Nos encontramos rodeados en estos tiempos de fatiga y desconcierto de unos curiosos personajes que se denominan a sí mismos liberales. Y que tal vez lo sean, aunque nunca acaban de concretar qué es exactamente lo que entienden por Liberalismo, tienen cierta tendencia a aliarse con organizaciones secularmente antiliberales y suelen ofrecer respuestas extrañas ante cuestiones de lesa humanidad, aunque sí es cierto que suelen ser bastante previsibles en términos económicos. Porque aquí, al igual que los médicos de los años oscuros que echaban la culpa al cólico miserere cuando su ignorancia impedía un diagnóstico correcto, siempre nos hablan de un fantasmal y anónimo los mercados (siempre se olvidan de los mercaderes y los mercachifles) para justificar normas y leyes que siempre suponen puertas abiertas para la especulación financiera y mano dura para los trabajadores.
En fin, resulta que estos sedicentes liberales suelen tener la boca llena de conceptos como el de la libre competencia y sobre todo en una defensa que a priori podría parecer incuestionable de la meritocracia. Formulada más o menos en la afirmación de que la sociedad ha de premiar a quienes más se han esforzado, a quienes son más inteligentes, a quienes por su talento cuentan con un horizonte más feliz y más prometedor. Sobre todo a los del mayor esfuerzo. El viejo mito del sueño americano, el de la llegada a un lugar en el que tu solo trabajo puede convertirte en rico (porque suele ocurrir que para los sedicentes liberales triunfar en la vida tiene una equivalencia perfecta con amasar dinero).
He hablado de falacia, en efecto, porque esta idea resultaría posible sólo en el seno de una sociedad teórica y supuestamente perfecta en la que se materializara el sueño ilustrado de que los hombres nacen y permanecen libres e iguales. Pero no nacemos iguales, y es ahí donde quiebra estrepitosamente el cimiento liberal. No es lo mismo nacer con una discapacidad física que sin ella, y que no se nos olvide nunca que durante muchos años y todavía hoy en muchos lugares nacer mujer ha sido como nacer con discapacidad. No tienen las mismas oportunidades teóricas para su crecimiento quienes nacen en el epicentro de la hambruna de Somalia que quienes nacen en una opulenta zona residencial de Connecticut; no es equivalente nacer en una pequeña aldea de montaña que en una ciudad, ni siquiera nacer en una ciudad periférica que en una capital. No es responsabilidad tuya pero condiciona tus opciones crecer entre integristas religiosos o en una familia laica o de miras amplias; en una familia de alto nivel económico o en una en el entorno de la exclusión; en una familia educada y formada que en una que no cuenta con instrumentos para detectar tus capacidades. Ni siquiera, en esta sociedad de la imagen en la que ya está estudiado que un político con buena mata de pelo tiene más posibilidades de ganar unas elecciones que un alopécico compulsivo, es igual un físico afortunado que uno neutro o difícil de mirar. Y ninguna de las circunstancias que he descrito es mérito alguno de la persona que se beneficia ni demérito de quien la padece. Como mucho, de sus ascendientes. Pero cuando la teoría liberal nos propone el cielo para los mejores no habla del cielo para los que tuvieron mejores bisabuelos.
Hoy estamos en España discutiendo nuevamente sobre Educación. Presenciando cómo desde presupuestos liberales, tan autoproclamados como falaces, se limita la capacidad de la escuela pública para desarrollar una labor sólida y de calidad (aumento de la ratio de alumnos por profesor, aumento de horas lectivas, limitación de profesores y en consecuencia desparición de tutorías, refuerzos, desdoblamientos,etc. ) mientras se apoya con fiera desvergüenza a los centros privados concertados y se apoya a quienes más tienen en perjuicio de quienes no pueden tanto (beneficios fiscales, cesiones gratuitas de suelo e incluso instalaciones públicas) en una política que no supone sino un grave, gravísimo, atentado contra la idea de igualdad de oportunidades.
Porque a día de hoy, la única garantía, la única, de que en verdad el esfuerzo pueda abrir un camino prometedor hacia el futuro, es una enseñanza pública no sólo ya de calidad, sino por encima de su competencia privada. Y por eso los países más sólidos son los que más porcentaje de su PIB invierten en educación. Algo muy lejos de un país como el nuestro, que de manera global está bien lejos de los furgones de cabeza en inversión educativa. Y todavía más lejos de comunidades como la de Madrid, que se encuentran en el furgón de cola en inversión por alumno dentro del contexto nacional.
Más vale que estemos ojo avizor. Porque las medidas que empiezan a tomarse en diversas comunidades en nombre de las políticas liberales van a pagarlas muy caras precisamente las familias con menos opciones. Como siempre.
4 comentarios:
Y lo cierto es que esto no sólo lo vamos a pagar las familias con menos opciones. Es que lo vamos a pagar todos, ellos incluidos.
Y de todas las cosas terribles que se están haciendo, esto me parece lo peor.
Bueno, esto y la boda de la duquesa de Alba.
Pues sí, lo vamos a pagar todos, de hecho ya lo estamos pagando. Todos menos los que se dedicaron a especular y rompieron el sistema dejando sus cuentas bien repletas. Pero como siempre, algunos tendrán menos herramientas y recursos para tratar de defenderse.
Sí, de lo que está ocurriendo la agresión a la educación pública es, sin duda, la peor. Junto a la boda de la Duquesa, of course ;)
Aceptemos que también en educación hay que hacer algunos ajustes presupuestarios. Pero ¿no sería más honesto ajustar en otros conceptos antes? ¿no sería más útil plantearse algunas reformas de pura gestión en el ámbito educativo? Si la educación es una competencia transferida, ¿se puede demostrar que hay evidentes diferencias según gestionen unos u otros esa competencia? Y una última cuestión delicada ¿por qué la insistencia en la defensa de los "Interinos" como casi la única preocupación en estos tiempos de ajustes?
Yo no creo que hagan falta ajustes, Jesús. Puede que sí haya que hablar de eficiencia de los recursos, pero cualquier recorte absurdo como los que se están planteando es peligroso. Poco ajuste es el de recortar en la pública menos de lo que se deja de ingresar por desgravaciones a quienes envían a sus hijos a la privada ...
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