viernes, marzo 19, 2010

ASOCIACIONISMO Y BUROCRACIA


Habrá quien lo achaque al tópico y pertinaz individualismo ibérico. Habrá quien lo relacione con una larga cultura política en la que la participación estaba mal vista y se percibía como peligrosa. No faltará quien hable del egoísmo postmoderno. Pero el caso es que el tejido asociativo de la sociedad española en general y de la cántabra en particular no me parece que goce de muy buena salud.

Salvo en aquellas organizaciones que se perciben como el único clavo ardiendo al que podemos aferrarnos cuando debemos enfrentarnos a problemas que nos superan, o lo que es lo mismo, a las que se ocupan de problemas médicos y que sirven tanto de programa de ayuda familiar como de fuente de información atenta y privilegiada, las demás asociaciones, el resto del entramado, se observa con sospecha tanto desde un poder que parece pensar más en controlarlo que en impulsarlo o darle espacio como por una ciudadanía que elige mantenerse al margen y que a veces parece proyectar su frustración, desencanto o incluso cierto complejo de culpa por su abstención cívica en la crítica permanente y feroz contra las organizaciones que sí tratan de transformar y formar.

En los últimos días, he mantenido conversaciones que hablaban de la pérdida de vigor del movimiento vecinal, del asociacionismo juvenil, de la crisis permanente de fondos y voluntarios de tantos grupos. Y también de las dificultades que la mayoría de las asociaciones tienen para poder sostenerse económicamente, tantas que a veces parece que el único sentido de las mismas es enloquecer rellenando papeles, cumplimentando impresos para solicitar subvenciones para sus proyectos y sus líneas de trabajo y más impresos para justificar lo que se ha gastado aun antes de que el dinero se haya recibido o incluso de que la subvención se haya fallado.

Tengo la impresión de que desde las diversas administraciones públicas se ve el asociacionismo como un amasijo extraño de intereses que cubre sensibilidades y accede a espacios a los que la burocracia no sabría o podría llegar, pero que no deja de ser una molestia a la que oponer todo tipo de pruebas y barreras. Sólo cuando el poder tiene la sensación de haber conseguido penetrar y controlar un movimiento social (hay un concejal santanderino experto en esta labor y sobre todo experto en ir contando cómo ha conseguido acallar a ciertos grupos y mantenerlos bajo férreo control) las asociaciones aparecen con un rostro amable para el que gobierna. Y ni así se libran de la espiral documental en la que día tras días se ahogan equipos directivos, voluntarios y trabajadores de las asociaciones.

Se me ocurre que deberíamos replantear el modelo de actuación y penetración del trabajo asociativo, redefinir sus planos de relación con las administraciones públicas. Y hacerlo en una dirección doble que se presenta como el único camino posible: garantizar la solvencia financiera de aquellas que desarrollen trabajo serio, a largo plazo y con experiencia constrastada en la gestión de sus áreas de interés y, en el mismo paquete, apostar por la independencia de sus discursos y atenuar el discurso del clientelismo.

Fomentar la participación ciudadana en las asociaciones (no me acaba de gustar eso de denominarlas "colectivos"), definir beneficios fiscales para las aportaciones realizadas y dar forma de una vez por todas a la figura del mecenazgo, establecer un nuevo parámetro para el sostenimiento de aquellas actividades que estén supliendo la inacción, desinterés o ineficacia de la administración no con subvenciones anuales sino con covenios de colaboración estable, la cesión de espacios de gestión a las entidades ciudadanas, serían algunas de las pautas de reflexión necesarias para dar forma a la primera variable de la ecuación, la de la solvencia financiera. Me da la impresión de que la segunda, la de la independencia, vendría por sí sola.

Desde este Santander Posible, aprovecho para desear a las asociaciones juveniles de Cantabria un buen fin de semana, en éste en el que de nuevo tratarán de acercar sus programas e inquietudes a chicos y chicas con una nueva edición de la feria de asociacionismo juvenil CANDINAMIA desde Santander y también en el próximo, en el que desplazarán sus activos y sus ilusiones a Torrelavega: Sed críticos, sed claros, llenad de esperanza y contenido y apostad por vuestra autonomía. Puede que así podáis recuperar un vigor siempre añorado que a lo mejor nunca fue del todo cierto.

6 comentarios:

BRUNO6 dijo...

Pues ma vas a disculpar,pero a mi edad aún puedo recordar los viejos tiempos cuando las asambleas de barrio"okupaban"locales o los alquilaban si no tenían un cura bolchevique e intentaban decidir qué hacer con su problemas diarios y estaban"demasiado"movilizados,(ah,Isabel Tejerina y viejas siglas...). Fué el PSOE quién"desmontó"las movidas vecinales fundando"agrupaciiones locales"prometiendo dinero para hacer...y conseguir votos municipales. Luego todo fué como fué,y según viejos amigos aún corresponsales no ocurrió sólo aquí. Dudo que perdone a la socialdemocracia que terminase con aquello. Supongo que me hago viejo.

Ateneo Popular de Santander dijo...

