miércoles, abril 07, 2010

DEMASIADO VISIBLES, DEMASIADO INVISIBLES (Pedofilia y lenguaje sexista)


Es frecuente escuchar voces que tratan de ridiculizar la exploración de un lenguaje no sexista, un lenguaje capaz de representar e interpelar también a las mujeres. Se le acusa de redundante e innecesario, y se suele insistir en que nuestro idioma, el castellano, utiliza el masculino como genérico, como neutralizador que supera sexos y apela por igual a hombres y mujeres.

Una carta publicada hace unos días en El País y firmada por Jaime Llopis, me abrió las puertas de una reflexión que apunta más bien en la dirección contraria, y que analizando el imaginario social de una cuestión tan tristemente de actualidad como la pedofilia nos hace pensar que ese masculino genérico es también fuente de confusión, de ambigüedad. Y que tiene usos perversos, precisamente porque invisibiliza a las mujeres, como bien apuntan quienes defienden la necesidad de corregir el sexismo lingüístico en la medida de lo posible, de lo razonable y de lo estético.

Se hace eco en su carta Llopis de algunas voces que en las pasadas semanas, tratando de responder a los escándalos que han puesto mano con mano a la Iglesia Católica, a tantos de sus sacerdotes como autores y a tantos jerarcas como encubridores, de una extensa red de prácticas pedófilas habituales. Algunas de estas voces, como la del Cardenal Martini o las de varios teólogos progresistas, inciden en la necesidad de revisar la doctrina del celibato y abrir la posibilidad del matrimonio para los sacerdotes católicos de rito occidental. Y bromea el remitente al decir que más bien habría que abrirles el camino del matrimonio homosexual.

No es que me parezca precisamente graciosa esa identificación entre pederasta o pedófilo y homosexual. Y es que seguro que Jaime Llopis se considera muy diferente de los jerarcas católicos, pero en este punto tiene el mismo discurso insultante. Que además es injusto.

Es injusto porque la pedofilia, en tanto que atracción sexual hacia cuerpos no definidos sexualmente, cuerpos ambiguos y sin desarrollar, no guarda demasiada relación con orientación sexual alguna, ni homosexual ni heterosexual, dándose el caso frecuente de que los pedófilos actúan según oportunidad, pero en no pocas ocasiones se excitan tanto ante la visión de niños como la de niñas. Si hablamos más que de pedofilia de efebofilia o hebefilia (atracción por adolescentes masculinos o femeninos respectivamente) sí que podríamos asociar una u otra parafilia a las orientaciones sexuales respectivas. Pero el caso es que todos los estudios realizados vienen a indicar que más de dos tercios de los menores abusados son niñas, que un 25 % de las mujeres sufrieron algún tipo de abuso durante su infancia o adolescencia, frente a un 10 % de los varones.

¿Por qué sin embargo se perpetúa la idea de que los pederastas son homosexuales? Por un lado, el imaginario social continúa, a pesar de todo, considerando la homosexualidad como una sexualidad desviada, oscura, que en su lento camino por la senda de la perversión se encuentra con todo aquello que podría horrorizar a los ciudadanos decentes, y ahí cabe un salto lógico que nos llevaría a concluir en la idea de que un homosexual no se frenaría ante nada por satisfacer sus bajas pasiones, y que es un peligro para niños y adolescentes tener a un homosexual cerca (hace sólo un par de meses la hoja informativa del Arzobispado de México DF dejaba claro que "no se puede dejar de mencionar la grave posibilidad de que una pareja de homosexuales desee adoptar niños con el perverso propósito de usarlos para pornografía infantil, abuso sexual, prostitución, etcétera”.y se quedaba tan ancha).

Pero sobre todo se trata de un problema de ambigüedad en el lenguaje. Leemos informaciones cuando se desarticulan redes de pornografía infantil en la que se nos habla de que se habían intervenido miles de fotos de niños pequeños desnudos y videos de abusos a niños, menores, adolescentes. Siempre en ese masculino genérico. Y siempre o la mayor parte de las veces para hablar de fotos y videos en los que se vejaba a niñas, a mujeres adolescentes, a chicas menores de edad.

¿Tenemos tan claro que cuando leemos un titular como "Desarticulada una red de pornografía infantil con miles de fotos de menores" que habla en una terrible proporción de dos a uno de niñas? No, no lo tenemos claro. La reacción inmediata es la visibilización de perversos homosexuales tocando el inocente pitilín de un niño de ocho años. Y con ella una doble consecuencia injusta, propia de una sociedad todavía machista, sexista y heterosexista: La exclusión por "exceso de visibilidad" de los homosexuales por unos delitos que por esta vez no iban con ellos, y la terrible invisibilidad y por tanto la terrible indefensión de miles, millones de niñas y chicas menores de edad que sufren el horror cotidiano de unos abusos sexuales que para nuestro lenguaje y por tanto para nuestra sociedad simplemente no existen.

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