sábado, agosto 28, 2010

LA ÚLTIMA VEZ QUE HABLÉ CON BLANCA ...


La última vez que hablé con Blanca, me puse muy contento.

Aunque no se encontraba demasiado fuerte, saldría a comer al Bahía con Alejandro y unos amigos que habían venido a Santander de vacaciones. Casi no iba a pisar la calle, iría leve en el coche casi de puerta a puerta. Pero a través del teléfono se la sentía contenta, feliz tal vez de recuperar por un momento esos pequeños placeres cotidianos que se le habían extraviado durante tantos meses de lucha callada y valiente contra el cáncer.

Fue ella misma la que me llamó para darme noticia de su enfermedad. Un afecto profundo de algunos años justificaba esa llamada que me dejó sin palabras, como hace unos minutos la noticia de su muerte me ha dejado cargado de intemperie.

Años de animadas conversaciones, de sueños compartidos, de proyectos y vida tejida alrededor de una pasión común, los libros. Ese tiempo en el que fui testigo de su esfuerzo por sacar adelante Aletheya, un juego dinámico para que los adolescentes se encontraran con la literatura con la mirada crítica como quien va a una fiesta. Años en los que siempre sentí el ánimo y el aliento, cada vez que me llamaba para realizar un taller de escritura creativa con sus alumnos del IES Ría del Carmen, o que sentía como propios los pequeños pasos que daba con algún poema, algún libro, algún empeño en torno a la literatura, a la cultura, a esa mirada izquierda sobre una sociedad que merece una transformación profunda. Años en los que pude sentir viva su pasión por la enseñanza, contemplar cómo se volcaba con sus alumnos, con qué entrega se ofrecía un día tras otro, qué brío renovado le supuso la presencia de los primeros alumnos inmigrantes con el reto nuevo de conseguir que ese español que ella amaba tanto se convirtiera en la lengua del futuro de los chicos y de sus familias. Años de cafés en el Coliseum y de tertulias en Gil. Años de confidencias y de cercanía. Años de martes literarios en esa misma UIMP en la que tanto eché de menos su sonrisa de primera fila durante estos dos últimos veranos.

Y ahora me ha dicho Pablo, su hijo, que se ha ido. Que descansa por fin de todo el dolor y todos los combates por la vida. Y se ha hecho de noche más rápido, con el ritmo de alguno de esos haikus que improvisábamos con los chavales de los talleres

Sueña otras lunas
esta noche de agosto
su alma blanca.

Nos quedan las pequeñas alegrías compartidas. Saber que el poema que le dediqué y que verá la luz en un par de meses dentro de "La mirada caliza" pudo llegarle a tiempo.

Nos queda la certeza de que nadie muere hasta que su nombre no queda prisionero del olvido. Y son muchas, centenares las personas que durante toda su vida, al pasar cada hoja de cada libro dirán emocionados "Gracias, Blanca".

Mientras tanto silencio. Silencio he dicho, silencio.




1 comentario:

Anónimo dijo...

A mí Blanca me dio clase hace muchos años, pero muchos. La recuerdo muy seria y un poco seca con nosotros; pero creo que era buena profesora. Me parece que no estaba muy a gusto en el centro, o eso recuerdo.
En cualquier caso, su muerte me ha sorprendido mucho, ni siquiera sabía que estaba enferma. Como aprendí mucho con ella, quiero darle las gracias allá donde esté.

Licencia de Creative Commons
Un Santander Posilbe by Regino Mateo is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
Based on a work at unsantanderposible.blogspot.com.