miércoles, agosto 26, 2009

FIESTA EN CABALLERIZAS CON NANO Y LOS CLIENTES DE LA NOCHE


Que el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos ya nos lo decía Pablo Milanés en una canción mítica. Que las nuevas generaciones nos lo dejan claro simplemente con aparecerse, consolida la gran verdad del paso de la edad. Que a veces esa transición está llena de grandes y buenas sorpresas la otorga calidez y luz.

Andaba yo ayer por La Magdalena tomando un refresco con Espido Freire cuando aparecieron por el Patio de Caballerizas Nano y Los Clientes de la Noche. Sabía que tocaban a las once, y en mis planes andaba ya el de resistir por la península hasta el concierto. Sobre todo porque tres de los cuatro habían sido alumnos míos en el Colegio Altamira hace ya unos cuantos años. Y los tres como parte del primer grupo de adolescentes que cayeron en mis manos, a la altura de segundo de ESO, y que me sufrieron como profesor de Música y de Ética. Nano, Manu, Miguel.

A Nano le había escuchado en un par de ocasiones, en su fase digamos de cantautor, quinceañero todavía, en un pub de Solares y en el propio Colegio. Y ya entonces fue una sorpresa, porque las canciones estaban bien construidas y él tenía un desparpajo en escena le hacía conectar muy bien con un público que, de todas maneras y entonces, ya estaba entregado de antemano. Y en especial, ya se lo dije, la canción que había construido sobre uno de los poemas de su hermana Ana Teja. Y es que de música sabe un rato, y sus estudios de guitarra en el conservatorio no dejan de ser una pista más.

De Manu sabía que andaba metido en grupos de rock un poco más duro de lo que yo suelo soportar, pero que se lo estaba tomando en serio. Y le había perdido la pista cuando se fue a Madrid para estudiar eso que tendría que haber estudiado yo desde el principio: Filología Hispánica. Y que su estancia en el San Juan Evangelista le habría descubierto algunas otras músicas.

De Miguel sólo sabía que tocaba la batería. Algo que siempre me sorprendió porque le recordaba como un alumno tranquilote y sonriente, con una mirada que tenía hechizadas a todas sus compañeras y una expresión de feliz que no recuerdo que se le quitara nunca. Ah, y que al final regresó al Colegio Altamira, pero como profesor de Educación Física, y después de terminar sus estudios de Profesorado de Educación Primaria.

Junto a ellos, en el grupo y al bajo, Antonio. Que no fue alumno mío, pero que si forma parte de este conjunto de grandes, tiene que ser sin duda un buen tío.

La enseñanza, sobre todo la enseñanza a ciertas edades, no deja de ser una aventura difícil. Pero a mí siempre me gustó dar clase, y me gustó precisamente en esos años difíciles de la transición hacia la edad adulta. Cuando se trata más de dialogar, convencer, compartir, que de imponer. Cuando ellos también tienen ya todo un mundo que descubrirte. Porque enseñar para mí fue sobre todo aprender. A pesar de los cabreos, de las desesperanzas y de los gritos ocasionales.

Te marchas de las clases algunas veces con sensación de estar perdiendo el tiempo. Pero pasan los años y poco a poco vas descubriendo que de aquellas chicas y chicos han ido saliendo personas excelentes, comprometidas, creativas, trabajadoras, inteligentes, simpáticas, críticas, libres. Que de la mayoría consiguió brotar en la medida de sus posibilidades ese arbolito que irá creciendo también con el paso de los años. Y por ahí he ido coincidiendo por razones diversas con algunos de ellos. Con Elena y Elena, con Carlos y Carlos, con Dani, con Willy, con Javi, Dunia, Iris, Tamara, Víctor, Amaranta, Carla, Alex, Eduardo, Sara, Paula, Thomas, Ana, Nacho, Jose, Pablo, Silvia, César, Álvaro, Ángela, Quique, Cova, María ... Y tantas y tantos. Algunas veces en el autobús, o de copas, o en esa charla privada que algunos me pidieron en busca de consejo a pesar del tiempo pasado, reencontrados en el facebook, o como lectores agazapados en mi blog, ¿verdad, Rocío?

Estoy seguro de que ni siquiera se imaginan lo importante que fueron durante muchos momentos difíciles de mi vida, la cantidad de fuerza que me aportaron. Y estoy seguro de que ni siquiera se imaginan la alegría que me produce encontrarlos y verlos bien, resolviendo sus problemas, avanzando en sus caminos. Sobre todo, no lo puedo evitar, cuando descubro que alguna chica lesbiana, que algun chico gay, que alguna chica bisexual, que algún chico transexual que pasaron por mis clases tuvieron un poco más claras las cosas y un poco menos duro el camino porque pudieron encontrar referentes en clave positiva.

Anoche fue para mí un momento emocionante. Bajaba del Palacio a Caballerizas escuchando cómo los sonidos se perdían en el viento de la noche con precisión y belleza. Y llegué al patio cuando habían conseguido que los asistentes saltaran y bailaran al ritmo de temas originales y versiones, siempre con un sabio control del escenario, siempre como excelentes comunicadores. Con dominio de los instrumentos y canciones de un rock de corte británico y clásico, demostrando su excelente preparación, su trabajo ya de mucho tiempo. Sobre todo su pasión y su vocación.

Nano y los Clientes de la Noche me dieron anoche, una vez más, una lección de esperanza, de futuro, de compromiso, de apuesta por el camino propio. De pasos seguros sobre las pistas que les dieron sus familias, sus amigos, sus educadores, y entre las que me gustaría creer que una pequeña pizca, una mínima chispa, pudo surgir de nuestros encuentros tres horas por semana.

Guardaré como un tesoro el CD que compré y que les pedí que me dedicaran. Ese en el que Nano me da las gracias por haber hablado de valores con "aquella banda de mandriles de la que formaba parte", Manu me escribe lo importante que era para él que hubiera escuchado el concierto porque siente la música en parte como fruto de mi trabajo y Miguel recuerda, ufff, el esfuerzo que hice para intentar que fueran "mejores personas".

Sé que no tengo nada que ver en el luminoso presente y en el esperanzador futuro de Nano y los Clientes de la Noche. Pero un par de lagrimillas emocionadas y orgullosas ya se me escaparon.

Apuntad el nombre, recordadlo: Nano y los Clientes de la Noche. Que son Manu, Miguel y Antonio y algunos refuerzos ocasionales. Visitad su página en Myspace.

Y si un día tocan cerca de vosotros, no os perdáis su concierto. Son grandes artistas y sobre todo grandes personas. Y su música sabe a esperanza, a un tiempo futuro que tiene que ser bueno, porque ellos serán los protagonistas.

2 comentarios:

fermin dijo...

Emocionante y emocionado te quedó el apunte, Regino. Se lo que se siente al ver a esos "ganapias" encontrarse con su destino, y hacerlo de forma brillante. Como tu, estoy cerca de jóvenes en edad de formación, solo que del lado de las fotocopias, los timbres... Alguno de ellos he visto crecer profesionalmente, y si, emociona.
Saludos.

JULIO VARILLAS dijo...

Cantabria es un pañuelo, sin duda. Disfruto de la amistad de Nano por vecindad en Muriedas, por mismo Instituto, por un Grupo de Teatro que seguro ninguno de los que lo formamos olvidaremos, por amigos comunes y por varias cosas más. He estado en muchos de sus conciertos y, sin duda, es igual músico que persona, es decir, muy pero que muy bueno.

PD:Aprovecho para felicitarte por tus 35.000, que suelo estar agazapado, pero que te sigo. Cuidate Rukaegos.

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