LA MALA EDUCACIÓN
No sé en qué medida las ideas neoconas, con su defensa acérrima del egoísmo social, tendrán algo que ver en lo perjudicado que anda ese viejo conjunto de viejas normas de los viejos tiempos conocidas como buenas maneras. Pero cada día un poco más cuando uno camina por la calle o se socializa un poco acaba pensando que o ya llegó la hora de hacerse cascarrabias o algo está fallando en las estructuras sociales que hemos ido levantando como marco de convivencia.
Nunca he sido demasiado formalista, ni demasiado dado a protocolos. Pero sí que he creído siempre que las razones de todo ese entramado de usos sociales tenía un objetivo claro, el respeto a los espacios, fronteras, necesidades, afectos, del "otro". Sin esa referencia a los demás, las reglas de la convivencia se convierten en pelucones de museo. Y al excluir de nuestros referentes personales la existencia de esos "otros" cualquier referencia a las normas básicas de educación, desde las cortesías a la indumentaria, desde los cubiertos a los ruidos, carece de cimiento en el que apoyarse.
Sonreímos poco por la calle, no contestamos siquiera con una inclinación de cabeza a quien nos cede el paso en la acera o el asiento en el autobús, olvidamos que los demás duermen a ciertas horas o pasean por los mismos parques y calles, anulamos los derechos ajenos por el placer egótico de la afirmación constante del "hago lo que quiero", del "tengo derecho a" frente a la igualmente constante elusión del "tengo la obligación de".
Estoy convencido de que muchos pequeños grandes problemas a los que hoy se enfrentan nuestras ciudades, nuestras sociedades, no hubieran alcanzado la gravedad o tensión actual si hubiéramos sido capaces de mantenernos dentro de los límites necesarios para no dañar o herir. si hubiéramos sido, sin más, ciudadanos bien educados. Y sirvan como ejemplo las normas antitabaco o el problema del botellón y movidas nocturnas.
No estoy seguro de que haya alguna manera de retomar la cordura y la sonrisa, pero ... ¿qué tal si mañana empezamos nuestras jornadas intentando no olvidarnos de decir " buenos días" a la vecina, "gracias" al kioskero, "de nada" a quien se tercie y sonreír un poco a todo el mundo? Vengaaaaa, que no cuesta dinerooooo ;)
2 comentarios:
Pues yo debo ser una rara avis porque eso último que dices lo hago yo por defecto.
Lo único malo es que digo muchos tacos pero es algo de lo que paso ya de redimirme. Las pocas veces que he intentado cambiar un joder por un jolín, o he mandado a alguien a freír monas en vez de a tomar por culo , siempre me han dicho "¿qué te pasa?, ¿estás mala?", así que casi prefiero ser la de siempre.
Jajajaja, Frantic: Yo también intento sonreír aunque a veces lo pongan difícil.
Cuando me pongo brutote, casi prefiero la acidez irónico-cortante a los tacos, pero una buena palabrota en el lugar adecuado tiene una potencia expresiva estupenda. Otra cosa sería los que entre las doce palabras de su repertorio habitual tienen siete tacos: en este caso, pierden toda fuerza para ser cansinos.
Por cierto, reconozco una de mis mayores faltas de educación: por más que me esfuerce, me cuesta muchísimo ser puntual :(
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