Desde el viejo affaire Pacheco ya sabemos que en nuestro país es peligroso suscribir aquello de que "la Justicia es un cachondeo", así que nos guardaremos mucho de dejar por escrito esa afirmación.
Lo que sin embargo no puedo dejar de constatar es la desconfianza cada vez mayor que me merece el Poder Judicial, que cada día parece servir un poco más a quién sabe qué intereses y un poco menos a la ciudadanía a la que se debe. Un vistazo somero a las hemerotecas de los últimos años, sumando desde la emisión de informes claramente políticos y no solicitados por el Consejo General del Poder Judicial a los impresentables repartos de cromos para configurar su renovación, desde los amigos del alma a las más que sospechosas prisas en algunas causas abiertas, desde la suspensión de la justicia universal a la exasperante lentitud de otros asuntos, nos llevan a una desafección absoluta y a un cuestionamiento esencial de los sistemas de acceso a la judicatura como viciados en origen.
El último, tal vez anteúltimo ya, aldabonazo ha sido la caída en vacío de la mayor parte de las causas abiertas contra ese pilar esencial de la dignidad popular, de la del Partido Popular quiero decir, que es Carlos Fabra. Siempre bajo sospecha, siembre afortunado ganador del gordo de Navidad caiga donde caiga y toque a quien toque, siempre beneficiado por los avatares de un juzgado paralizado, vacante perpetua, donde el tiempo corría siempre a favor de quien prefería no ver sus asuntos demasiado aireados, no fuera que el olor cantara demasiado a choto.
Quede claro que creo en la presunción de inocencia. Pero no dejan de ser sorprendentes los cánticos por alegrías que a lo largo de la mañana de hoy nos vienen regalando los máximos dirigentes del Partido Popular, tratando de que en nuestras cabezas quede grabada la caducidad de las posibles responsabilidades penales de Fabra como una exoneración de culpa que no se ha producido. Porque tengo para mí que si tan cuestionada estaba la decencia de quien ocupa desde hace tanto tiempo la presidencia de la Diputación de Castellón y es voz preminente de un partido que aspira a gobernar a todos los españoles, Fabra y los suyos deberían haber trabajado para que el caso llegara hasta el tribunal y allí quedaran claros los oscuros y limpias las roñas.
Este año el Gordo de la lotería de Navidad ha sido más generoso que nunca con Carlos Fabra, regalándole el olvido gracias a una justicia injusta, que no trata a todos igual, que se ceba con los que menos tienen y menos pueden y rinde pleitesías vergonzosas ante los poderosos, una justicia ineficaz que no es capaz de resolver en modo y tiempo cuando así interesa.
A pesar de que tanta celebración después de haber intrigado tantos años para que el curso de la ley no fuera posible sigue alimentando todas las sospechas. Y haciendo presumir culpabilidades.
Uno es ya de tan buen conformar que no pide a la mujer de César que sea honrada, ni siquiera que lo aparente. Ya casi bastaría con que no entrara por las ventanas de la prensa tanto olor a podrido.
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