ESTA TARDE, SILENCIO: NOS HA DEJADO HILDEGARD BEHRENS
Fue hace ya unos años, en pleno agosto, cuando Hildegard Behrens llegó hasta Santander por casualidad, como por casualidad suele llegar la mayor parte de lo que de bueno nos llega al viejo y desnortado Festival.
Alguien había cancelado. Y teníamos aquí una orquesta no especialmente significativa contratada a la mayor gloria de la cantante que no iba a venir. ¿Cómo encontrar una voz, en dos días, capaz de rellenar el vacío? Alguien habló de Hildegard Behrens, de la que por supuesto en la casa nadie había oído hablar; les ofrecieron garantías, les dijeron que era grande, profesional, y que estaba dispuesta a "improvisar" un buen programa para Santander.
Y acá que se vino, cargada de música, para un programa recital en el que nos regaló interpretaciones majestuosas, grandes, de sus papeles más fuertes. Y que termino con una sobrecogedora escena wagneriana, la de la inmolación de Brünhilde. Ante una Sala Argenta bastante vacía y en la que una buena parte del público era alemán. De una especie de club de fanáticos admiradores que no sin razón la perseguían allí donde cantara y que se habían acercado en autobús a Santander.
De Behrens tenía yo sobre todo referencias discográficas: unas Nuits d'Eté de Berlioz, unos lieder orquestales de Strauss y una magistral referencia del Holandés Errante de Wagner, cuyo libreto guardo hoy dedicado.
No pude resistir el impulso de acercarme a camerinos para felicitarla. Y me encontré con una mujer educada, exquisita, afable, respetuosa con el público y que había traído nada menos que un pequeño maletín con fotografías de estudio para que su gente pudiera llevarse fotos dedicadas y no sólo un frío programa de mano.
Al verano siguiente, regresó para escenificar una de las pocas óperas de cuantas se han representado en el verano festivalero que conservo como memorable. Fue precisamente "El holandés errante" en el que acompañada de un espléndido elenco wagneriano bordó una Senta emocional, impecable, expresiva y arrebolada de música.
Se marchó el día 17, en Japón, a causa de un aneurisma cardiaco, cuando todavía tenía mucha fuerza y mucha música que ofrecer.
Ha sido una mujer grande y grandiosa. Una soprano de fuerza expresiva en la voz y gran potencia actoral sobre la escena. Una mujer profesional y entregada a su pasión, la música, sin tonterías ni divismos. Una mujer que permanecerá como referencia interpretativa en tantos papeles de Strauss y Wagner, en Floria Tosca, en el repertorio de recital y hasta en algunas cuidadas, contenidas y bellísimas aproximaciones a Mozart o Bach.
En esta tarde en la que desde mi ventana veo una bahía soleada y apacible, voy a quebrar el silencio en que nos ha dejado con uno de sus mejores papeles, robado del YouTube. La escena final de "Elektra".
Que la tierra te sea leve, Hildegard.
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STTL
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