BOSTEZANDO EN LA MENOR
Si es que mira que sois malos y os gusta provocar. Ando yo tan tranquilo y ya me llegan varios mensajes vía correo electrónico, teléfono y charla en persona echándome en cara que todavía no he dedicado en el blog una entrada al Festival Internacional de Santander, cosecha del 2009.
Pero claro, si además de semejantes amigos escucho en la radio a uno de los habituales de la claque tras la habitual entrevista A La Mayor Gloria de Ocejo declarar que "después de estos 35 gloriosos años habrá que concluir que Santander es igual a José Luis Ocejo", y redondeo leyendo en unas notas impúdicas al programa de la jornada inaugural donde se da "gracias a Dios por José Luis Ocejo" (no sé qué tiene que ver semejante acto de fe con La Favorita o con Donizetti, pero nada ya que nos vaya a sorprender en la ceremonia de citius, altius, fortius, egius en que se ha convertido el antaño Festival Internacional) ... Pues eso, que al final acabo picando y hablando a lo Chus Lampreave roleada de Testiga de Jehová.
En realidad no hay mucho que decir (ni mucho que ver, ni mucho que escuchar) de una edición que ha batido todas las plusmarcas anteriores de los mil quinientos metros bostezo. Y es que podríamos resumir el festival remarcando que vienen los de siempre a hacer más o menos lo de siempre sin orden, concierto ni proyecto y proclamando a quien quiera escuchar que se rinden homenajes inexistentes a todo chichimirichi.
Y tal vez hablemos más de algunas cosas, pero así en esquema seguimos con Scandiuzzi (abonado a nuestra fiesta como si fuera el único bajo del mundo mundial) y sus amigos con una ópera que podría haber sido cualquiera, y que está ahí sin ningún argumento que la justifique. Claro, no es que haya que explicar necesariamente por qué un título y no otro, pero si andamos de celebración en aniversario y de aniversario en celebración, parece que al FIS se le debería pedir un poco más de criterio y respeto con los dineros públicos. Y así pasaremos un Año Händel sin Händel, perdiendo una oportunidad de oro para abrir con una de sus espectaculares y bellísimas óperas o cerrar con uno de sus grandes oratorios. Un Año Albéniz con lo justito de Albéniz (una vez más la Suite Iberia), ignorando por cierto los importantes esfuerzos que en nuestro país se han hecho para recuperar las óperas (de primera línea) de don Isaac: abrir con una Pepita Jiménez o un Merlín hubiera sido cumplir con la función que un festival de las pretensiones del nuestro debe cumplir.
Poca música sinfónica, casi nada de cámara (más allá del ciclo de los marcos históricos, cada vez por cierto más reo de la propia atonía del festival general), mucha ópera más recitales de esos de cantante haciendo patchwork con cachitos de ópera descontextualizados, poco ballet y cuasinula, como ya es norma, presencia del teatro. Y un musical. Porque claro, en ese criterio de excelencia pop que parecen pedirle nuestras autoridades culturales al director convertido por mor de las metáforas de los pelotas radiofónicos en un nuevo Rey Sol ... o Fray Sol, acabamos con un Broadway que no sé muy bien qué pinta en programa. Que sí, que es de Bernstein, que sí, que es bellísimo West Side Story, que sí, que forma parte de nuestro imaginario visual y sonoro, que sí, que parece que la producción es impactante (ya veremos si de verdad lo es, que uno ya no se cree nada). Pero no creo que sea el objetivo de un Festival pretendidamente importante.
Así que se nos abre un mes apasionante, con un Festival y un Fray Sol dispuestos a dejarnos con la boca abierta. Forever and Ever. Amén.
4 comentarios:
Lo que dice el Sabina en una canción: lo que iba a ser, la mierda que ha sido. Pues eso...
chapeau!, chapeau! y chapeau!... Totalmente de acuerdo con lo del bostezando... y demás.
Lo de la nota en el programa con referencia divina es impagable, como es impagable entender la eternidad de un director agotado.
Pero si da igual, si luego no quedan entradas para nadie ("de la calle", claro.
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