lunes, mayo 18, 2009

TRISTE TIERRA SIN MARIO

Hace un par de semanas, Uruguay perdía una voz llena de amor, poesía y compromiso, la de Idea Vilariño. De la misma generación, de la misma edad, del mismo grupo poético, de la misma furia, de la misma amistad que Mario Benedetti. Fue el 28 de abril y sólo unos días después, anoche, 17 de mayo, ocurrió la esperada despedida de una de las voces grandes de la lírica en español.
Había sido Benedetti consagrado ya entre los santos de la devoción popular y lectora. Porque su palabra estaba teñida de aparente sencillez (aparente porque con asombrosa naturalidad entre sus versos fluía la rima, la ironía, las figuras de repetición, la retórica al servicio de la simplicidad). Y de esa palabra nacía una comunicación sincera y directa que le convirtió en uno de esos poetas que se hacen amar incluso por quienes desconocen o sienten recelos ante la poesía, incluso por quienes no leen pero a veces escuchan.
Hablaba siempre de unas pocas mismas cosas. De un amor que hacía que el corazón se agitara hasta casi romperse. De una justicia social, una dignidad y unos derechos que no acababan de llegar y que le hicieron huir muchas veces de muchas dictaduras. De una desolación del hombre que se siente extraviado entre la ciudad plomiza (en ese Montevideo de cielos grises que nos permitía la evocación de un Santander igualmente gris entre sus poemas). De la necesidad de hablar claro y alto. Y del humor, del optimismo enfermizo que contagiaba, de la luz de las sonrisas que en medio de la tensión nos rompían sus versos.
Muchas veces lo leímos, o lo escuchamos convertido en voz y canción por Nacha Guevara o Joan Manuel Serrat. Y aquí en Cantabria por los buenos oficios del grupo Poetas en la calle. Y en un par de ocasiones le escuchamos hablar, leer, emocionar en la pequeña ciudad que nos envuelve y que hoy amaneció cubierta de un cielo gris montevideo y en la que entre nuestras cosas encontramos el Inventario, publicado con sus poemas en Visor, y en el que, claro, casi a las doce del mediodía, tropezábamos con el triste y necesario Ángelus
"Quién me iba a decir que el destino era esto.
Ver la lluvia a través de letras invertidas,
un paredón con manchas que parecen prohombres,
el techo de los ómnibus brillantes como peces
y esa melancolía que impregna las bocinas.
Aquí no hay cielo,
aquí no hay horizonte.
Hay una mesa grande para todos los brazos
y una silla que gira cuando quiero escaparme.
Otro día se acaba y el destino era esto.
Es raro que uno tenga tiempo de verse triste:
siempre suena una orden, un teléfono, un timbre,
y, claro, está prohibido llorar sobre los libros
porque no queda bien que la tinta se corra".
No sé, Mario, qué puerta se abrirá con cada muerte, pero sé que si hay otro lado te habrán estado esperando con los brazos alzados y prestos para transformar conciencias también allá, con las bocas llenas de verso y las miradas repletas de esperanza.
Sit tibi terra levis.

3 comentarios:

Frantic St Anger dijo...

¿Qué decir que añada algo nuevo? Sólo me queda, entre lágrimas, decirle: Hasta siempre, Don Mario.

JP dijo...

Descanse en paz. Por suerte, a un escritor, le quedan sus libros como legado para las generaciones venideras.

Saludos,

JP

Escéptico dijo...

También recordé al escritor.
Nos quedan sus libros, sus poemas

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