miércoles, agosto 25, 2010

MARTES DE MAGIA Y DE PALABRA



En la foto que le robo a Roberto Ruiz, fotógrafo del Diario Montañés, se recoge una instantánea del homenaje que dentro del ciclo de los Martes Literarios, organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, se rindió a la memoria de Miguel Hernández en las palabras del poeta Juan Carlos Mestre, del trovador Paco Ibáñez y del catedrático y responsable de la programación oficial del centenario de Miguel Hernández, José Carlos Rovira.

Han sido muchas las tardes que le han dado a la magia en la diana desde que he tenido el privilegio de acompañar en esos martes literarios a sus protagonistas, a esos hombres y mujeres que nos dan la fuerza porque nos dan el poema, la historia, el libro, la palabra. Tardes inolvidables en diálogo abierto con Laura Restrepo, con Ramiro Pinilla, con Gustavo Martín Garzo, con Andrés Ibáñez, con José María Guelbenzu, con Rafael Chirbes, con Ana María Matute. Tardes en las que los largos hilos de sabiduría se entretejían con brillantes lentejuelas de anécdota picante o tierna. Porque cómo olvidarse de esa abuela de todos que es ya Ana María Matute explicando la importancia fundamental que para la biografía de toda mujer tiene la experiencia de la maternidad "y no sólo por lo bien que te lo hubieras pasado fabricando al niño ... que también, que yo no era tonta" (y un impagable guiño picarón). O a Martín Garzo evocando a Delibes y comentando que cuando Mario Camus , nuestro Mario Camus, recibió el Premio del Jurado en Cannes por Los santos inocentes, recibió la noticia de que había sido nada menos que el gran actor británico Dirk Bogarde, Presidente del Jurado, el que más había defendido la calidad de la película. Unos meses más tarde, Camus estaba cenando en un restaurante parisino con unos amigos cuando entró Dirk Bogarde, serio. Como no pareció reconocerle, Camus le envió un billete a través de un camarero agradeciéndole el premio y presentándose como director de Los santos inocentes. Bogarde tomó el papel, lo leyó, miró a Camus, hizo una leve inclinación de cabeza a modo de saludo y continuó su cena ante el desconcierto del director cántabro. Terminada la cena, Bogarde se marchó sin más gesto, hasta que se acercó a Camus un camarero con un billetito en el que el actor había escrito dos grandes y maravillosas palabras, esas palabras que según el propio Martín Garzo contienen todas las historias de amor del mundo: "Milana, bonita".

Ayer fue uno de esos martes. Rovira casi se avergonzaba de su sabio parlamento, brillante, expuesto con sencillez y precisión, lleno de vida y de anécdotas, ante la fuerza escénica de la voz y del mito. De la voz rotunda y profética del poeta Juan Carlos Mestre, que reivindicó la República y su política educativa y cultural, que evocó a ese Miguel Hernández del que María Zambrano escribiera "Verlo era quererlo", que tejía palabras hermosas con su hermoso timbre de barítono ante la absorta concurrencia mientras llamaba a la rebelión cívica y proclamaba que "la poesía es un acto de legítima defensa contra los discursos normalizadores del poder" y nos dejaba sin aliento mientras nos leía la Elegía a la muerte de Ramón Sijé.

Y Paco Ibáñez, Paco Ibáñez. Paco Ibáñez que ha sido la banda sonora de nuestras vidas, que nos ha dado tantos poemas y tantos poetas, que le descubrió a toda una generación el significado de la poesía y el de la resistencia a un mismo tiempo. El Paco que venía para hablar pero que tuvo que cantar porque, como dijo, hay cosas que sólo sabe expresarlas enarbolando su guitarra. Y que nos dijo para entrar en clima las Coplas de Manrique, para luego hacer un entrañable intermedio hernandiano con ese Andaluces de Jaén "que una vez estaba cantando en Barcelona y de pronto todo el público se puso de manera espontánea a acompañarme y desde entonces no sé ya cantarla solo, así que vamos a cantarla todos". Y acabó, generoso y en vísperas del recital que ofrecerá mañana en la UIMP también, claro, con Lorca y con el "maldigo la poesía concebida como un lujo general por los neutrales" de Celaya.

