Supongo que sería en las Charlas con Troylo donde leí aquella reflexión de Antonio Gala en la que venía a exponer, sin temor de las reacciones airadas que sin duda provocaría el artículo, que sentía mucha más piedad, mucha más desazón, mucha más incomodidad ante el encuentro con un perro perdido o abandonado que ante un niño extraviado. Y eso porque no pasaría mucho tiempo antes de que el niño encontrara quien le condujera hasta la policía o la familia, mientras que muy otra suerte es la que le aguardaría al perro: la patada o la pedrada en el mejor de los casos, el atropello o la muerte bajo sabe Anubis qué forma de brutalidad humana.
Siempre he creído que la atracción, el amor, que siempre he sentido por los perros es una extensión lógica de la ternura e interés que siempre me ha despertado el mundo animal. Que a su vez será un signo más de pasión y respeto por la vida. Desde niño quise tener un perro cerca y recuperar ahora en alguna de las rebuscas entre cajones y papeles una de mis viejas cartas a los Reyes Magos es encontrarse con toda seguridad con la cláusula de estilo "también quiero que me traigais un perro", y hasta la de aquel año en que como ya me empezaba a barruntar que el tantas veces pedido bicho no iba a llegar escribí simplemente "Como a lo mejor os parece que no teneis que traer muchas cosas este año quiero solo el perro que os pedi el año pasado".
Nunca llegó ese perro, aunque mi padre (que los adoraba) intentó con escaso éxito el viejo truco de llegar con un cachorrito a casa para enternecer a mi madre, más bien reacia. Laky, una ratonera de Villacantid, y Ursa, una preciosa pastora alemán de Villanueva de la Nïa, resistieron en el piso de Reinosa poco más de una semana, antes de irse a vivir a la amplia granja de unos amigos por los valles del sur cántabro. Y no fue hasta que ya tuve capacidad para tomar mis propias decisiones cuando pudieron llegar Lola primero y Glenda ahora.
Sé que los perros te dan todo lo que poseen, su calor, ternura, cercanía, empatía, que a su manera te cuidan, te pastorean, te ofrecen como signo de respeto las pequeñas piezas que "cobran" en los paseos por el monte. Y que fuera de toda duda son lo que hace tiempo y con sabiduría decretó el lugar común: los mejores amigos del hombre.
Lo que no me puede entrar en la cabeza es la indignidad, la indecencia, la brutalidad de nuestra especie para con todas las otras, pero sobre todo para con aquellas que siempre han formado parte de nuestras vidas y que siempre han estado entregadas a nuestro bienestar de una manera u otra. Tengo entre mis redes de facebook una en la que están presentes muchos hombres y mujeres que combinan la apertura y el acogimiento hacia los perros maltratados y la rabia contra quienes los abandonan o los torturan. Y por eso llevo algunos meses sintiendo periódicos escalofríos cuando me llegan las noticias de diversas personas y protectoras a lo largo y ancho de toda la geografía hispana. La perruca a la que su dueño prendió fuego junto con sus camada y que nadie sabe por qué milagro logró sobrevivir; el cachorro que vaga por un pueblo mesetario perseguido por las piedras de los niños del lugar que han encontrado en tan salvaje persecución su juego más divertido; el perro al que le rompieron casi todos los huesos con una barra de hierro...
El de la foto fue asesinado en la provincia de Zamora. Pero podría haber muerto en cualquiera de las zonas de nuestro país donde se caza con galgos. ¿Cuál habrá sido su culpa, será demasiado viejo, demasiado lento, demasiado torpe? Poco importa. Porque la única certeza es la de que algún primate de escasas entendederas y nula sensibilidad le pareció que ni siquiera se merecía la misericordia de una muerte digna, una inyección letal en el veterinario, o al menos una muerte rápida, un tiro de gracia. Que el perro que le había servido no valía lo que una consulta veterinaria o el precio de una bala. Y lo dejó sufriendo mientras el cuello se le desgarraba y el aire se le iba.
Decía Hobbes, ese autor tan grato a los neoliberales, que "el hombre es un lobo para el hombre". Nunca sabremos por qué Hobbes odiaba a los lobos tanto como para compararlos con nosotros. Porque la cruda realidad es que "el hombre es un hombre para el hombre... y para el perro". Porque no hay criatura tan sanguinaria, tan gratuita, tan repugnante como aquella que colgó al galgo de la foto, o la que quemó a la perra, o las que apedrean al cachorro, o el que quebranta al otro. O todos y cada uno de los que se cansan de su juguete o de su auxiliar y le arrebatan la vida con tanta crueldad, o simplemente lo abandonan en una carretera para que de seguro muera bajo las ruedas de un coche que tal vez creyó su salvación. Y para que tal vez mueran los ocupantes del coche.
Ojalá haya un cielo de los perros, como el de los burros que JRJ quería para Platero, ojalá que en ese cielo el miserable galgo pueda renacer, correr, vivir, entre perros y personas. Lejos por fin, para siempre, de la gentuza, de los asesinos, de la mierda que a veces camina sobre dos patas y gruñe en nuestro propio idioma.
6 comentarios:
Tu exposición me ha conmovido como la de muchas otras personas, que, como tú, saben exponer de forma tan precisa lo mismo que siento yo y que no se explicar tan bien. Gracias por tu sensibilidad y empatía, al leer esto se me clava un dardo en el corazón pero también me llena de esperanza saber que cada vez hay mas gente asi , pienso lo mismo que piensas tú, hablas por mi también.
A mi también.
Joder!.Bonita foto.
Si al verla no sientes que se te rompe álgo,estás muerto o mereces estarlo.
No me gustan los perros, pero jamás he llegado a entender cómo alguien que tiene un galgo, que le ha acompañado en la caza o en los paseos, es capaz de matarle de esa manera.
Escéptico
Descargar las propias frustraciones, incapacidades y cobardía de esa forma extremadamente violenta, y sentir placer y orgullo por ello; Personajes que describen bien la cobardía humana; Deberían estar en la cárcel.
Jesús.
Hep, gracias por pasarte: Sí, es necesario no sé si el endurecimiento de la ley, pero sí y de forma urgente el cumplimiento eficaz y contundente de la que ya hay (y ojo, que mayores penas o sanciones no me parecerían mal). Sobre todo estamos ante un problema de eficacia normativa: las administraciones no son sensibles al sufrimiento animal y por tanto creen que cumplen con rellenar papeles y boletines.
Ah, y por favor, no me preguntes qué haría yo por ejemplo con el homínido que colgó a ese perro del árbol, que tengo el día políticamente correcto y no quiero escribir barbaridades ;)
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