jueves, octubre 16, 2008

MOMENTOS ESTELARES-2: LA EJEMPLAR Y NUNCA CONTADA HISTORIA DE LA POBRE ROBERTA Y EL PERVERSO RIPLEY

Después de unos días de escritura intensa y hasta melodramática, trataré de recuperar alguna pequeña sonrisa cómplice y lectora retomando la serie de capítulos en los que la estupidez vital del Malvado Rukaegos se pone más de manifiesto, si cabe.
Decía mi abuela que a los hombres se les gana por el estómago. Y aunque yo era pezqueñín por aquel entonces y andaba escondiéndome por los altillos de los armarios me quedé con la copla.
Desde entonces no ha habido chulazo en proyecto que no haya conocido algún sofisticado y casi siempre impactante menú destinado a conquistar tanto su paladar como su corazón y sus más bajos y pasionales instintos. Con este romántico objetivo, pavas, capones, piernas de cabrito, lomos de corzo y hasta lenguados han sido rellenados con sutiles farsas, alguna que otra pularda se ha visto estofada en tres salsas, diferentes mariscos han visto acabar sus días entre sopas, arroces, fideuás y lechugas, tejas de avellana, bizcochos de limón y cremas de tiramisú han ocupado su dulce lugar en la mesa. Y aunque la parte romántico pasional no siempre (casi nunca) funcionó -será que los hombres de ahora no son como los de antes,con tanta coca cola light- hay que reconocer que chulazo aparte, el resto de los comensales continúa recordando tan sabrosas viandas (Miss Underground podría dar fe de unos Mejillones a la Gueuze, un capón relleno de foie y un tiramisú excelentes, si pasa por aquí en estos días).
Mis amigos le llamaron pronto Ripley, sí, por Tom Ripley, como el personaje de la Highsmith lleno de encanto e impostura. Siempre le vieron algo turbio, aunque yo me quedé con su lado dulce, su mirada de corderuco degollado, su permanente aparente inseguridad. Pero en realidad cumplía el principio matemático de una de mis ochocientas veintisiete mejores mariamigas, la Foxie, y que se enuncia como sigue: "El primero siempre se llama Juan".
El menú elegido para epater les bourgois se componía de Ensalada de Crustáceos con Salsa de Naranja, Pularda estofada a las tres salsas y Crema de tiramisú con salsa de fresones. Y para el primer plato nos pasamos por el carreflús para adquirir la estupenda y necesaria langosta. La amable pescatera nos explicó que nos la podía servir cocida o viva, pero que viva quedaría mucho más jugosa la preparáramos como la preparáramos, vamos, que ni discusión. Y viva la pesó y empaquetó. Y viva viajó hasta la interior y poco marinera Corvera de Toranzo.
Pusimos a Nancy Culturas a batir crema de tiramisú, a Pelayín a trocear fresones, a Lanza-de-Fuego a poner la mesa y a Ripley a mirar las musarañas y hacerse el loco ante cualquier propuesta de trabajo pinchesco, embebido en sus cavilaciones ante el discreto fuego del hogar. Mientras yo dirigía el cotarro en plan alto chef, llegó el momento ante la hirviente agua de introducir al bicho que tenía que aportar el concepto "crustáceo" a la ensalada. Nancy miró hacia otro lado horrizada, Pelayín se mareó y salio a corretear con los perros y recolectar avellanas, Lanzadefuego dijo que se movía mucho el bicho y que las antenas parecían peligrosas, el chef Rukaegos dijo que no tocaba semejante monstruito y que eso era cosa de subalternos. Y entre risas nerviosas, empezó a tomar cuerpo la idea de que la cena se quedaba sin crustáceo, que era mejor adoptarla temporalmente como mascota y al fin de la noche devolverla a su dulce mar a la altura de Suances. La bautizamos oficialmente como Roberta y se inició un tierno idilio en el que nuestra nueva amiga sacudía patas y antenas por el suelo de la cocina, feliz de comprensiva cuchipandi.
Ripley interrumpió la magia. Se adentró en la cocina y preguntó "qué hace esto todavía en el suelo, así no cenamos nunca", agarróla bruscamente sin inmutarse y poniendo cara de psicópata (esa que ya todos veían menos yo) la arrojó al mortal fondo de la cazuela.
Roberta cumplió con creces su misión gastronómica, a pesar de que Nancy Culturas no pudo evitar un sollozo mientras masticaba uno de los últimos pedazos. Pero con Ripley nada volvió a ser igual.
Desapareció unos meses después, después de romperme el corazón, después de ternuras y aventuras, camino de la tierra de los fados, más tarde África y ahora sabediosdónde casado con una joven pakistaní (mejor no digo nada).
Tras los preceptivos llantos, un poco de superglú en el cuore, una salida del armario muy estilo Drama Queen, y una alergia galopante a las ensaladas de crustáceos, la vida siguió por sus propios fueros. Y hubo nuevos chicos, nuevos sueños y nuevas cenas (¡os he dicho que no voy a contar la de los mejillones!). Y el pasado verano me crucé con un tipo al que los años pasados más que pesar desplomaban. Me miró e hizo amago de saludarme cuando me di cuenta de que era aquel entonces fascinante Ripley. Saludo de cortesía sin más (llevaba prisa y carecía de todo interés a estas alturas) y una sola frase, que se me vino a la memoria directamente importada (uno puede ser pedante hasta la exasperación) de la ópera "Tosca":
Y pensar que "avante lui tremaba tutta Roma" ...

3 comentarios:

dani dijo...

Fascinante.

Rukaegos dijo...

Olvidé poner que la salsa de naranja fue menos peligrosa que Ripley y que Roberta jajajaja

Anónimo dijo...

Gracias Rukaegos.
Quiero más.


Nancy

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