Yo no creo que el problema sea de ningún tipo de los que se aluden.
En mi experiencia, y he pasado o estoy en varias asociaciones, es que un gran porcentaje de sus miembros buscan algo a nivel personal. No se capta el sentido exacto de asociación y se busca el brillo, el prestigio o el dinero que pueden aportar al individuo.
Casos claros los tenemos en cualquiera de ellas. Aborígenes o de importación.
Personajes que cuando tienen ocasión de acceder a la economía, casi siempre exigua, de esas asociaciones no dudan en apropiarse de ellas o manejarlas en beneficio propio por medio de dádivas y mangoneos.
Ejemplos lo tenemos en todos los ámbitos: fundaciones, partidos políticos, sindicatos, asociaciones culturales o deportivas, etc. En todos los niveles sociales, en todos los sexos (lo siento pero en mi juventud estudié asuntos mercantiles y género era lo que se vendía, por lo que me niego a utiliar esa palabra) y en todas las profesiones.
Así que el hecho de que en España esté desapareciendo el espíritu asociativo, a pesar de lo grave que es, quizá sea un signo de higiene social. Aunque me temo que lo que hay es desencanto.

Rukaegos dijo...

Bruno, cuando hablo del interés del espacio político por invadir el de las asociaciones no exculpo al PSOE, si bien en Santander, y al menos en lo que a las movidas vecinales se refiere, creo que su inclusión en el entramado "oficial" tiene más que ver con los intentos de Hormaechea de neutralizar todo discurso crítico y de las aportaciones de algunos concejales más recios.

Las agrupaciones locales fueron siempre, desde su creación, una de las bases organizativas del PSOE y de su intento de estar más cerca de los problemas ciudadanos.

Sobre los "viejos tiempos", no los viví en primera persona, pero por sus coletazos en determinados ámbitos en los 80, que sí viví, creo que tienen más de evocación romántica que de realidad. Sobre todo por el carácter minoritario.

Rukaegos dijo...

Ateneo: Supongo que en parte tienes razón, pero sin embargo no es esa mi experiencia, desde luego no la más habitual. De hecho he participado y participo aún en algunas asociaciones en las que el interés económico es más que nada el de poder finalmente pagar el alquiler de cada mes con el menor retraso posible. Queda poco para que nadie maneje un euro para "dádivas y mangoneos".

Sobre el brillo o el prestigio, es probable. Todos tenemos nuestro punto de ego y puede que sea fácil para todos confundir a veces el trabajo que estamos realizando con una especie de "misión" o nos acabe haciendo ciegos a otras miradas o propuestas. Lo que no significa necesariamente que la asociación trabaje mal o sus fines se resientan. Por otro lado, una de las excusas más habituales para quienes no participan (lo que obviamente no es tu caso) suele ser la de que en los distintos movimientos sociales hay sólo personas interesadas en busca de su propio beneficio. Sea cierto o no.

No me olvido tampoco de que cuando desde el ámbito político se intenta un guiño (estratégico o sincero) a la sociedad civil parece lógico pensar que sea a los movimientos sociales a donde se acerque.

Sobre el desencanto ... creo que lo hay, pero creo que no está del todo justificado. Sobre todo porque donde el desencanto se enreda con más fuerza es en personas que nunca han tomado parte activa en lucha alguna (¿de qué se pueden desencantar entonces, de los fracasos ajenos?) o incluso que por su edad ni siquiera han conocido esas luchas. Creo que al final nos estamos acomodando demasiado a una sociedad apacible y sin grandes traumas, y que nos resulta más amable vivir dentro de nuestras pequeñas burbujas dejando de lado los problemas que no nos afectan de manera directa y esperando a que otros hagan frente a los que sí nos afectan.

De hecho, creo que una de las más sabias estrategias del Neoliberalismo y las estrategias conservadoras ha sido, precisamente, trabajar para el desencanto. Y no les está saliendo mal, me temo.

Leire Díez dijo...

Las Asociaciones volverán a tener el protagonismo quie en su día tuvieron, precisamente porque la burocratización de la administarción, la ralentización de la sociedad está llevando a muchos ciudadanos a formar asociaciones que se involucren en la toma de decisiones que les afectan.
Crecen valores como la laicidda, la igualdad, la no discriminación, que cada vez se canaliza más desde el asociacionismo aúpado además por el aúge de las redes sociales.
Asistiremos, afortunadamente, a otra forma de hacer asociacionismo.

Rukaegos dijo...

Gracias por el comentario, Leire. Supongo que tienes razón, y tengo claro que cuando ha sido necesario articular una respuesta ciudadana para la ineficacia, pasividad, corrupción o indiferencia del poder, el movimiento se ha puesto en marcha. Eso sí, con dificultades que no son sólo financieras sino, y en eso insistiría en mi preocupación, con muy pocas personas dispuestas a dejar tiempo, esfuerzos y desilusiones.

Las redes sociales provocarán, sin duda, cambios. Pero tampoco estaría de más que comenzáramos a fijarnos en otros modelos de articulación social y tratáramos de dar espacio y responsabilidad a nuestras asociaciones. Y claro, que desapareciera la desconfianza de determinados políticos acerca de todo lo que no pueden manejar o controlar.

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