Las normas de educación, que uno siente por desgracia tan pasadas de moda, tienen como misión principal la ordenación de la convivencia, marcando pautas que permiten eliminar conflictos o tensiones, definir prioridades, impedir exclusiones y ofensas. Suele resultar problemático el encuentro entre quien respeta las normas de cortesía o buena educación y de quien por ignorancia o por egoísmo las pasa por alto, por la misma razón por la que resulta complicado dialogar con un muro o con una persona que desconoce tu idioma. Pero en una sociedad donde el individualismo más atroz y el egoísmo que genera han ido imponiendo sus leyes, la mala educación es el pan de cada día.
Las normas de educación trasladadas al ámbito institucional se convierten en normas de protocolo. Con la misma finalidad de establecer la correcta convivencia entre atribuciones, cargos, instituciones y público en general, de tal manera que existe un protocolo general que se refiere a las administraciones generales que en un determinado ámbito representan al estado, y un protocolo especial que busca la aplicación de la cortesía y el sentido común a los actos celebrados por administraciones que no gozan de esa representación, y que se circunscriben a un ámbito religioso, académico, asociativo, etc. Pero aunque en estos casos los protocolos suelen contar con normas perfectamente delimitadas, resulta complicado contar entre los invitados a quien las desconoce por ignorancia o por soberbia y afán de protagonismo.
La pataleta de Miguel Ángel Revilla frente a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, por no haber sido llamado a presidir la investidura como doctora honoris causa de Michelle Bachelet se puede encuadrar sin demasiadas dudas en este último caso.
Tengo para mí que la UIMP es impecable (como suelen serlo todas las administraciones) y extremadamente cuidadosa en sus usos protocolarios. Y que puede que haya cometido alguna vez algún error más por exceso de cortesía (llamar a la mesa presidencial a quien de ninguna manera debería haber estado allí) que por defecto. En este sentido, un doctorado honoris causa es un acto netamente académico, bien diferente de una presentación, una inauguración oficial u otro tipo de festejo institucional, y precisamente por esas características, la presidencia corresponde a la propia Universidad, acompañada de su gobierno y sus doctores, además, claro, de la persona agasajada con la distinción y de quien haya recibido el encargo de la laudatio, de la presentación de los méritos de la candidata o del candidato, persona que se conoce como padrino o madrina.
Los invitados se sientan frente a la mesa y al atril desde el que hablarán padrinos y apadrinados, y ahí entre el público, sí, se imponen las precedencias protocolarias normales. Lo que significa que a Miguel Ángel Revilla le correspondía exactamente la silla que se le había reservado, en la primera fila, en el centro, en el lugar de mayor relevancia de entre el público.
Pero parece que esa precedencia absoluta no resulta suficiente para nuestro Presidente autonómico, ni para su coro de palmeros que de foro en foro han ido demostrando su ignorancia al quejarse de que estuviera en la mesa María Teresa Fernández de la Vega, que actuaba no como representante del Gobierno de España sino como madrina de Michelle Bachelet, o proponían que hubiera sido más inteligente nombrar padrino y madrina como si en lugar de un honoris causa se hubiese tratado de un bautizo. O argumentaban (ejem) sobre todo a partir de esa concepción irracionalista tan propia de las mentalidades identitarias con la confusión entre Cantabria y Revilla, tratando de vender como ofensa a Cantabria lo que no ha sido más que la aplicación de las reglas establecidas (esas que Revilla debería conocer y defender) en una institución que goza de autonomía, de régimen especial, de respetabilidad y desde luego de criterio.
Tal vez llevara pocas fotos o pocos titulares esta semana nuestro mediático Presidente. O tal vez (ya habían apuntado por ahí los chicos de ADIC o determinados e interesados medios) se trate de cuestionar a una institución que deja cada verano momentos inolvidables para la cultura, encuentros fundamentales para la ciencia y el pensamiento, encuentros imprescindibles entre culturas y lenguas para nuestro propio crecimiento intelectual y humano, y que por tener miras abiertas no parece fácil de controlar por el cerrado ojo terruñero, o de manipular para los intereses de tirios o de troyanos.
Pero el caso es que en efecto, una grave falta de educación y de cortesía rompió un armónico verano en la UIMP. No una falta cometida por el equipo de gobierno o por sus responsables de protocolo, sino una absurda e infantil rabieta de un Presidente que de paso en lugar de ofrecer una imagen noble y abierta de Cantabria ante una mujer de relevancia internacional como es la ex Presidenta de Chile, Bachelet, le enseñó la más asilvestrada y tosca de las caras posibles. Una imagen lamentable que sin duda nos ha ensuciado un poquito a todos.
Pero es que la obsesión por ser novia en la boda, niño en el bautizo y muerto en el entierro tiene estas servidumbres. Qué pena.
2 comentarios:
La ignorancia es la madre del atrevimiento. Poco más se puede decir.
No rompe un armónico verano quien quiere, lo hace quien puede. Y esta persona en cuestión no puede. Así que....... la UIMP desde mi punto de vista, mantiene intacto su prestigio.
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