Mientras me tomo a media mañana un café dominical en el Siboney, sigo confirmando la mala impresión que día tras día me producen las declaraciones, actuaciones y pretensiones del Alcalde-Ingeniero. La Consejería de Educación del Gobierno de Cantabria (ese que según De la Serna y sus boys maltrata a Santander un día sí y otro también porque no le solucionan sus fregados) es buena porque deja que el Ayuntamiento haga un aparcamiento subterráneo en terrenos que no son suyos, sin haber pedido permiso ni opinión; como el Puerto y su Presidente consideran que algo tendrán que decir sobre las obras que quiere el Ayuntamiento de Santander en terrenos portuarios, pues son malos. Poco más abajo, el Alcalde-Ingeniero que resuelve los problemas de exclusión y deterioro del Cabildo de Arriba con comisiones de investigación y, de nuevo, sin hacer nada para evitar que esa residual memoria viva del viejo Santander se venga abajo, se ofrece a los vecinos para gestionar las ayudas que el Gobierno nacional ha aprobado (y así, como siempre, poder aprovecharse de méritos que no son suyos). Recuerdo hace unos meses cómo el primer edil afirmaba en una mesa sobre inmigración que el Ayuntamento de Santander y el PP habían hecho una gran política de acercamiento a los inmigrates porque (sic) estaban construyendo una oficina y daban apoyo económico a la Cocina Económica (para quienes me leen desde fuera de Cantabria es el comedor solidario de la ciudad). Continúo afirmando mi idea de una personalidad prepotente, apoyada sólo en la imagen, que se pretende abierta y liberal pero que no acepta ni la responsabilidades ni las críticas ni las opiniones contrarias. Pero, eso sí, pide más que un cura para que otros financien sus antojos.
Pero no quiero apartarme de lo que ha sido, en contraste, la magia del fin de semana. Reconozco que llevo una temporada demasiado emocional, así que supongo que no era difícil una explosión de sentimientos el sábado 12, cuando acudí a la Parroquia del Carmen, en pleno corazón del Barrio Pesquero, a un pequeño concierto del chicos y chicas de Gaudia Musica dirigidos por el buenazo y entrañable José Ramón Rioz.
El párroco, el buenazo y entrañable Alberto Pico, siempre apuesta por incorporar parte del concierto a su misa de la tarde. Así que me encontré incorporado a la misma. Conozco a Alberto Pico desde hace muchos años, era ya amigo de mi abuelo y referente cercano de la familia, y siempre he sentido desasosiego en su presencia. Mucho más ahora, ahora que la reacción ultraconservadora de la Iglesia Católica ha hecho que muchas personas nos alejemos de una fe, de unas costumbres, de unos sentimientos en los que fuimos educados y que durante muchos años formaron parte de nuestra identidad. Alberto habla con el corazón y la fe, su iglesia está llena y puedes ver hombres, jóvenes, trabajadores ... Interpreta a su modo las convenciones litúrgicas, habla con los presentes, ofrece a todos el perdón para que todos puedan compartir el pan. En muchos momentos se me escapan las lágrimas. En parte, una sensación ambigua de regreso a casa y de exclusión. En otra, Alberto, siempre cercano, rompiéndote la conciencia y abriendo preguntas y más preguntas. No sé cómo ha podido este hombre de corazón grande sobrevivir a tanto obispo y tanta estructura y tanta insolidaridad; supongo que todos saben que Pico es intocable, y que sus hombres y mujeres de la mar asaltarían el templo si de allí lo apartaran.
Y todo, con música, los jóvenes dirigidos por José Ramón Rioz, nueve supervivientes de aquella aventura fascinante de la Escolanía de Guriezo que siguió a la de la Schola Cantorum de Liendo. Y con José Ramón Rioz-hijo tocando el violonchelo como el gran intérprete que ya hace mucho tiempo es. Música dulce, a veces compuesta por el propio Rioz o arreglada desde fragmentos de ópera, otras repertorio tradicional coral, siempre cuidada, buscando la belleza y la comunicación. Y más allá de la música, la necesidad de transformar el espíritu, de serenar el tiempo, de pedir con las voces por la Tolerancia, la Justicia y la Dignidad. Un concierto que quería aportar silencio contra la crispación, ternura contra la crispación, música contra la crispación. Acompañado de poemas y textos de Ana de la Robla, Alberto Santamaría, Guillermo Balbona, Paco Valcarce y Regino Mateo, también recordando la necesidad de convivir en paz y respeto.
Borro de mi fin de semana a un Íñigo de la Serna que a pesar de ser alcalde e ingeniero no me hace sentir nada más que cansancio. Y apuesto por Alberto Pico y por José Ramón Rioz: dos hombres sencillos, que aportan fe y pasión a su trabajo. Dos hombres que nos llenan de esperanza y serenidad, que hablan y actúan con mirada positiva. Dos hombres que hacen realidad la máxima "lo pequeño es hermoso" porque consiguen cada día cambiar su pequeña parcela de mundo y hacerla crecer mejor, más humana. Dos hombres por los que siento no sólo admiración y ternura, sino sobre todo algo que cada vez me cuesta más conceder: Un profundo respeto.
2 comentarios:
Si todos fuesen como Alberto otro gallo le cantaria a la Iglesia . Siempre fué,es, un hombre bueno, comprometido con los suyos y con los demas .
alberto pico.hay que darle un oscar.deberias dedicar tu tiempo a los pobres y no a la politica.la modestia no es precisamente estar hablando de uno constantemente.tus meritos tambien se deben a la ayuda de tu querida amiga y compañera de piso,carmina.si el tiempo que dedicas a la politica lo dedicases a los pobres del barrio en lugar de a los que estan montados......
Publicar un comentario