Entre los pilares esenciales de la actividad bancaria, entre los que dan sentido a su nacimiento profesional y configuran uno de los ejes básicos de su propia razón de ser está la actividad crediticia, en sus múltiples facetas, que abarca desde los descubiertos ocasionales y cargos a cuenta a las diversas modalidades de préstamo, pasando por las tarjetas de crédito y todo un paquete de servicios que significan el movimiento de capital a cambio de un precio por su uso.
Entre los pilares esenciales de la actual crisis, entre los que dan sentido a su nacimiento y configuran uno de los ejes básicos de sus lamentables consecuencias, está una actividad financiera opaca, descontrolada, enloquecida, especuladora e insolidaria que fue inflando burbujas, modificando patrones y empujando a los gobiernos neocons primero y ex-socialdemócratas más tarde a seguir sus indicadores, so pena de ser juzgado por los amigotes de las agencias de calificación de deuda (herederos actuales de los viejos corsarios).
Roto el juguete, saturados los límites, bancas y finacieras pidieron árnica a las instituciones internacionales y a los gobiernos nacionales para sanear sus maltrechos resultados y compensar por su ineficacia y su terrorismo económico a los grandes ejecutivos que capitanearon el desastre y ahora se encontraban en una particular cola del paro. Eso sí, una vez recibido el dinero, los bancos decidieron abdicar de sus obligaciones profesionales y convertirse en testigos mudos de la caída del tráfico comercial, en parte por el trágico incremento del paro, en parte por el pánico que indujo a un ahorro preventivo, en parte por las medidas de recortes salariales y subidas fiscales. Pero sobre todo por la desaparición de activos, causada por una banca que de exageradamente alegre ha pasado a convertirse en una vieja tacaña que ha renunciado a su propia esencia y de la que es casi imposible hoy obtener un mínimo adelanto crediticio. Poco importa que seas cliente de los de toda la vida ("es que son los ordenadores los que bloquean el préstamo"), poco que estés al pago de cuentas ("es que son los ordenadores los que bloquean el préstamo") o que tu salario sea sólido, estable y con remarcable antigüedad ("es que son los ordenadores bla bla bla"), poco que el propio banco te llamara hace unos meses para ofertas financieras o te animara a endeudarte hasta límites poco razonables que hicieron que hace cuatro años tu situación fuera infinitamente peor a la actual, a pesar de lo cual no había problema en ampliar préstamos ("es que bla bla bla").
Simplemente, los bancos han decidido dejar de serlo para limitarse a cobrar comisiones y descuentos de tarjetas y recibos, obligando a las domiciliaciones, recortando atenciones personales y forzándonos a quedar esclavos de sus tejemanejes informáticos y a guardar los dineros que, de todas maneras, necesitamos obligatoriamente tramitar vía bancaria. Meros depositarios que en general nos suponen más gastos injustificados que otra cosa. Y eso por una evolución de la institución financiera por excelencia que ha pasado de hacer fresh banking, como rezaba la publicidad de cierto banco hace unos años, a hacer flex banking. O lo que es lo mismo, a funcionar de la misma manera que pudieran hacerlo vigas o colchones. Eso sí, en el colchón de casa y custodiado por el tamaño de los dientes de Glenda, el escaso peculio estaría mucho mejor protegido.
Tal vez habría que empezar a recordar a los bancos cuáles son sus obligaciones sociales y sus obligaciones profesionales. Incluso con señales de aviso, porque ... ¿no sería posible igual que se realiza un apagón eléctrico en determinadas fechas para ayudar y concienciar a la regeneración medioambiental del planeta, convocar un "Día sin tarjetas" en el que nos negáramos a utilizar cualquier herramienta inventada por los bancos para sacarnos los cuartos?¿Alguien sería capaz de calcular lo que les costaría ese tirón de orejas a nuestros colchones y sus ordenadores?
Ellos nos llevaron a la crisis. Que empiecen a arrimar el hombro para superarla.
4 comentarios:
Después de veintiseis años, seis meses y un día de trabajos forzados dentro de un banco, no puedo estár más de acuerdo con tu reflexión.
Antes los comerciantes les reprochaban a los bancos sus políticas comerciales con un cartel en sus escaparates que decía: "yo no prestaré dinero, mientras los bancos no vendan relojes, o cuberterías, o mantas, o toallas y sombrillas" (porque no nos engañemos, núnca han regalado nada).
¿pero qué letrero van a colgar ahora los corruptos, los vendidos, los timadores, los especuladores o los usureros, para evitar que los bancos invadan su negocio?
Y lo mejor es que la culpa de todo esto la tienen los sindicalistas.
cuanto tiepo llevas con este blog? hay que decir que eres constante y claro en tu línea de opinion. deberia aprender...
Me parece una excelente iniciativa la del "día sin bancos",(¿por qué no la "semana"?...).
Ahora que todos los partidos políticos con posibilidad de poder(2)se han rendido por fuerza o de grado a los famosos"mercados",las iniciativas tienen que ser necesariamente ciudadanas.
Sólo tengo que añadir que como informático en uno de esos bancos... a mi que me registren que los ordenadores hacen lo que les mandamos hacer y los informáticos lo que nos llega desde arriba. Pero vamos ¿qué mejor disculpa que echarle la culpa a la cosa esa de los ordenadores? pero si hasta yo lo hago a veces ;-)
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