El 23 de agosto de 1961 fallecía en el pueblo de Polanco el poeta cántabro Jesús Cancio. Uno de esos personajes perseguidos con saña por la vida que perdió tempranamente a la que fuera el gran amor de su vida, vio como una enfermedad degenerativa iba dejándole sin vista, le incluyó entre los perdedores de la Guerra Civil, lo que significó cárcel y durísimas pruebas primero para decretar después la prohibición absoluta de volver a residir en su hogar habitual. Lo que en la práctica significaba robarle sus otros amores: el Mar, Comillas, las gentes sencillas del mar a las que entregó tantos versos. Tan grandes fueron las mentiras, tan grande la saña contra este hombre esencialmente humilde, desdichado y bueno, que hasta después de muerto se le quiso arrebatar la paz de dormir en "su" cementerio, al lado de su amada y de su madre, bajo la custodia del hermosísimo ángel de Llimona, escuchando hasta la eternidad los rumores añorados del Cantábrico. No se permitió a los comillanos rendir homenaje al que había sido señalado como Hijo Predilecto de la villa, en un día de morrina gris y persistente, y hasta el cura párroco hubo de exclamar indignado "¿No vamos a tener siquiera seis marineros para que lleven el féretro?" ante las maniobras del régimen para que se produjera una ceremonia casi clandestina.
No pudo ser hasta la muerte del dictador y la recuperación de la democracia que las palabras de Cancio regresaran hasta nosotros. Grande el trabajo y el compromiso de su primo Luis Corona, que acogió a Cancio en su destierro final en Polanco, también el de los entonces jovencísimos y curiosos poetas Isaac Cuende y Rafael Gutiérrez Colomer. Importante la decisión de asociaciones y de todo el pueblo de Comillas en reivindicar su legado y editar algunas primeras antologías. Y fue por esa época cuando por vez primera me tropecé con sus poemas, ya que a mis catorce añitos me había responsabilizado de una sección dedicada a los escritores de Cantabria en una revista escolar que trataba de rendir homenaje a una de las características más incuestionables y señeras del Instituto de Bachillerato de Reinosa, "La Gotera". Manejé una antología de Corona y las "principes" de los libros de Cancio que guardaba y guarda la Biblioteca Ramón Sánchez Díaz de Reinosa, entre los anaqueles de la colección privada del erudito campurriano, amigo de Cancio.
En estos cincuenta años desde la muerte del poeta han pasado muchas cosas. Una de ellas la imposiblidad práctica de acceder a las obras de Cancio. Y el inicio de un ambicioso proyecto que está reeditando los libros poco a poco (hoy se presentaba la tercera entrega en Comillas) bajo la dirección de José Ramón Saiz Viadero. Otra, la de una necesaria revisión de la obra de Cancio. La actualización de los criterios con los que se ha venido valorando su poesía y que han señalado con acierto, pero de forma limitada, su carácter de poeta popular, su habilidad para recoger las hablas marineras en sus poemas costumbristas, el particular lenguaje del puerto comillano. Para adentrarnos en el universo de un poeta que sí, en efecto, es un poeta del mar, un poeta de rasgos abiertos y populares, pero mucho más que eso un poeta hondo, sencillo, universal y culto.
He recuperado a Cancio estos meses atrás, gracias al encargo que me hizo la Biblioteca de Comillas para desarrollar un taller de poesía que tendría como eje al poeta recordado. Un segundo encuentro con un poeta que me ha sorprendido por los rasgos cultos de su verso, su exquisito control de los metros, avivando algunos tan excéntricos como esos decasílabos que me parece intentaban reproducir en palabra el ritmo marino de la habanera, un poeta de raíces modernistas que continúa desde una cierta modestia por la senda de la claridad señalada por Antonio Machado, un cantor de honda sensibilidad en su encuentro con el mar, de furia en los poemas de guerra y de estupor y miseria en los poemas de cárcel. Un poeta de palabra herida en el terrible extrañamiento que le hace ahogarse de polvo en Castilla y añorar tanto sus cantiles y el olor del salitre y de la brea.
Esta mañana rindieron las buenas gentes de Comillas y de Polanco el tributo que no pudo ser hace cincuenta años, en una mañana también gris y de morrina intensa, en ese cementerio mágico a la orilla del mar que cada noche canta para arrullar el sueño eterno de su mejor poeta.
1 comentario:
Me emociono al leer las palabras que dedicas al poeta...
"Mis versos son trovadores
de las serenas orillas,
de aquel mar de mis amores
de aquel mar de mi Comillas,
del solar de mis mayores."
Jesús Cancio.
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