Lleva ya tiempo la de Philip Roth como una de las escrituras esenciales para comprender por dónde camina la literatura en Estados Unidos. Una voz moral, que recrea una y otra vez ese universo tan particular y tan común al tiempo del paraíso de la infancia, una infancia en este caso transcurrida en la comunidad judía de Newark. Una infancia y un paisaje mítico que le sirven para reescribir la historia, para explorar de nuevo esos conceptos que nos ayudan a volver a las grandes preguntas de nuestra propia identidad.
En efecto, en Némesis nos habla Roth de la libertad y de sus consecuencias, del peso de nuestras elecciones, del peso de la culpa, real o imaginada, y la necesidad del castigo y de la redención, de la fatalidad y de las esperanzas truncadas. A lo largo de un texto en el que sentimos el constante latido de La peste de Camus, si bien desde un imaginario cultural y espiritual bien diferente.
No se trata de la peste, sino de la polio. Una epidemia de polio que invade New Jersey y golpea en los meses finales de la Guerra Mundial a los niños y niñas de la comunidad judía de Newark con una dureza inusitada. Una epidemia, por cierto, que convive en el tiempo con el fallecimiento del presidente Rooselvet.
Testigo privilegiado será un joven deportista, comprometido y lleno de fuerza que, imposibilitado para el alistamiento por un peqeuño problema de salud, se entrega a la dirección de un programa urbano de deportes para los chicos de la comunidad. Un puesto desde el que será un privilegiado observador de los primeros contagios y de su extensión, del pánico social y la necesidad de explicar el porqué de la dura prueba, adentrándose en un océano de preguntas que le acaban provocando una crisis de fe asociada a la eterna pregunta "¿Dónde está Dios, cómo puede consentir tanto sufrimiento y tanta muerte?".
Nos cuenta la historia Roth sin esquivar la profundidad de los caracteres y de sus interrogantes abiertos. Con un lenguaje sencillo y esencial, brusco a veces, con el que nos permite pasar desde la normalidad bucólica a la enfermedad asesina. Sin palabras innecesarias, sin recrearse ni en lo decorativo ni en la crónica negra, asumiendo el diálogo con un lector inteligente capaz de dar sentido a los espacios en silencio.
Una estructura clásica y eficiente nos divide el texto en tres partes. Una primera en la que se nos contará la pérdida de la felicidad, el descubrimiento del mal, la llegada de la polio a Newark. Y las primeras decisiones que condicionarán la vida del joven protagonista y determinarán los pasos hacia una fatalidad que se va construyendo con inexorable maestría. Un segundo capítulo en el que se nos propondrá un pequeño descanso lleno de dulzura, ternura, erotismo, un pequeño espejismo que pronto habrá de romperse también. Y un final rotundo, homérico, desolador y abierto. Unas pocas páginas que dan sentido a cuanto precede y que a pesar de un necesario guiño a una esperanza en cierto modo vacía y sin respuestas, en la voz de uno de los muchachos que enfermaron al principio y que lograron sobrevivir, consigue rompernos y abismarnos en las entrañas de una sombra oscura.
1 comentario:
Me ha interesado Philpi Roth, pero te confieso que me ha costado leerle.
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