miércoles, septiembre 08, 2010

MOMENTOS ESTELARES: RUKAEGOS FOR RENT


Hubo un tiempo en el que el malvado Rukaegos era un inocente de tomo y lomo, más o menos un 7'6 de ñoñería virginal en la Escala de Santa María Goretti.

Y mira que el chaval estaba bastante buenorro, con aquellos ojitos verdes como el trigo verde, la cara de niñojesús (según definición de una amiga cordobesa con cuatro apellidos triples y mucho ringorrango) y aquel punto pijoatrevido tan ochentero en la ropa que le convirtió en uno de los chicos más codiciados de su comunidad de vecinos y el bareto de la esquina. Y es que según confesión de una fan obsesiva (ya le caerá un momento estelar un día de estos), tenía ese punto de fragilidad que despertaba los más bajos instintos maternales de las compañeras de clase en un "oh, qué mono, oh, qué tierno" que el pre-malvado utilizó siempre para salir con ventaja en las quinielas electorales a delegado.

A él en realidad le gustaban los canallas malevos con los que alguna vez esas mismas compañeras se dejaban ver por antros y discoteques, con aquellos tejanos pitillo tan ajustaditos por donde hay que ajustar, y aquellas camisas de geyperman pecholobo que quitaban el hipo pero ... demasiado tímido todavía como para poner en la bandeja y a su debido tiempo el estupendo rosbif que Dior le había dado.

Eso no quita para que algún pinito erótico-culpable alguna vez, erótico-festivo alguna otra, se marcara. Pero nada de importancia para lo que el jovenzuelo podría haberse merendado con aquellas carnes prietas de alhelí alelao.

Le costó a Rukaegos darse cuenta de que esa peste a hormonas ambulantes y postadolescénticas tenía efectividad también para el sexo masculino. Tanto, que hasta le costó entender por qué aquella Nochevieja tres coches pararon a su paso y al de sus amigos con ventanillas bajas e interrogantes.

Un amigo había aprovechado que su padre trabajaba en la Autoridad Portuaria de Santander y que el Puerto todavía no estaba cerrado a canto y cal para organizar un guateque pijoideo en uno de los tinglados que había quedado libre de cargas durante las fiestas. Y allá que se dirigieron Rukita y un par de amigos tras cumplir la añeja tradición de uvas atragantadas, cava subidillo, atracón de jabugo y un par de manos a la brisca con la abuela. Tocaba salir de fiesta, y eso in illo tempore significaba eso, fiesta. Para recibir un nuevo años que con aquellos 18 años se presentaba brillante y lleno de derechos romanos y derechos naturales. Fascinante, oh, yeah.

En la moda del momento se llevaban los pantalones más bien marcados, resaltando los estupendos culetes que las cuestas santanderinas siempre perfilan. Y si al pantalón se le superpone un jersey ajustadito y bien colocadito de color lima ácida (joer, que ya he dicho que eran los ochenta) de riguroso estreno y una larga y seductora peste a Drakkar Noir (siempre me he preguntado cómo pude mantenerme fiel durante toda la carrera a semejante mejunje), pues que vamos, las aceras triscaban al paso de Rukaegos.

Claro que para llegar al tinglado de la fiesta era preciso atravesar la fachada marítima de Antonio López, más o menos por la zona que hoy ocupan las prostitutas del extremo oeste, y que entonces ocupaban camiones y camiones entre los cuales de vez en cuando aparecían mozalbetes que deberían estar (eso pensaba el cándido Rukaegos) buscando algún tinglado o bajo con fiestas, o eliminando restos de cava. Y de hecho, fue delante de un clásico tráiler CEPELLUDO donde Ruakegos y sus dos acompañantes se detuvieron a esperar a un cuarto en discordia.

Para un coche, baja la ventanilla, mira y espera. Se va. Para un coche (2), baja la ventanilla, mira y espera. Se va. Para un coche (3), baja la ventanilla, mira, saca la cabeza por la ventanilla, mira más, chista y espera. Se va. Para un coche (4), baja la ventanilla, mira, saca la cabeza por la ventanilla, hace gesto con el dedo de ven y ven y ven y ven chiquillo conmigo acompañado de un oye chaval. Rukaegos se acerca y una voz ansiosa pregunta "¿Cuánto por los tres?". Rukaegos pone cara de "¿Loqué?" y dice "¿Mande?", a lo que la voz ansiosa responde, "Joder, que cuánto cobráis por un polvo con los tres, que es Nochevieja, coño". A Rukaegos no se le quita la cara de Loqué? y el del coche arranca entonando un sonoro "Estos son gilipollas".

La conversación siguió, claro, con un "¿Y qué quería ese?" "Yo qué sé, que cuánto cobrábamos" "¿Cobrar? ¿Se pensaría que pasábamos droga?" "Yo qué sé, ya esta aquí este". Y un fin de fiesta fascinante con música de Mecano, coca cola para todos y algo de comer. Todo un planazo adulto, vamos.

Pero mira que a mí no se me acaba de quitar de la cabeza a cuánto podría haberse cotizado aquella noche el cuarto y mitad de solomillo de jato.

Qué cosas.

1 comentario:

Blenda dijo...

¡¡¡¡¡RUKAEGOS FOREVER!. ¡¡¡¡Si es que...... el que vale, vale en cualquiera de sus versiones!

Licencia de Creative Commons
Un Santander Posilbe by Regino Mateo is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
Based on a work at unsantanderposible.blogspot.com.