martes, marzo 23, 2010

LOS NUEVOS UNIVERSOS SONOROS DE DIEGO FERNÁNDEZ MAGDALENO


Hace ya algunos años que escuché por vez primera un recital de piano de Diego Fernández Magdaleno. Fue en Santander, en un ciclo que el Ayuntamiento de Santander había programado para dar luz al trabajo de los compositores cántabros. Fue más adelante cuando coincidí con él de manera virtual, curiosamente más cercana, comentando en el blog de Eduardo Madina, luego en el mío y el suyo, por fin en Facebook. Pequeños milagros cotidianos de las redes sociales.

Y fue el sábado pasado cuando de nuevo pude escuchar un recital de Diego, otra vez en Santander y otra vez dedicado a los compositores cántabros. Aunque ahora de la mano de la Obra Cultural de Caja Cantabria.

Diego es un aventurero, un hombre culto, comprometido, con sensibilidad social que aplica a la permanente vigilia sobre los acontecimientos públicos y la lucha para defender los derechos cívicos, la igualdad, la justicia social. Y también con una sensibilidad artística que le hace sumar a su profesión de músico sus incursiones en la poesía y otros géneros literarios.

Y ese sabor a aventura tuvo el pasado concierto. Porque sin duda es un reto un programa de música íntegramente dedicado a compositores españoles vivos, radicalmente contemporáneos, y a esos lenguajes diversos y complejos con los que los creadores tratan de encontrar su particular palabra sonora. Es un reto para el intérprete. Supone trabajar con ahínco, con decisión y durante muchas, muchísimas horas, para comprender, integrar, acomodar los dedos a unas partituras que no interrogan a la memoria auditiva del intérprete (no son previsibles, como ocurriría si siguieran las normas clásicas) y suelen concebirse además como obras para virtuoso: trabajar cada compás, encontrar sentido global a la partitura, dominarla y, por fin, presentarla ante el auditorio. Tanta pasión además para que tantas veces la obra sea de interpretación única, casi una performance.

Pero es un desafío también para el público: nada menos que doce obras de nueva audición, doce obras que nos exigen una concentración absoluta, porque nos derivan de unos lenguajes a otros, de unos universos a otros, sin piedad, tratando de enamorarnos en ese instante fugaz en el que un sonido vive, interroga y muere.

Qué difícil pues definir las sensaciones encontradas durante las casi dos horas que duró el recital de Diego. Qué difícil no patinar, no emitir juicios desafortunados sobre obras que flotan sobre la inmaterialidad del viento y que apenas pudimos intuir en una primera y puede que única oportunidad. Pero sí sé que el recital fue en conjunto hermoso. Puede que coincida con un momento en el que estoy escuchando bastante música contemporánea, y que por eso la extrañeza fuera menos radical que en mis épocas barrocas o románticas. Pero es difícil no sentirse contagiado de la severa pasión con la que Diego Fernández Magdaleno se implica ante cada obra.

Escuchamos obras cuya modernidad ha nacido de la exploración de timbres, de la seducción poética que un día iniciaran los impresionistas, y que ha sido una de las sendas del S.XX y crece en el S.XXI. El sonido como plataforma sutil, a veces desnuda en melodías y contrapuntos de factura aparentemente simple, otras envuelto en grandes acordes que se abren paso en un amplio coro de ondas que busca recuperar el placer de depositar nubes de música y dejar que suavemente complazcan a quien escucha. Amor y humor de Albert Sardá, Susúrrame al oído de Dolores Serrano, la delicada textura de Troballa al jardí de Carme Fernández-Vidal...

Escuchamos otras que hunden su raíz en la exploración de las estructuras, en la propuesta de series, progresiones, entramados armónicos que, a veces desde una comprensión espacial, a veces desde una furia expresionista, buscan el clímax sobre el que estallar. Como ocurría en el homenaje a Barce de José María García Laborda, la Elegía de Teresa Catalán, Un apunte de invierno de David del Puerto o las cuatro excelentes bagatelas de la cántabra (recuperada también de otros tiempos y otras guerras) Ana Fontecha.

Quiero destacar dentro del programa una suite, el conjunto de micropiezas firmadas por Esteban Sanz como Cantizal cántabro (recuerdo que hay un segundo cantizal para guitarra, igualmente espléndido). Frente a algunas tonterías escuchadas en las autoridades culturales sobre la mayoría de edad de la música cántabra a partir de versiones pobretonas y más que discutibles (claro que a estos conciertos esas autoridades nunca vienen), el Cantizal de Sanz Vélez da una vuelta de tuerca a lo que fue la Segunda Escuela Nacionalista, a las teorías de Falla o Pedrell acerca de la reconstrucción de la música tradicional para dar forma a una música particular, reconocible, propia, que sin embargo debería ser una música nueva y no una simple adaptación. Esteban borda desde su profundo conocimiento de los intervalos, ritmos, armonías, modos que nos brillan en el oído como músicas de la tradición cántabra para jugar con nuestra percepción auditiva y enfrentarnos a una delicadísima sucesión de pequeñas obras que cobran vida y nacen con vocación de enamorarnos y de permanecer. Sí, las sentimos como cántabras, como nuestras, pero el sutil tejido de sonoridades limpias y cantarinas, la eficaz interacción de los contrapuntos, la agitada alegría de los ritmos hacen de todas y cada una de ellas música universal, nuestra por partida doble.

Para finalizar, la eclosión agitada, con ecos brahmsianos, del Novilunio de Emilio Otero, o las visitas al Romanticismo y al Regionalismo de José Santos, con su delicado Hablamos mientras dormías o el Estudio, construido sobre la melodía del pasiego Molondrón, cerraron la presencia cántabra en el concierto hasta un número de cuatro importantes compositores.

El mismo número, por cierto, que de compositorAs en programa. Y es que también la música está aprendiendo a ser igualdad.

Muchas y sinceras gracias, Diego, porque nos has ofrecido la oportunidad de descubrir, de disfrutar, de dar forma a un sábado diferente que siempre será Música. Con mayúscula.

4 comentarios:

Dolores Serrano dijo...

!Felicidades nuevamente a Diego!!!!

Saludos

Rukaegos dijo...

Y gracias y felicidades también a ti, Dolores: me encantó tu pieza :)

Anónimo dijo...

Regino, soy Esteban. Muchas gracias por tu inteligente análisis del magnífico y gozoso concierto de Diego F. Magdaleno y, en particular, por tus comentarios sobre Cantizal, comentarios que para mí, personalmente, suponen un gran estímulo. Se podrá estar de acuerdo o no con tus valoraciones (yo lo estoy! je, je) pero me parece evidente que lo que escribes se apoya en un profundo conocimiento de lo musical y su historia y, al mismo tiempo, en un oído atento y que sabe escuchar. Echo de menos este tipo de acercamientos críticos en los medios tradicionales (prensa, etc.). Pero claro, se echan de menos tantas cosas en lo "oficial"... Un abrazo y gracias de nuevo.

Rukaegos dijo...

Muchas gracias a ti por tu comentario: es un placer tenerte por el blog. Pero sobre todo, ya te lo dije personalmente, fue un placer y un honor estar en la puesta de largo de tu Cantizal. Del que aún se podrían decir más cosas, como su para mí perfecta adaptación a la técnica pianística sin necesidad de excesos efectistas: pura música :)

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