MOMENTOS ESTELARES: ¡SEÑOR, QUÉ NIÑO!
Con la que está cayendo (y no sólo me refiero a la infinita lluvia de este infinito invierno de esta Cantabria Infinita de nuestras entretelas), parece necesario recuperar esos pequeños toques de humor costumbrista que bajo el título genérico de "Momentos estelares" recogen unas pocas pinceladas de una vida tendente al absurdo existencial.
El pequeño Rukaegos era un niño a un tiempo fácil y difícil, del que los asiduos del blog tal vez recuerden algún arrebato explosivo en una mañana de Reyes. Fácil porque siempre fue calladuco, reservado, capaz de abstraerse del mundo con sólo tener un libro entre las manos y en general poco dado a enredar o provocar conflictos. Difícil porque era (y es) Tauro; o lo que es lo mismo, cabezón hasta el límite, capaz de embestir contra un muro si había tomado ya una decisión, con la lentitud y parsimonia que suele caracterizar al signo, o si tocaba uno de esos prontos que una vez cada muchos meses liberaban la energía y el mal rollo acumulados bajo capas de aparente calma.
No estaba preparada la Señorita Luchy para enfrentarse al Krakatoa: un colegio pequeño, lleno de apacibles y pequeños pequeñoburgueses en la pequeña Reinosa, al que acudía el Peke-Ruka con cartera a la espalda, ojos ensoñados en sabe dios qué galaxia por descubrir y un comportamiento huidizo y más bien pasivo pero ejemplar, con unas notas más ejemplares todavía. En su clase de tercero de la antigua EGB, a punto de cumplir los ocho años, Peke-Ruka se acomodaba en la última fila y se dedicaba a leer con fruición los libros de la biblioteca del aula y a dibujar mientras la Señorita Luchy explicaba y explicaba y explicaba. Perdido en sus mundos paralelos, no solía el niño enterarse de los deberes, así que no solía tampoco tenerlos disponibles en el momento adecuado.
Se mascaba la tragedia. Tres de la tarde. Señorita Luchy avanza por la clase recogiendo los cuadernillos de cuentas para de pronto encontrar a Peke-Ruka leyendo una antigua edición de los Cuentos de Calleja y las cuentas sin hacer. Convencida de su misión educadora, Señorita Luchy monta en cólera, arrebata el libro y propone al chavalejo un castigo que a día de hoy permanece olvidado en los anales de la memoria. Nada grave, supongo (no he dicho que la Señorita Luchy era como una madraza o pre-abuela encantadora que solía responder a las provocaciones de sus fierecillas con un resignado "Pero hijo, por Dios"). Peke-Ruka se enfada, se comprime sobre sí mismo en dos o tres plegamientos tectónicos, mira con sus ojos verdes como el trigo verde a la imprudente maestra con un rencor viejo como la Cueva del Chufín y piensa "arrieros semos, Sitaluchy, arrieros semos".
Cuatro de la tarde: Pinturera y diligente, Señorita Luchy reparte aquellos viejos cuadernillos de evaluación de Anaya que tal vez recordéis algunos lectores. Ciencias Naturales. Una de las especialidades de Peke-Ruka que por aquel tiempo andaba obsesionado con clasificar plantas y bichos y ya sabía perfetamente la distinción entre odontocetos y misticetos entre otros saberes inapropiados y de parecida utilidad. Silencio en el aula, roto tan sólo por el roce leve de los lapiceros sobre el papel trabando torpes definiciones y distribuyendo cruces de casilla en casilla. Peke-Ruka permanece de brazos cruzados, ausente, indiferente, observando cómo las lavanderas corretean por el patio del Antares. Fin del examen.
