado lugar para equívocos.
Estaría bien que dejáramos de jugar a las esquinitas y las placitas. Los espacios públicos no son de nadie, porque son de todos. Y también un evento católico (al margen de que pueda ser crítico con su organización y sus mensajes: es mi derecho) tiene su derecho a celebrarse en esos espacios. Pero a lo mejor no cuando el lugar ha sido reservado para una iniciativa concreta por otros ciudadanos.
Mal por quienes desde lo que tendría que haber sido una marcha lúdica, crítica y pacífica jugaron al exceso; mal por quienes esperaban para forzar la tensión y el conflicto; mal por los flecos de seguridad de la organización; mal por quienes animaron y jalearon a los jóvenes a encrespar más la situación. Y fatal por quienes tenían la responsabilidad y la obligación de evitar los incidentes y acabaron convirtiéndose en los protagonistas de las peores sombras de la noche.
Supongo que este país ha estado muchos años ya secuestrado por los profesionales de la manipulación y de la crispación. Felices sin duda porque hemos llegado al punto que querían. ¿Van a actuar ahora para serenar, para trabajar por la convivencia? Por lo que estoy viendo, tras las primeras mechas prefieren encender otras, porque hay quienes se regocijan en el barro y obtienen del mismo ganancias suculentas.
6 comentarios:
Creo el punto de vista desde el que hay que tratar este tema es que se estaba celebrando una manifestación perfectamente lícita, con todas las bendiciones del ordenamiento jurídico español.
Y el ordenamiento jurídico español tiene una cuantas disposiciones al respecto, que son de aplicación en este caso. La primera, el artículo 514.4 del Código Penal, que dice así:
“Los que impidieren el legítimo ejercicio de las libertades de reunión o manifestación, o perturbaren gravemente el desarrollo de una reunión o manifestación lícita serán castigados con la pena de prisión de dos a tres años si los hechos se realizaran con violencia, y con la pena de prisión de tres a seis meses o multa de seis a 12 meses si se cometieren mediante vías de hecho o cualquier otro procedimiento ilegítimo”.
El segundo precepto relevante es el artículo 3.2 de la Ley Orgánica 9/1983, de 15 de julio, reguladora del Derecho de Reunión, que dice así:
“La autoridad gubernativa protegerá las reuniones y manifestaciones frente a quienes trataren de impedir, perturbar o menoscabar el lícito ejercicio de este derecho”.
Y, de paso, el 408 del Código Penal, que reza (es un decir):
“La autoridad o funcionario que, faltando a la obligación de su cargo, dejare intencionadamente de promover la persecución de los delitos de que tenga noticia o de sus responsables, incurrirá en la pena de inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de seis meses a dos años”.
A la vista de todo esto:
Los individuos e individuas que cortaron la manifestación en la Puerta del Sol durante hora y media “perturbaron gravemente el desarrollo de una … manifestación lícita”, con lo que cometieron un delito (Art. 10 del Código Penal: “Son delitos o faltas las acciones y omisiones dolosas o imprudentes penadas por la Ley”).
(continua)
La policía faltó a su obligación de proteger “las … manifestaciones frente a quienes trataren de impedir, perturbar o menoscabar el lícito ejercicio de este derecho”. Y “faltando a la obligación de su cargo”, dejaron “intencionadamente de promover la persecución de los delitos de que tenga noticia o de sus responsables”. Con lo que los policías y los responsables del despliegue policial también cometieron un delito.
De manera que lo que tenemos aquí es, por una parte, un grupo de ciudadanos ejerciendo su derecho fundamental de manifestación recogido en el artículo 21.1 de la Constitución Española (“Se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas.”) de forma perfectamente lícita y legal. Y por otra parte dos grupos de delincuentes, los llamados peregrinos, que “perturbaron gravemente el desarrollo de una reunión o manifestación lícita”, y las fuerzas del orden—y aquí incluyo a los agentes presentes en aquel momento, y a toda su cadena de mando hasta la Delegación del Gobierno y el Ministerio del Interior—, que no sólo dejaron de “proteger las reuniones y manifestaciones frente a quienes trataren de impedir, perturbar o menoscabar el lícito ejercicio de este derecho”, sino que “faltando a la obligación de su cargo, dejaron intencionadamente de promover la persecución de los delitos de que tenga noticia o de sus responsables”.
A partir de este punto se puede matizar todo lo que se quiera. Es cierto que muchos de los delincuentes del primer grupo eran menores, lo que los saca del ámbito del Código Penal y los conduce al de la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores. Es cierto que no todos ellos delinquieron en el mismo grado, recurriendo algunos a la violencia y otros a las meras “vías de hecho”. Es posible que el el momento de cortarse la manifestación hubiera pocos agentes presentes y no estuvieran en condiciones de detener de forma inmediata a los delincuentes del primer grupo.
Pero persiste el hecho de que había presentes un grupo de ciudadanos ejerciendo legítimamente un derecho constitucional y dos grupos de delincuentes que lo impidieron.
Y, por cierto, ¿quién se llevó al final los palos? Naturalmente, el grupo de ciudadanos que ejercía legítimamente un derecho constitucional.
Gracias
(Tomado de un blog.Autor "Macavity")
Desde luego, Bruno, me parece que uno de los datos imprescindibles del análisis es precisamente que había un grupo de personas ejerciendo un derecho constitucional y haciéndolo conforme a la ley. Y a eso hay que añadir que una parte de los "peregrinos" estaban convocados con el ánimo expreso de oponerse a la marcha laica.
Eso no quita para que en la marcha laica hubiera algunos comportamientos no deseables, ni que entre los peregrinos hubiera el clásico que estaba en el momento menos adecuado en el lugar menos adecuado.
Saludos :)
Naturalmente, y como uno de los "organizadores" de la manifestación, te aseguro que se hace autocrítica por el escaso servicio de orden que ella tuvo; y que como todos los que alguna vez nos hemos manifestado sabemos es completamente imposible que TODOS los manifestantes se atengan a la consigna que los convoca.
No obstante la auténtica responsabilidad de lo ocurrido recae en quien/quienes ordenaron a la policía dejar paso franco a grupos organizados (es decir,tutorados)de papistas MIENTRAS la manifestación laica atravesaba Sol.
Por motivos "de seguridad" mucho menores se ha cerrado todo el centro de Madrid por una semana.
Perdón. Releyendo mi escrito veo que he escrito en el penúltimo párrafo "TUTORADOS" en lugar de "TUTELADOS". Disculpadme ésto y alguna más que haya podido colarse, aún estoy "caliente" por lo visto y por las informaciones que me llegan y escribo demasiado visceralmente y demasiado deprisa.
Gracias.
Me consta que existe esa autocrítica, Bruno, tanto como me consta la manipulación salvaje que están realizando los medios a pesar de tantas evidencias. Al final, los Grupos Tutelados a los que te refieren consiguieron su objetivo: dar la imagen de que los intolerantes son los otros, y de que como dicen las Monses en España se persigue a los católicos. Tócate los pies.
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