Fue mucha la gente que no pudo entrar a un Paraninfo abarrotado ya una hora antes de comenzar la velada. Mucha la gente en Santander con sed de poesía y con sed de compromiso. Mucha la furia hermosa con la que Mestre, Rovira e Ibáñez nos retaron porque "cualquier palabra bella es ya un discurso político".

Fue mucha la emoción y mucha la memoria, mucho también el futuro en este martes único de magia y de palabras.

4 comentarios:

Blenda dijo...

Al leer el post, siento envidia de la pura. Miguel Hernández es un poeta de los que transmiten. Magia, palabra, poesía...... ¡¡¡¡Grandes componentes!. espero pode disfrutar en otra ocasión de homenajes con magia. "MIS OJOS SIN TUS OJOS, NO SON OJOS"

Anónimo dijo...

Miguel Hernández es de los más grandes poetas en lengua castellana. Y Paco Ibáñez creo que cumplió un papel fundamental en sus tiempos. Pero incluso entonces me parecía, dicho sea con el mayor de los respetos, un tostón. Salir a cantar con una guitarra, una voz para mi gusto monótona y repetitiva, resultaba a mucha gente una murga considerable.
No digamos ahora. No sé, ese empecinamiento en no salir de la guitarra (que tampoco es que tocara muy bien, digo yo), no te digo que fuera a meter sintetizadores, que no es eso, pero no sé, un poco de percusión, un violín o un chelo, variedad, a fin de cuentas.
Lo dice alguien a quien en su adolescencia le encantaban los cantautores.

Rukaegos dijo...

Paco Ibáñez no es un cantautor. Y realmente ni siquiera creo que sea un músico o un cantante en el sentido que hoy le damos al término.
Su objetivo siempre fue dar un apoyo musical que permitiera popularizar, divulgar, retener poemas. Y desde luego analizar su trabajo con poemas métricamente tan complejos como "La poesía es un arma cargada de futuro" o algunos de León Felipe y otros poetas supone desvelar la presencia de un lector privilegiado que le otorga al ritmo poético toda una carga de relevancia y que se basa en respetar el texto, los acentos métricos incluidos, en lugar de construir una melodía en la que insertar con calzador un texto sobre una melodía precocinada. ¡Lo mal que suenan los textos poéticos o las simples letras de canciones cuando los acentos musicales y los prosódicos no coinciden, y cómo perturban la comprensión de las palabras!
Realmente, lo que hace (lo que siempre intentó) Ibáñez es más parecido a lo que en la Edad Media hicieron los trovadores o los monjes con sus cantilenas gregorianas, un ligero soporte que sirviera para dar relevancia al texto.

En ese sentido, de la misma manera que el Gregoriano es un estilo que sacado de su contexto e intención no deja de ser monótono, los poemas "dichos" a la manera de Ibáñez son igualmente monótonos si eludimos la realidad de un trabajo concebido para decir la poesía y los poemas de quienes no podían ser leídos por la ciudadanía, para que sus mensajes de justicia social y esperanza (se centra en los poetas sociales) pudieran calar en una sociedad en la que muy poca poesía llegaba hasta la inmensa mayoría, y sólo ya la radio, la música, los medios visuales, tenían capacidad de calar en las conciencias. Y por eso también la guitarra desnuda en la mayor parte de sus apariciones.

Paco Ibáñez hoy es para mí ante todo la memoria de un tiempo, de unos autores, de unas ilusiones y de un compromiso y una lucha que tal vez caducaron o perdieron vigor durante un tiempo, pero que tal vez estén volviendo a ser necesarios.

Un saludo.

Jesús Cabezón dijo...

He escuchado a Paco Ibañez varias veces, porque con su voz aspera nos acercaba a la poesía y a través de ella a un compromiso. La primera vez que le escuché fue hace muchos años, en un acto donde importaba escuchar a Paco Ibañez, pero quizá importaba más lo que nos unía a los que allí estábamos. La normalidad de algunas cosas no me hacen olvidar que esas cosas no fueron normales en otros tiempos.

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