viernes, septiembre 03, 2010

EL ETERNO IRRESPONSABLE O "SÍNDROME DE STEVE URKEL"


¿Recuerdan al adolescente afroamericano que provocaba la risa constante de los telespectadores con su extraña habilidad para romper algo cada vez que se movía, para provocar pequeñas grandes catástrofes caseras? Incapaz de entender el principio de causalidad más elemental, a cada estruendo se daba la vuelta y con el rostro atónico preguntaba "Vaya, ¿hice yo eso?".

Entre los mandatarios políticos de acá y de acullá abundan los que padecen el que bauticé hace un par de días en una página que sigo cada día, DosManzanas.com, como Síndrome de Steve Urkel. No sé todavía si tiene que ver con un infantilismo proyectado hacia la edad adulta, si más bien guarda relación con la vocación de salvapatrias, salvamundos o salvaalmas que suelen concretarse en sistemas totalitarios. Pero tengo claro que tiene que ver con la irresponsabilidad, con la consciencia de que sus errores o sus desafueros nunca van a verse sometidos a control, crítica o responsabilidades más graves.

Resulta muy fácil que un papa (el actor de teatro, en este caso) organice un auto sacramental de original puesta en escena para pedir perdón por los errores de la Iglesia durante sus 2000 años de historia, o para levantar las censuras a Galileo ... 400 años después. No hay responsabilidad, así que resulta fácil proclamar báculo en mano "Donde dije digo digo Diego". Y lavada la conciencia colectiva e institucional, proceder a excomulgar y juzgar a diestra y siniestra para que dentro de un par de cientos de años otro papa tenga la posibilidad de organizar un nuevo sarao en el que pedir disculpas a gays y lesbianas por ejemplo por miles de años de exclusión y humillación.

Más difícil resulta, supongo, ser capaz de romper con la homofobia interiorizada, con el odio a uno mismo (o la desfachatez absoluta, que también puede ser) de quienes han trabajado con los políticos más conservadores y los sectores más integristas contra la igualdad de las personas lgtb, para levantarse un día y decidir "no puedo continuar mintiéndome". Y encontrarnos así (varios casos en los últimos meses, aunque ninguno en España ... todavía) con un paladín de la homofobia que anuncia públicamente su homosexualidad y promete trabajar en adelante con el Concilio Blanco, en pro de la igualdad.

Fácil otra vez, también chocante, la salida pública de Fidel Castro en la que a estas alturas de la película se muestra compungido por las vejaciones y torturas recibidas por los homosexuales en la Cuba revolucionaria. Supongo que habrá que reconocerle algún valor a su "si alguien fue responsable fui yo", aunque lo pronuncie en la entrevista después de haber echado la culpa a los revolucionarios, a las tradiciones, al aislamiento, al machismo de la isla, al sursumcorda. Al fin y al cabo, era un asunto menor y el omnipresente Castro no tenía tiempo para cuestiones insignificantes como la marginación, el dolor y las represalias contra los homosexuales.

Sí, es cierto que en los últimos años la situación ha cambiado en Cuba. Que la película Fresa y Chocolate abrió un gran debate social que modificó la percepción de muchas personas sobre los homosexuales. Que la propia sobrina de Castro ha desarrollado un intenso trabajo en La Habana y que por tercer año se ha actuado públicamente en el Día Internacional de Lucha Contra la Homofobia.

Pero las palabras de Fidel Castro llegan tarde, demasiado tarde. Y llegan como suele ocurrir en estos casos sin asunción de responsabilidad ni riesgo alguno. En la forma de una melancólica mirada hacia el pasado en la que al contemplar el estropicio el comandante exclama "Vaya, vaya. ¿Hice yo eso?".

Lágrimas de cocodrilo, las hubiera llamado mi abuela.

Aunque hasta las lágrimas de cocodrilo pueden tener cierto mérito. Porque muchos otros, piensen ustedes en la actitud de la Iglesia Católica y otras confesiones ante gays y lesbianas, piensen en tantos dirigentes del PP español comandados por el Diplodocus Fraguensis que tiene ya atrofiada la capacidad para mostrar arrepentimiento o comprensión, muchos otros digo ni siquiera son capaces de pronunciar disculpas baratas como las de Fidel Castro.


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