Señorita Luchy recoge los cuadernillos y flipa in little colours al llegar al pupitre de Peke-Ruka y comprobar que no sólo no ha escrito siquiera su nombre sino que la mira silencioso y desafiante, con un morro indignado de 8'7 en la Escala de Richter. Pues no te vas de clase hasta que no hagas el examen, dice la imprudente educadora, firme y decidida a no dejar pasar semejante cabezonería. Pues no me voy, responde el encantador nene, con sequedad aguda tipo Kalahari. Las cinco. Niños, a casa, Peke-Ruka, ¿has hecho el examen? Silencio. Pues te quedas. Silencio. Las seis. Silencio. Las siete. Silencio. Señorita Luchy termina su revista, bosteza, mira los brazos cruzados de Peke-Ruka y flaquea. Silencio. Sale del aula y llama a la madre de Peke-Ruka, severa y tierna ella, y tras explicar el caso le dice que no se preocupe pero que el niño queda bajo custodia hasta que haga el examen. Madre que aplaude, me parece estupendo. Pues a mí no tanto, qué quiere que le diga, no dice pero piensa Señorita Luchy. Ocho de la tarde. Silencio. Vamos a ver al director (Petete que le llamábamos con todo lo que sabía, hasta latín). Pero hijo por Dios, dice Señorita Luchy, Pero hijo por Dios, repite Petete. Silencio. Pues no te vas. Pues no me voy (Kalahari style again). Silencio.
Pasaron tres lentas, lentísimas, horas más de un Peke-Ruka en silencio, una Señorita Luchy literalmente hasta el moño y un Petete desconcertado intentando recordar qué mandaba Rousseau hacer cuando te encontrabas con un buen salvaje tan impertinente en su estado de naturaleza como el maldito mocoso. Once de la noche. Silencio. Señorita Luchy que mira a Petete, Petete que mira a Señorita Luchy. Cabizbajean, asienten, y a dúo dicen, vamos a casa. Peke-Ruka mira en ambas direcciones y contiene una sonrisa leve, malévola, victoriosa que con el tiempo sería reconocible en el niño-engendro-diabólico de La Profecía (Demian) pero hasta entonces nadie había presenciado sobre las fauces de la tierra.
Todo el mundo tuvo claro por qué la dulce y amable Señorita Luchy exigió que Peke-Ruka pasara al aula de Señorita Mariascen cuando de nuevo la fatalidad incluyó al dulce y apacible niño en su clase de quinto. Y por qué Señorita Mariascen pasó dos semanas sin dormir engullendo tila tras tila.
Pero todavía están Mulder y Scully intentando explicar por qué aquella evaluación Peke-Ruka tuvo en Ciencias Naturales un estupendo Sobresaliente y una A en comportamiento. Bertone ha sido recientemente informado del suceso y espera nuevas pruebas de la más que evidente santidad de Señorita Luchy. Peke-Ruka, por su parte, continúa leyendo y mirando por la ventana.
7 comentarios:
Tanto el pequeño Rukaegos (hoy ya mayorcito) y la Señorita Luchy os mereceis el cielo. Imagino que Monseñor Bertone te habrá hecho llegar ese mismo mensaje.
Hola amigo Rukaegos:
Una muy bonita historia y una gran incognita que resolver. Esperamos saber la explicación a ese estupendo Sobresaliente y esa A en comportamiento.
Recibe un muy fuerte abrazote amigo.
Muy bien narrado Rukaegos, me ha gustado mucho esta "tierna" historia de infancia tuya.
Mamá-Ruka no reacciona cuando dan las 7 y Peke-Ruka que sale a las 5 no llega a casa ¿Es posible que Peke-Ruka no fuera directo a casita todos los días ya en 3º de EGB?
Gracias por vuestros comentarios y espero que actuéis de testigos cuando se inicie el proceso de beatificación de Señorita Luchy.
Anónimo: Uno tuvo la suerte de crecer en una ciudad muy pequeñita y muy tranquila, a dos manzanas del colegio, con dos parques en medio, y donde los niños hacíamos mucha vida en la calle. Cuando salíamos del colegio jugábamos con nuestros amigos, así que era normal no estar en casa a las 5 y 10 y tomarnos un par de horas de bullicio al aire libre. Por otro lado, y afortunadamente, mi madre no ha encajado nunca en ese esquema de madre hiperprotectora que tanto abunda en estos días. A lo mejor por eso tengo la seguridad de que fuimos niños abiertamente felices :)
Te entiendo perfectamente, yo también soy tauro.
Hola África, un placer encontrarte por aquí después de haber tenido el de descubrir tu blog. Estoy seguro de que como tauro que eres, has tenido algún episodio semejante.
Un saludo y bienvenida siempre.
Publicar un comentario