lunes, agosto 17, 2009

PEQUEÑOS PLACERES COTIDIANOS
(o Elogio de la Empanadilla)


"Tarde se aprende lo sencillo" decía en un poema sobrecogedor y hermoso de su "Libro de las alucinaciones" José Hierro.

Sencillas eran algunas de las más mágicas creaciones de las cocinas de las abuelas. Nacidas de la escuela de la necesidad, del ahorro, reinventaban cada día los sabores básicos de la cocina y reutilizando sobras, aplicando la máxima del "no se tira nada" de pronto de desplegaban sobre la mesa en forma de ropa vieja, croquetas, empanadillas, sopas de ajo, pan perdido y tantas otras pócimas de la eterna felicidad.

Pensaba anoche en estas modestas genialidades mientras picaba los restos de la carne de vaca y gallina utilizadas para un cocido dominical, agregaba un huevo duro también picadito y unos tacos menudos de jamón de york antes de rehogar toda la farsa en una salsa de tomate casera y aderezada al gusto del cocinero y de rellenar con parsimonia y proporción exacta las redondas obleas de empanadilla que esperaban cerca de la sartén con aceite de oliva bien caliente.

Doradas, calentitas, hogareñas, llenas de sabores llegaron hasta la mesa de la cena, hasta ese lugar en el que compartimos el tiempo, la ofrenda de cada día, con las personas que nos importan, las que siempre están cerca aunque a veces lo hagamos de manera rutinaria y sin ser del todo conscientes de que es un momento de vida y de celebración.

Muchas cosas pequeñas y felices estos días. El placer de la peluquería, el masaje cuidadoso en el escaso cabello, siempre con una sonrisa, con una música tranquila, con unos minutos preciosos para desconectar y perderse en la placidez del dolce far niente. La anciana más que decrépita que caminaba apoyada del brazo del anciano más que decrépito con quien seguramente llevaba tantos años casada, el mismo que de pronto se detuvo y sin decir nada, tirándole de la manga casi de manera brusca, ser acercó a la frente de la mujer y le dio un beso cariñoso, público, tal vez sin motivo (¿es que hace falta un motivo?). Unos lieder de Schumann a medio volumen después de comer y en la voz cómoda y expresiva de Matthias Göerne. Glenda dormitando bajo el bochorno de estas tardes de agosto, mientras las gatas se acurrucan al sol y despiertan de vez en cuando para asearse mutuamente lametón a lametón. La permanente reinvención de los amigos. Echarme a dormir cada noche con Leo a mi lado. El helado de Capri por la noche, paseando al borde del mar entre las estatuas de Manolo Valdés y el brillo de la luna.

Tarde se aprende lo sencillo, sí. Pero siempre a tiempo de saber cuándo la magdalena mojada en té de Proust nos abre las puertas de los sabores de la infancia, cuándo el espejo nos devuelve las sonrisas de quienes ya no están y de quienes nos acompañan todavía. Tiempo de dar importancia a las pequeñas cosas que de verdad importan. Las que no son importantes. Y que se llaman "vida".

8 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Te acuerdas del alcalde Empanadillo de Móstoles nuestro último jurado, en la excelsa comida de celebración? Todavía me troncho. Fue también la del contrabajo Scholl... Jo, qué día :-) Eso también merece un momento estelar, no digas...

Rukaegos dijo...

Encannnaaaaaaaaaa pero si has veníooo, pues lo mismo sí, jaja, lo mismo necesitamos un momento estelar jurádico jaja. Por cierto ¿las entradas eliminadas en tu pozo son problemas de repetición del sistema o te visitan trolls en si menor?

Anónimo dijo...

Supongo que te refieres a los comentarios sobre la ópera del 31. El autor ha decidido eliminarlas por si le dan para el pelo en su trabajo :-) El pobre me lo comentó muy apesadumbrado, porque le habían dado un toque...

Diana. dijo...

Ayyyy qué buenas, de lo que mejor se me da en la cocina junto a la tortilla de patata. bueno, mejor dicho, lo único que se me da junto a la tortilla (no, no soy nada cocinillas, tengo que admitirlo...)
Un saludo!

Alicia dijo...

Que placer leer tu blog hoy.

Anónimo dijo...

eres un fenómeno!!!!!!

Rukaegos dijo...

A mí me encanta cocinar, Diana, y hay quien ha probado y dice que no sale del todo mal ;)

Gracias a los tres por vuestra visita y vuestros comentarios :)

orfeo boreal dijo...

¡Qué bonito!. Me ha recordado la infancia en el pueblo, donde pasaba largas temporadas al cuidado de 2 tías abuelas muy finas ellas (de casta le viene al galgo)... :-) Entre otras cosas, ya con 3/4 añines me encantaba cerrar la empanadillas y hacer las marcas con el tenedor... y el pan frito con azúcar para desayunar los domingos ... y... y... Es verdad, lo sencillo es maravilloso, y por suerte a veces se aprende no tan tarde.

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